
Vivimos tiempos, ahora mismo, para los que parecemos no estar preparados. Hasta en esto el fútbol es tan inmenso como la propia vida de las personas y las sociedades, por muy grandilocuente y ampuloso que suene. Entendiendo que para lo primero esperemos y logremos estarlo, podemos asegurar que nunca vamos a estar listos para comprender la lógica interna del fútbol como juego transformado en competición, por mucha experiencia que vayamos acumulando. En muchos otros ámbitos y campos, el almacenamiento, organización y consulta de los documentos y hechos se hace con el ánimo y la facultad de recurrir a la historia para poder comprender el presente y el futuro. Pero en el fútbol no es así, no al menos desde la razón. Podremos seguir consultando la historia, y todo lo que un día existió volverá a existir, se reciclará, pero el archivo del fútbol no le va a explicar al que lo consulte por qué Marcos Llorente, nacido al fútbol como mediocentro posicional, marcó dos goles para eliminar a uno de los mejores equipos del siglo actual. Podrán encontrar casos análogos en el archivador pero no encontrarán el porqué sucedió. Nunca habrá descanso ni alivio para los empiristas.
El fútbol fue nuevamente una continúa escapatoria de la razón y la lógica
Otro episodio más, la Champions League, competición que (sus)pende de un hilo, retuerce su naturaleza, entre la correlación de géneros, recursos narrativos, remakes, sagas y todo lo que se nos ocurra a nivel ficción. Pero siempre con un punto de partida. En esta ocasión, el 1-0 del Metropolitano vino dado por una serie de patrones e ideas que le otorgaron la ventaja a Diego Simeone, esa mínima con la que seguir construyendo un lenguaje que sólo a él le pertenece: viajemos a Anfield, que allí todo se da por perdido, como a mi me gusta. Una ventaja que, aquí sí, mantiene unos códigos emocionales que condicionan por completo, llegando a determinar: no marcar fuera de casa es un negocio que nace tambaleante. Así que Klopp debió pensar en hacer un partido de muchos goles, por lo que pudiera ocurrir. Y el Liverpool, un equipo imborrable, que tiene dentro, sin pensar y en sus estándares, en su cotidianidad, un partido de acoso, derribo y victoria, lo va a hacer, lo va a lograr. Aunque sea precisamente ese el estímulo de un Atlético contracultural y aunque no sea suficiente para esta Copa.
En el partido de ida, a modo de breve recordatorio, lo que buscó Simeone es que el Liverpool creyera que su sistema tiene fugas cuando le taponas sus zonas de incorporación, hasta el punto de que se concluyó que el equipo inglés, que no crea ocasiones desde el regate o la creatividad individual sino desde el sistema, una maravilla de la ingeniería futbolística a la que habría que acudir como doctrina de fe, no tenía por donde progresar. Simeone negó espacio a espaldas de su defensa, cerró la línea de pase previa a la incorporación, tras pared, de sus laterales, y ahogó al Liverpool superando en ritmo, sistema de ayudas y artesanía defensiva desde la coordinación de las líneas y el trabajo de las tres, zaga, medular y puntas. Y tras eso, Klopp dijo ayer que no. Que su sistema tiene suficientes recursos colectivos para crear zonas de incorporación, que para eso ha interiorizado variables entre laterales, interiores y extremos con tal de que las asignaciones no sean fijas. Entre una acción y la siguiente, el que fija fuera, el que arrastra y el que acude al área pueden ser unos, pero luego otros.
Klopp supo encontrar la zona por donde debía incorporarse un equipo nacido para llegar y no regatear
Sin embargo, el valor del planteamiento del alemán incide en que los jugadores de mayor envergadura ocupen zona de remate, entendiendo esa virtud física como la del salto en clave Wijnaldum y la del control y disparo en la ‘sorpresa’ de la noche, Oxlade-Chamberlain, que quita el sitio a Fabinho y da sentido a los cambios necesarios para el campeón de Europa. Lo que va a lograr Klopp es limpiar constantemente la frontal del área para coronar la ventaja con la llegada de hombres de segunda -Wijnaldum y Oxlade- y tercera línea -Robertson- así como el corazón de un área donde Saúl o Thomas ya no van a ayudar frecuentemente, pues uno de ellos va a ocupar la zona del central que se ha ido fuera a perseguir el desmarque de un ‘red’ a la espalda de Lodi. Ese arrastre es la zona de incorporación que va a darle el dominio del partido en el plano táctico. El picaporte con el que Klopp y su memorable obra futbolística van a abrir la puerta, sobre todo en una segunda mitad donde Jan Oblak y Felipe Monteiro trataron de cerrar las ventanas correspondientes.
Y ese acoso va a derivar en un punto: el límite. Todos los síntomas que se suceden en la segunda mitad van a extenuar al Atlético de Madrid. Su defensa ya es por acumulación y resignación, aunque siga salvando centros al área. Pero los flancos caen en dominó y los remates cada vez se producen más cerca de Oblak, que no es sino a quien debe encomendarse, casi por deseo, el Atlético cuando antes de llegar a él, el rival le ha soltado guantazos uno detrás de otro a las zonas de fuelle y respiro. Así que allí va a ir Simeone, a darle aire a su equipo y a darle liturgia a esa resistencia en la que el Liverpool va a encontrar premio, aunque fuese en la prórroga. El Cholo tiene en su presente muchas dificultades, por eso pisa y cruza charcos a 180′ en base a su lugar en el mundo y luego no puede ir con lo mismo cuando ya no encuentra contexto para serlo. Su equipo no tiene piernas, desde hace tiempo. Tiene manos, cabeza, memoria y entrenador, pero no tiene cómo aguantar miradas y amenazar espacios.
La entrada de Marcos Llorente le dio aire y piernas, posibilidad, al Atlético más dominado
Marcos Llorente, a quien Simeone ha tenido que ver de otra forma para ocultar su inquietud defensiva y su irregular gestión técnica del robo en campo propio, viene insistiendo en empoderarle con la medalla de ‘mejores piernas de la plantilla’, sobre todo por zancada y explosividad, mejores que las de Vitolo, Costa o el recién llegado Carrasco. Añadiendo que Simeone así no pierde centímetros a balón parado para situaciones de eliminatoria, la entrada del madrileño hizo subir a Correa un escalón, permitiendo darle el sentido a un Joao Félix que de aquí al futuro viene a ser el rosario de su pastor, pues el último pase del portugués es una reliquia del mismo valor que el de la espera defensiva como plan. Esperando y aguantando, el Atlético se maneja en una lengua que es difícil explicar. Cree más que nadie cuando ha estado a punto de morir, un sentimiento que es la otra cara de una moneda cuyo anverso dice que se está cerca del error cuando ya comienzas a temer perder lo ganado. Adrián fue la cruz de un encuentro que queda almacenado para no ser comprendido, la verdadera adicción de este tremendo invento.
Peter Parque 12 marzo, 2020
Es impresionante como me atrevo a decir con casi total certeza, que en una situación similar, tanto el Real como el BarÇa actuales, siendo equipos superiores en prácticamente todo al atleti, probablemente habrían salido goleados ayer de Anfield. Y es que el cholismo es esto, sufrir hasta la extenuación, y en eso son mejores que nadie. Pero luego puede llegar un Leizpig o un equipo que ceda la iniciativa de turno, y echarlos fuera.
Qué bonito es el fútbol.
Oblak es el mejor parador que he visto.
Y por último, ahora queda una UCL preciosa, el gigante, el único equipo repleto de certezas, el único favorito y actual campeón ha caído. Ahora quedan: Un City y un Psg sin grandeza de campeones, una Juve, Madrid, Barcelona muy dubitativos y con más dudas que certezas, unos atrevidos pero faltos de callo Leizpig y Atalanta; y un Napoli y Lyon que no dejan de ser unas incógnitas