
Hoy Sant Jordi se ha levantado con barba de siete días. Ha sido una semana dura. El santo sintió que el pasado martes faltó a su deber al no sostener al equipo que le reclama como patrón en su expedición al corazón del Sacro-Imperio. Ya había fallado otras veces, como es de recibo en un juego en el que ningún equipo tiene bula, pero asumir un 4-0 en un 23 de abril es demasiado en estos tiempos aciagos, cuando ni siquiera los santos tienen contratos indefinidos. Los barceloneses ya largaron en su momento a Santa Eulàlia del patronazgo de la ciudad porque no hacía bien su trabajo. La Mercè, por el contrario, se mostró eficaz en el concurso público para sustituir a la patrona caída en desgracia y desde entonces preside las fiestas de la capital catalana mientras Santa Eulàlia, desconsolada, malvive con una modesta prestación migrada por los recortes con el único desquite de aguar con su llanto la fecha de la usurpadora.
Tras el encuentro de ida el alma de Sant Jordi era presa de una gran agitación.
Propenso al martirio como es propio de su gremio, su mente viajaba de nuevo al césped germánico preguntándose qué había fallado exactamente para cosechar tan terrible marcador mientras revivía una vez tras otra los cuatro goles locales. Su equipo mostró poco en tierras germanas: poco juego, poca solidezEl Barça fue temeroso sobre el campo porque no había otra opción, pocos cambios y pocas alternativas. Pero eso ya se sabía de antemano y cosechar un buen resultado en la ida no había sido descartado ni por el aficionado más pesimista de un entorno con tradición propensa al derrotismo. No, ahí no estaba el tema. Estaba en el primer balón que tocó Messi. Y en el segundo, y en el tercero. Y en aquellos que ya no llegó a tocar. Porque el astro del nuevo mundo no estaba en condiciones para jugar y ante eso… ¡Ante eso Sant Jordi hizo lo que pudo! Insufló fuerza a Pedro y Alexis, cuyo esfuerzo en los flancos debía socavar el peligro de las alas imperiales e inspiró el ánimo del joven central que se veía expuesto al mayor reto de su carrera. Mantuvo su vigilancia sobre Piqué y Víctor para que no abandonaran el recto sendero de las últimas semanas y acompañó a Xavi cuando el entrenador le pidió que serenara el balón una vez más aun sabiendo que ese viejo himno ya no garantiza nada. El Barça fue temeroso sobre el campo porque no había otra. Porque no es Sant Jordi quién mantiene el balón pegado a las botas de Messi ni el que agita ese tobillo devastador para el que no existe un marcador inabordable.
De cara al partido de vuelta Sant Jordi se ha comprado una camiseta de 300, ha leído incontables veces el mismo poemario de Lord Tennyson, se ha puesto varias películas de Christopher Nolan y ha buceado muchas horas por Youtube en busca de clips motivadores. Pero la épica sigue esquivando sus esfuerzos. No le sale, y al Barça tampoco. Puede ser un tema cultural. Pragmático por naturaleza, el catalán nunca ha hallado demasiada fuerza ni defecto en los ejercicios de fe. Pero en esta ocasión pesa más el resultado: ese terrible cuatro y sobre todo ese maldito cero que impide soñar al más fantasioso. Queda competir, que falta hace para elevar los ánimos de todos. Y compitiendo siempre puede abrirse una puerta insospechada. “¿Pero cómo?”, se pregunta Sant Jordi, que ha revisado veinte veces el partido en su atormentada cabeza.
El Barça de las posesiones en campo propio ya no tiene sentido, barrunta el santo, ojeroso y con los hombros caídos. Cuatro goles no se desafían seleccionando un puñado de ocasiones para cruzar el mediocampo. Sant Jordi piensa en Iniesta y el remordimiento le flagela. Si algún defecto tienen los germanos es que a veces ofrecen la mediapunta al rival y las conducciones del juglar manchego no pueden faltar a su cita con la batida de la presión alemana. Sí se echaron de menos en la ida, pero no fue el único problema de un equipo que a falta del faro que lo ilumina se mostró oscuro en casi todos sus aspectos. Atrás no hay mucho a toquetear: las bajas acortan una plantilla que ofrece pocas alternativas a un equipo que nunca se ha acostumbrado a defender sin balón. “¿Doble pivote?”. El Barça gana empaque cuando lo usa pero la ausencia de Busquets debilita toda apuesta por reforzar la defensa del ancho del campo.
“Hay que atacar”, eso está claro en la proyección de Sant Jordi. Lo exigen todos los factores. El guarismo, extremo. El equipo, porque es lo único que le permite compensar su gran fragilidad. Y el escenario, porque esta vez el Barça juega en casa y este factorEl Barça juega en casa y este factor puede inclinar el césped más allá de la lógica puede inclinar el césped más allá de la lógica del juego. Alaba y Lahm siguen ahí pero los extremos son la mayor fuente de variantes con la que cuenta el Barça para buscar algo que no encontró en la ida: la portería de Neuer. Pedro y Alexis siguen siendo las mejores opciones para sumar trabajo pero su presencia ofensiva fue mínima el 23 de abril. Se impone algún cambio. El más sencillo invertiría sus posiciones: en la izquierda Pedro da alas a Iniesta y en la derecha Alexis mantiene sus movimientos. Ahí pierde gol, pero en su caso eso da igual. “¿Y Tello?”, se pregunta el alicaído caballero. También abriría la banda izquierda y sería más incisivo que Pedro, que no anda muy fino. Si el campo se inclinara lo suficiente el Barça podría incluso aprovechar la baja de Alba para flirtear con el cierre de tres, entregar el carril derecho a Alves, cerrar a Alexis o a Villa y…
Opciones ganadoras en la cabeza de Sant Jordi. Pero la ilusión no resiste el primer envite de realismo.
No, el ánimo del caballero no levanta cabeza, desilusionado ante un reto imposible al que cuesta demasiado entregar un corazón que no quiere recibir otra herida como la de la semana pasada. Pero el fútbol es maravilloso, porque se acerca la hora y lo verdaderamente difícil, cada vez más, es no encontrar un motivo para confiar. En el último momento Sant Jordi enderezará un poco su espalda, abrirá más los ojos y se atisbará un pequeño brillo en su mirada. El gol ante el Athletic acudirá a la mente del caballero y una llama se avivará en su interior. No será la fe, no será la épica. Ni siquiera el juego. Será Messi o no será.
@pittiseverini 1 mayo, 2013
Si alguien puede, es Messi. Para los culés, queda confiar en el Gen10 y que el resto no cometa errores. Si no fuera este equipo que tanto ganó y tanto le gusta ganar, uno ya los podría dar por descartados. Pero no. Las chances están ahí.