El Mundial y la Copa de Europa cuentan por cientos los pequeños instantes que cambiaron el curso de las cosas. Apenas décimas de segundo, milésimas en algunos casos, que enterraron a buenas personas y encumbraron a mitos que hubieran podido caer, en el campo y en el olvido. El fútbol es un momento, más largo o más corto. Por eso cada gran historia termina con un fracaso concreto, que, por fatigoso o contundente, se apaga con un «me rindo». Efectivamente los ciclos existen, y nacen, procrean y mueren. Es la naturaleza de este sino, y no está de nosotros negarla. Pero errado vive aquél que no vive su tiempo, y el nuestro es el de Messi. Su tobillo izquierdo le viene grande a un juego que no tiene margen para crearle un problema imposible. El 1-0 de anoche es un alfabeto en las cuevas de Altamira, un Pentium en el despacho de Gutenberg, algo contra lo que no se puede estudiar porque no puede entenderse. Él siempre va a querer y casi siempre va a poder. No perderá tres veces seguidas. En cada mal momento conseguirá tender una mano a su equipo, darle una vida nueva y eternizar al FC Barcelona. El ciclo de Messi resistirá.
Ese 1-0 sólo fue el inicio imprescindible; restaban 86 minutos, en los que la generación completó su hoja de misiones: venció al fin una guerra perdida. Vilanova en Nueva York está acentuando su americana manera de interpretar todo esto: tú contra mí, de forma directa, sin trucos ni trampas. Es lo que le ha funcionado, lo que virtualmente le hizo ganar una Liga y a lo que renunció para intentar ser más, sin éxito -de momento-. ¿Da esta versión culé para vencer a un gigante? Es una pregunta a destiempo. Vilanova ayer propone lo que propone consciente de que su rival es el AC Milan, un equipo de plantilla discreta en cuyo once titular no se encuentra a nadie que pudiese figurar en un Bayern, un Barça o un Real. Y como al fútbol no se juega solo, al contrario hay que tenerlo en cuenta, y éste en particular se prestaba a cabrearlo sin miedo. Se sabía que un gol italiano valía por cuatro catalanes, pero también que si eran muchos habría mayoría barcelonesa. Tito se la jugó, preparó el terreno para que pasaran muchas cosas, en muchos sitios, en todo momento, sin excepción mínima. Leo anotó sus dos primeras y el Camp Nou se lo pasó de cine hollywoodense. ¡Acción!
Alves, Pedro y Villa hicieron del campo activo algo muy extenso; nada que ver con San Siro.
Tanta actividad necesitaba un espacio, y Vilanova lo diseñó con tres piezas muy claras: Alves, Pedro y Villa. Dani subió tanto que convirtió el 4-3-3 en 3-4-3, más o menos, haciendo que Constant, y no El Shaarawy, fuera su marca principal. Así el lateral izquierdo estaba ocupado. Parecido ocurría en la otra banda, donde Pedro producía poco -o nada-, pero apartaba a Abate, obligando a Flamini -interior derecho- a mirar hacia atrás y desatender a Iniesta, que tuvo más tiempo y sitio. Y luego estaba Villa de «9», que fue una especie de trozo de carne para Mexes y Zapata. Cuando los pesados centrales querían ir a por Messi, por el rabillo del ojo notaban una sombra que no les hacía gracia. El verde del campo, los lugares vacíos y el incomparable nivel técnico del Barcelona animaban a moverse, a ofrecerse, a intentarlo, a atacar. Y hubo más sorpresas.
Mascherano se merendó primero a Niang y luego a Kevin Prince BoatengLa elección de Mascherano fue la primera de ellas. El Jefecito no anuló su quite a Bendtner (2011) porque Niang, Valdés o el palo le echaron un cable, pero su juego fue básico para entender el plan. Su cambio de orientación hacia la carrera de Alves era un recurso de más, una salida más vertical y rápida que ayudaría a potenciar la deseada sensación de vértigo. Pesó, aunque no tanto como su papel sin balón. Mascherano en Barcelona no es concebido ni como central ni como pivote, sino como activo defensivo. Es un tipo que mide bien las distancias, que corre rápido y que cuando está cerca de la pelota se la lleva siempre. Sabedor de que el AC Milan jugaría a la contra, que su salida era la caída en apoyo de su «9» y que su «9» no sería ducho en ello, Vilanova pidió al jefazo que se anticipase a cada pase que le dieran como si le fuera la vida en ello. Una macheranticipación es algo ofensivo, un gesto de ataque, pues te permite salir rápido ante un rival que estaba saliendo. Lo pillas a contrapié y triunfas. El 3-0 de Villa es la mejor prueba. Mascherano fue decisivo.
Messi algo escorado a la derecha lo tiene más fácil para aparecerLo otro que con pelota marcó diferencias con respecto a la ida fue el posicionamiento de Messi, ligeramente escorado a la derecha. No como extremo, ni parecido ni cerca, pero sí con una tendencia visible a visitar esa zona que surcaba Daniel. Le vino fenomenal moverse un poco. El medio está lleno de gente, y en la banda sólo hay un par, así que pudo tirar algún regate e iniciar varios slaloms. Parecer Messi; que ya es suficiente, porque éste es el truco. Pareciendo Messi ya todos se asustan, se lanzan a por él y dejan solos a los demás. Como añadido, venir desde la derecha facilita muy mucho su control orientado favorito -interior de su bota izquierda hacia dentro, con salida a disparo o pase-, y así todo le es más fluido. Por descontado, y aunque apuntar estos temas no gusta, hay que considerar el terrible déficit de calidad del AC Milan, que en nada es élite. Ni técnica, ni táctica ni físicamente. Como es un caradura, volvió a poner morritos, por si el Barça le besaba otra vez y le convertía de nuevo en príncipe, pero no coló. Un buen Barça le es inaccesible.
La presión del Barcelona fue intensa y constante, pero no demasiado sólida. Busquets hizo milagros.
Y llegamos a terreno pantanoso: la transición defensiva del Barça, lo que sucedía cuando perdía el balón. La idea era presionar de inmediato, agobiar al ladrón y propiciar bien un robo alto -que se dio-, bien un pelotazo que devolviera la posesión a su dueño. La actitud fue positiva, pero en aptitud sólo aprobó Busquets. Una buena presión debe tener varios imanes: el balón y los posibles receptores. En el Barça todos iban a por la pelota, dejando unos espacios brutales a sus espaldas, en un gesto de clara irresponsabilidad competitiva. Hasta el Milan de Abate, Zapata, Constant y cía encontraba salidas o, mínimo, transmitía peligro a poco que tocaba, si bien el horrible trabajo del frente ofensivo (Niang, El Shaarawy y Boateng) neutralizó cualquier ventaja creada, lo que hizo que las pérdidas que se le quedaron por el camino no le saliesen rentables. Y ahora vamos con las excusas. Al Barça se le puede criticar su temporada en este aspecto, pero ayer era un día muy especial. Llegaba con un 2-0 y mil dudas en los hombros; la perfección no era ni una aspiración. Con el Milan se pide aún más realismo. Se le critica la persistencia en la salida rasa -tras el absoluto éxito así cosechado en San Siro-. A ver, Allegri no puede eliminar a este Barcelona. Usa a Boateng de Van Persie y a El Shaarawy de Ribéry, a Mexes de Thiago Silva y a Ambrosini de Busquets. La lógica no le valía; o el Barça hacía el papelón de la ida, o los suyos se transformaban en quienes no eran, o iban a perder 4-0. El Barça es muy blando en su transición ataque-defensa, era una clara debilidad a aprovechar y apostó a ello.
Robinho y Bojan aprovecharon la gran debilidad culé en defensa y asustaron al Camp Nou.
El AC Milan fue más continuo con Robinho y Bojan Krkic; dos delanteros que toman decisiones correctas y tienen técnica para que éstas lleguen a buen puerto. La imagen del Barça no fue buena entonces. El heptacampeón sacó fuerzas de no se sabe dónde y murió siendo el grande de los dos, hasta la jugada de Robinho, una falta en el mediocampo en la que mandó a sus centrales arriba para luego dar un pase corto a Muntari. «Tengo calidad de sobra y voy a hacer mi fútbol hasta el final. A mí la presión no me supera». No sigan dándole vueltas al tema, así fue la particular reflexión del cándido brasileño. Palabra de robinhólogo.
Tal y como dijimos hace siete días con el otro gigante español, ahora mismo sólo cabe una lectura positiva. Hoy no sabemos nada malo sobre el Barça que no supiéramos ayer. La única información nueva que nos consta es que es cuartofinalista de la Champions League y que lo ha logrado de forma heroica, sembrando un precedente glorioso al que se recurrirá durante décadas cuando se tenga que remontar un resultado adverso. El season-ball se ha salvado. Quedan tres semanas para la siguiente fecha en negrita, la plantilla ofrece un enorme margen de mejora, el ánimo es idóneo para trabajar y Vilanova está a un paso de volver con sus chavales. Ilusionarse es una obligación. Europa aún está a tiempo de ver al FC Barcelona 2012/13.
Abel Rojas 13 marzo, 2013
@ Cassavattes
Hubo suerte en que saliera tan bonita y clara 😉 Gracias.
@ Zas
Yo no estoy de acuerdo en que al Milan le faltara personalidad. De hecho vi todo lo contrario. Que en los 3-4 minutos posteriores a cada gol se quedó a merced? Joé, pues como le pasa a todos. Es que los goles duelen muchísimo. Pero vi un equipo que quiso salir jugando desde atrás y lo intentó siempre, que quiso defender fuera del área y ahí se quedó y que terminó los últimos 10 minutos embotellando al Barça.
Al Milan lo que le falta es calidad en todas las líneas. Una inyección de 150 millones de €uros tirando por lo bajo. Pero personalidad en mi opinión no les faltó.
@ Calaboca
La verdad es que el partido de Villa me pareció malo. El Barça sacó partido de su posición, pero ni creo que se moviese demasiado bien, ni que participara correctamente. A mí Villa no me sorprendió. Hizo el partido que esperaba. Con gol, que podía pasar perfectamente.