El fútbol nace y se desarrolla durante el S.XIX como un subproducto de la Revolución Industrial y al amparo de una corriente de opinión que propugnaba que la práctica del deporte resultaba educativa. Tradicionalmente se le atribuye a Thomas Arnold, director de la «Rugby School» (1828-1840), la introducción del deporte en las escuelas como parte de una estrategia pedagógica, pero autores como José Ignacio Barbero González, profesor del INEF de Castilla—León, desmienten que Arnold estuviese interesado en los deportes y en cambio considera que la implementación del deporte como material curricular fue bastante más orgánica. Los principales dolores de cabeza del profesorado eran la anarquía, el despotismo, la violencia física, las enfermedades o los vicios (sic), lo que provocó que algunos pasatiempos tradicionales de los chicos fuesen importados al interior del recinto escolar como una forma de mantenerles a raya. Según cuenta Margarita Hernández Laille en «Darwinismo y manuales escolares en España e Inglaterra en el siglo XIX (1870-1902)» los objetivos de las public schools eran el desarrollo del carácter y de las virtudes por encima del aprendizaje, lo que propició un tipo de educación articulada en la lengua y cultura clásicas (latín y griego) y en las actividades físicas.
El alumnado de las public schools estaba compuesto por muchachos de clase alta y media alta, y estos grupos de la época victoriana consideraban que las ciencias y estudios técnicos eran propios de estratos sociales más bajos que el suyo. En cambio, la capacidad de costearse largos años de estudio solo para poder permitirse citar autores clásicos en su lengua era visto como un signo de distinción. Algo que José Ignacio Barbero define como una actitud «amateur» ante la vida.
Al comenzar a extenderse y hacerse famoso este deporte, fue haciéndose necesario su reglamentación.
La paulatina virilización deportiva del currículo académico fue una modificación de los valores de la reforma educativa arnoldiana, que la hizo más digerible para el gran público. Especialmente significativa fue la influencia del «Tom Brown’s Schooldays», una novela escrita por un alumno de Rugby, Thomas Hughes, que puso el acento en la importancia de la práctica deportiva a la hora de aprender «buenas maneras, conducta caballerosa, espíritu de equipo», en una palabra, el fair play. En paralelo a esto, el reverendo Charles Kingsley, miembro del «Christian Socialism», abogaba durante el mismo periodo por un nuevo arquetipo de gentleman que desarrollaba la moral cristiana a través de la práctica del deporte. El movimiento fue conocido como «Muscular Christianity» y tenía un carácter netamente reformista ya que procuraba alcanzar a las clases obreras.
Al crear las normas se buscaba la igualdadLa generalización de la imagen del deporte como una herramienta educativa promovió que los directores de colegio construyesen más campos de juego y que se multiplicasen las competiciones y los equipos. Lógicamente, el aumento del prestigio del deporte también sirvió para que se propiciasen los partidos de intercambio entre colegios y, subsidiariamente, se iba a descubrir que cada uno de ellos había desarrollado sus propias normas en cuanto a números de jugadores, tamaño del campo, uso o no uso de las manos, duración del partido, etc etc, lo que constituía un problema durante la celebración de los encuentros interescolares. Según el sociólogo deportivo Gunter A. Pilz el ideal del fair play fue el principal motor del desarrollo de códigos de reglas, puesto que propugnaba «la igualdad de posibilidades entre las partes que participan en la competición», y esto requería de la subordinación a unas normas comunes
Las primeras reglas escritas aparecen en 1845 («Rugby School») y apenas un año después los representantes de varias public schools empezaron a reunirse para intentar hallar un consenso sobre la reglamentación del juego, lo cual no era tarea fácil puesto que cada uno quería imponer su propio criterio en detrimento del de enfrente. Una de las consecuencias de esta batalla legislativa fue que el deporte se bifurcó en dos corrientes: el fútbol rugby y el dribbling game, futuro fútbol. La Universidad de Cambridge fue el escenario de estas primeras reuniones y para el año 1848 publicaron el primer código normativo unificado del fútbol. Hubo más conatos legislativos, pero cuando en 1863 se fundó «The Football Association» se decidió adoptar de modo oficial las reglas de la universidad de Cambridge.
Las reglas del fútbol propiciaban que, originalmente, éste fuera un deporte muy individualista.
El fútbol era entonces un juego de espíritu muy individualista. La mecánica del juego, según explicó Otto Bumbel, estaba mediatizada por la acción del mejor regateador, de ahí la denominación de dribbling-game. Y es que hasta una de las reglas recogidas por el Código Cambridge, el off-side (fuera de juego), tenía la función de estructurar el juego en favor de este individualismo.
Todo se reducía a un mero uno contra unoLa Regla de 1863 marcaba que: «Un atacante se halla en fuera de juego si se encuentra más cerca de la línea de meta que el balón». Esta norma no se había inventado para la ocasión, sino que recogía una costumbre preexistente producto de la experiencia de juego de los escolares. La regla castigaba el adelantamiento del balón por parte del atacante, lo que en la práctica obligaba al portador del mismo a tener que medirse contra un defensor antes de ganarse el derecho a tirar a puerta. El off-side, por tanto, impedía el pase adelantado y organizaba la defensa. Esto suponía un «juego de marcaje» que según la «Teoría del Fútbol» de Ricardo Olivós Arroyo sería intrínseco a los juegos deportivos de oposición. Aspecto que favorecía el espíritu individualista que denunciaba Otto Bumbel y que podemos rastrear en el concepto de los «bloods», la oligarquía de héroes deportivos de las public schools.
El off-side de 1863 permitía a los atacantes situarse en cualquier espacio ubicado por detrás del balón, pero a la vez restringía el juego a la actividad de su portador y de su inmediato defensor, con lo que los equipos no necesitaban controlar la acción de los atacantes sin balón. La modificación de 1866 iba a permitir la intervención del equipo, creando de este modo un segundo tipo de juego: el juego colectivo. La nueva norma estipulaba que: «Un atacante se halla en fuera de juego si en el momento del pase se encuentra más cerca de la línea de meta que el balón y el antepenúltimo adversario a la vez», lo que significaba un cambio sustancial tanto en defensa como en ataque. Por un lado se permitía el pase adelantado, pero al mismo tiempo el antepenúltimo defensor era capaz de controlar el avance de todos los contrarios que jugaban sin balón, dejándolos en fuera de juego si llegaban hasta su posición, lo que convertía el juego en una actividad individual… y colectiva.
@RicardoPinilla4 10 octubre, 2015
Qué bueno es David Mata. Ganas ya del próximo capítulo. ^^