Me encantaría saber por qué la Copa de Europa no es sólo fútbol. Por qué sigue siendo fútbol y literatura, dos artes tan distanciadas unidas de una forma tan uniforme, tan inseparable. Entiendo que hace décadas fuera así, tiene su lógica. Las parabólicas no existían, la información que se tenía del rival era apenas más que un conjunto de rumores, seguro, exagerados y la imaginación completaba el trabajo diseñando el mitológico marco de la competición perfecta. Pero… ¿por qué sigue sucediendo? El fútbol ya no tiene secretos. Es voz común que ni el Calcio ni el Milan atraviesan un momento agradable, y se deduce que el típico ritmo de la Premier, encarnado por el Arsenal de la misma manera que por cualquier otro, debería hacer daño a la lentitud italiana. Pero todo eso queda en un segundo plano. Allegri, tras su fracaso contra el Tottenham, ha entendido el torneo. No es que Ramsey conozca la vida de Sacchi, Baresi, Maldini y Van Basten, pero si el AC Milan sale como debe, San Siro los verá reflejados en Thiago, Boateng, Robinho e Ibrahimovic; y Ramsey no sabrá, pero sí sentirá, quiénes fueron aquellos campeones. Por eso San Siro es tan mágico cuando se tiñe de rossonero.
También en cuanto al puro juego tuvo un papel protagonista el estadio. El rectángulo verde presentó un aspecto risible, cachondo y extremadamente beneficioso para los locales. Dos bandas oscuras deEl estado del césped vino muy bien a los de Allegri césped arenoso estrechaban el terreno de juego útil a poco más de 3/5 de ancho, una circunstancia bendita para un equipo que suele cerrar a sus laterales sobre el mismo área cuando se trata de defender. Es quizá por esto que Wenger decidió dar entrada a Rosicky donde Oxlade, consciente de que el futbolista ayer sólo podría mostrar su habilidad en el carril central. El caso es que el Arsenal nunca encontró la forma de expandir al centro del campo milanista para ganar la espalda de Van Bommel, y terminó cayendo en el mismo error de siempre que le sucede esto: Abrir a sus propios centrocampistas. Lógicamente, la pérdida de balón se daba con un vacío en el carril del medio muy acentuado, y el Milan transitaba con suma comodidad a partir de Boateng, Robinho y Zlatan.
Ellos tres por sí mismos destrozaron el débil entramado defensivo gunner. El principio más constante fue el delantero sueco, quien muy probablemente firmó ayer su gran legado en la competición queLos centrales gunners nunca pudieron evitar la recepción de Zlatan siempre le ha rechazado. Un movimiento tan simple como tirar un apoyo, sacar al central y situar su cuerpo entre el expeditivo (loco, inocente, mal) defensor y la pelota generó un fútbol de gran riqueza. Song, habitualmente abierto para crear espacio en el ataque posicional, quedaba lejísimos de la recepción de Zlatan, y éste tenía espacio y tiempo para maniobrar y decidir. Ciertamente, la dupla Boateng-Robinho le viene que ni pintada. El ghanés es pura profundidad, pura hiperactividad vertical, pura energía. Las virtudes de uno compensan los defectos del otro. Y Robinho, aún en el peor momento de su carrera, no ha perdido su cerebro. Sencillamente juega al fútbol como dos, tres, cuatro… cinco delanteros a lo sumo. Su calidad posicional y su acierto en la toma de decisiones maquilla a sus dos compañeros, ambos con muchos problemas para entender este deporte como una globalidad.
En la segunda mitad, en lo que fue una confesión de desesperanza, Wenger tiró de lo que otrora le funcionó casi siempre, Henry. Henry no iba a solucionar nada con su fútbol, pero el mundo creyó durante algunos instantes que podía trasladar a sus compañeros un poco de ese algo que hubiese dejado viva la eliminatoria. Y es que precisamente ahí estuvo el principal déficit del Arsenal, en ese algo inexplicable, y es imposible desvincular a Arsene de ello. Los londineses acumulan demasiados vicios insostenibles. Los centrales no pueden salir de esa forma en transición defensiva, los centrocampistas no pueden abrirse de esa manera durante el ataque posicional en busca de espacio y cualquier gunner en general no puede tener la escala de prioridades que tiene. Hubo una jugada matadora. Aquélla en la que Vermaelen, en la segunda mitad, lo dio todo en una carrera desde el área hasta la orilla para evitar un saque de banda. Lo evitó, la pelota cayó en los pies de un Milan que miraba de cara y el Arsenal no tenía a su central en el área. La Champions te exige demasiado como para estar siempre tan expuesto al error. La labor de Wenger de 2009 en adelante es tan discutible como brillante, épica e histórica fue hasta entonces. Robinho e Ibrahimovic le deben una noche inolvidable.
DBEcos 25 marzo, 2012
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