El cuento de un gol | Ecos del Balón

El cuento de un gol


Me imagino a Peter Crouch viendo cómodamente la televisión en su casa y observando con naturalidad un golpeo de los que dejan impronta duradera. Es esa manera de fijar el pie de apoyo y dejar fluir, con el convencimiento de que todo lo demás será simplemente una concatenación de notas armónicas, lo que a mí me sorprende. Crouch arma la acción sin pedir clemencia al espectador, que naturalmente se ofende porque un futbolista que supera, a partes iguales, los dos metros de talento y altura consigue plasmar con el menor esfuerzo algo que nace en la raíz de la imaginación.

Tiene que ser curioso comprobar cómo presta atención a la pantalla, repasando el transcurso del proceso. Supongo que la sensación es parecida a la que se manifiesta cuando Lapsos cortos de tiempo unen fútbol y arte nosotros reproducimos un vídeo de nuestras fiestas de cumpleaños de aquellos tiempos en los que no levantábamos dos palmos del suelo y todo era alegría y tartas de chocolate o a la que siente el joven escritor cuando relee sus primeros textos en los que no encontraba palabras para expresar que estaba dispuesto a comerse el mundo. Entre autenticidad, realismo y un no querer mirar; porque el recuerdo propio no gusta de alteración ajena.

Ubicado en las afueras del área grande, embolsa la pelota con una caricia suave de interior tras recibirlo a partir de un toque tibio amortiguado con la cabeza; de no hacerlo así, el golpeo nunca hubiese firmado las paces con la ordenación de su cuerpo. El movimiento lo lleva a sumar un paso con su pierna izquierda para así poder alterar la situación de su cadera de cara a impactar con el balón en el punto de ebullición. Ahí, en el momento en el que Crouch levanta sus tacos unos centímetros por encima de la superficie del césped, es posible encontrar respuesta al enjuague de cuestiones que se plantean en un parto totalmente imprevisto.

Arquea la espalda como tensando el arco que imprime fuerza a la flecha y eleva su pierna derecha estirándola a la altura necesaria con Crouch busca otro escondite para la pelota el objetivo de calibrar la distancia entre el punto de contacto, la posición de Joe Hart y la portería. Todo transcurre en un espacio de tiempo que no supera los dos segundos, pero el visionado concreto de esa franja permite llegar a admirar un mecanismo que se acciona del mismo modo que la pinza que recoge el contenedor de basura y vuelca los deshechos dentro del camión que los almacena. Evidentemente, los brazos del hombre de piernas infinitas no quisieron quedarse atrás vulnerando la perfección plástica y se sumaron con porte a la producción artesanal de la jugada.

La sucesión es tan rápida que uno no tiene tiempo para pensar si, en el preciso momento en que su retorcido empeine choque con violencia con el esférico, el resultado material será el que finalmente fue o simplemente el balón saldrá despedido de forma abrupta contra las gradas del Britannia.

Es la magia de este tipo de situaciones la que se suma a la reivindicación de la complejidad y el disfrute de la extravagancia artística del fútbol.

Tras la impresión entre cuero y extremidad llegó la impresión de los jugadores, los aficionados y un Tony Pulis desbordado por la magnitud de lo que allí acababa de suceder. El balón cogió la autopista con destino al gol y no se detuvo a pagar el peaje del cara a cara contra uno de los porteros más en forma de la Premier. Un tanto que despega en la esencia aéra del Stoke y aterriza en la diminuta región de la memoria del aficionado en la que almacena todas aquellas pequeñas cosas que convierten un juego en un arte.

Peter Crouch, que innegablemente comparte lazos familiares con el Conejo Blanco, el Sombrerero Loco, el Gato de Cheshire y la Reina de Corazones nos recordó una vez más, a nosotros y a Lewis Carroll, que su sitio siempre ha estado en el país de Alicia.


9 comentarios

  • Jordi Amat 29 marzo, 2012

    Rosende le está dando a Ecos del Balón algo que necesitaba para ser un producto redondo. Aplaudo con pasión vuestros primeros días en la nueva web pese a que hoy como aficionado al fútbol estoy deprimido por mi equipo. Rosende, eres muy bueno.

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  • @martincasti 29 marzo, 2012

    Rosende y el Stoke. Era necesario. Gran columna, Carlos, como siempre.

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  • @theRosende 29 marzo, 2012

    Gracias Jordi! Y mucho ánimo con ese bajón post 0-0.

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  • @ecosdelbalon 29 marzo, 2012

    @ Martín Castiñeira

    Rosende está cambiando.

    Lo próximo es que diga que ganar feo le gusta más que empatar con belleza.

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  • @migquintana 29 marzo, 2012

    El Stoke también tiene verso.

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  • @theRosende 29 marzo, 2012

    @martincasti Crouch es un tío que une el practicismo del mundo 'Stokiano' con un mundo maravilloso de formas raras y plásticas. Merecía la pena intentar escribir unas líneas sobre eso. 😀

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  • @martincasti 29 marzo, 2012

    @therosende Incluso ese gol une las dos cosas. En la jugada el balón no llega a tocar el suelo. Saque largo de Begovic, Crouch la gana por arriba, Pennant se la devuelve de cabeza, y Peter la controla y le pega sin dejarla caer. Puro Stoke. Puro arte ^^

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  • Papito 29 marzo, 2012

    Carlos, a la mínima que el fútbol te da algo de poesía, tú se la devuelves.
    A mí Crouch me recuerda a un personaje de la película "Big Fish", esa figura rara que no debería encajar en esa sociedad de hombres rudos que es el Stoke, y que sin embargo parece haber pertenicido a ellos toda la vida.
    Crouch, el Stoke (que mira que no es santo de mi devoción), ese gol… en definitiva, la Premier que tanto nos gusta…

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  • @theRosende 29 marzo, 2012

    Crouch tiene esa gran vitud de encajar en cualquier contexto distinto, en cualquier sociedad diferente. Él mismo es una mezcla de lo positivo que evidentemente va asociado a la talla que tiene, pero también al virtuosismo desequilibrante del más pitufo. Es justo eso Papito, parece que ese no es su lugar y a pesar de ello se aclimata a lo que le echen, al Sahara y a Siberia. Es lo más llamativo de un jugador que sin ser realmente diferencial nunca ha dejado de sumar y, lo que a mi más me gusta, es que deja un legado de movimientos y goles muy importante.

    Jajaja. La jugada es un clásico, de esas que uno se sabe de memoria y que a mi me parecen tan sumamente aburridas -y enormemente útiles-. Lo glorioso es que el buen y largo delantero se inventa esa genialidad y uno hasta se olvida -al menos yo- de lo que pasa antes del penúltimo toque. No la pude ver en directo, pero en diferido lo primero que pensé fue "esto es otra 'broma' de Crouch… y ya van unas cuántas".

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