La Quinta del Buitre: futuro, presente, pasado (II) | Ecos del Balón

La Quinta del Buitre: futuro, presente, pasado (II)


El Mundial de Mexico había refrendado el estatus de varios de los jugadores madridistas. Especialmente Valdano, que llevaba dos temporadas a muy buen rendimiento, se consagra como un delantero de primer nivel. Sin embargo, el campeonato deja también una consecuencia desastrosa para la plantilla blanca: Antonio Maceda se lesiona de gravedad y no volverá a jugar con el club. Así pues, el que estaba llamado a ser pilar defensivo madridista para el siguiente lustro pasa en blanco tres de los cuatro años de su contrato. Se retirará en 1989, incapaz de haber superado su lesión. La búsqueda del sustituto de Maceda será uno de los constantes culebrones para el Madrid cada verano. Hallar un recambio para un jugador de esa categoría no era fácil, y realmente no se encontraría hasta el momento en que Fernando Hierro pasa a la posición de central varios años después. Mino, el primer hombre firmado para acometer esta tarea, decepcionó. Era un central fuerte, pero carente de la calidad del saguntino Maceda, y no triunfaría en el equipo. Junto a Mino, el otro fichaje de ese año es Paco Buyo, un agilísimo portero que pronto se convertirá en ídolo de la afición. Llega del Sevilla para sustituir a los retirados Miguel Ángel y García Remón y su carácter, sus locuras de cuando en cuando y su capacidad para aparecer en los momentos importantes le consagrarán en el Bernabéu.

LA QUINTA. EL PRESENTE

En todo caso la firma más significativa del verano del 86, aparte de la que convierte a España en miembro de la Comunidad Económica Europea, se da cuando Leo Beenhakker, un holandés con experiencia en el Ajax y el Zaragoza, asume el mando del equipo. Con él, el Madrid alcanzará su juego más brillante en un trienio que debería traer la Copa de Europa a Concha Espina. Había equipo y había juventud para lograrlo. Con Beenhakker el Madrid se convertirá en un equipo con mil caras. Cada cambio, cada jugador que entraba en el equipo hacía variar el esquema. El Madrid empieza a jugar más dependiendo de los roles del jugador que de una formación concreta. Aunque el sistema base será el 4-3-3, los roles de Michel y Gordillo y la presencia de Valdano harán que el Madrid sea un equipo distinto cada vez que salte al césped. Pero la idea era la misma: tener la pelota, ser verticales y atacar.

En la Liga, el Madrid no empezó bien y parecía que el Barcelona de Venables le podía ganar la partida. Los culés habían fichado al máximo goleador del Mundial y uno de los futbolistas de moda en Europa, Gary Lineker, y junto a él otro ariete británico de campanillas, el galés Mark Hughes. Con Schuster moviendo al equipo, el conjunto de Venables parecía un sólido candidato a hacerse con el campeonato, que estrenaba un curioso formato, el llamado play-off, que extendería la duración del mismo en diez partidos más, con una mini liguilla entre los seis primeros clasificados. En el plano europeo, el que más atraía al Madrid, el equipo comienza bien, aplastando al Young Boys suizo antes de coronar a Buyo en una eliminatoria victoriosa ante la Juventus. Fue un doble duelo de poder a poder, con un gol de Butragueño dando ventaja al Madrid tras la ida.

En Turín, un tempranero gol de Cabrini empató las cosas, y aunque el Madrid realizó un buen partido, falló bastante y ambos equipos se vieron abocados a la tanda de penaltis. Beenhakker hizo que Valdano, que jugaba por la derecha del ataque, retrasase su posición al medio del campo cuando la Juve tenía a pelota, recuperando su posición en el ataque cuando eran los blancos quienes tenían el cuero. Esto obligaba a Manfredonia o Bonini a retrasarse para ayudar a la línea defensiva, dejando al Madrid con superioridad en el medio. Ahí apareció la pausa de Ricardo Gallego y las internadas en los costados de Michel y Gordillo. Esa línea de tres nominal no lo era, como venimos explicando, y tanto el madrileño como el extremeño tenían libertad para incrustarse en el medio, ayudando a Gallego, o para abrirse en las bandas. No era fácil que los italianos les siguiesen de cerca. En la defensa, Sanchís y Camacho marcaban a Serena y Laudrup, los atacantes bianconeri, mientras Chendo, al igual que en el Bernabéu, fue el encargado de seguir a Michel Platini. Con el lateral murciano marcando al francés, no era raro ver a Michel de vez en cuando ocupando su lugar en el carril derecho, o a Sanchís caer a ese lado mientras Gallego tomaba a Serena temporalmente. De lo que vemos reflejado en las tácticas de futbolín de los periódicos a lo que pasa en el campo media un abismo. Y en pocos casos ha sido esto tan acusado como con el equipo de la Quinta. En los penaltis, la cosa no pintaba bien cuando Hugo Sánchez falló el suyo, algo nada común, pero ahí apareció Buyo para detener dos y dar el pase a su equipo, refrendando de paso el acierto de su fichaje.

En cuartos de final, se produjo un duelo de alto voltaje con el Estrella Roja. En Belgrado, los yugoslavos dieron un recital, derrotando al Madrid por 4-2. El equipo rojiblanco, que empezaba a incubar el proyecto que desembocaría en su victoria europea de 1991 estaba liderado por el joven Stojkovic, de 21 años, y que pertenecía a una fantástica generación de talento que aparecía por el continente en esa época: Scifo, los miembros de la Quinta, Hagi, Laudrup, Giannini, Vialli y Mancini, van Basten… Gozaba de buena salud el juego en Europa. Al lado de Stojkovic destacó Mitar Mrkela, un extremo velocísimo al que Mendoza echó el ojo -aunque nunca cumpliría con las expectativas generadas- y un centrocampista lento, pero que controlaba el ritmo del juego a su antojo. Milan Jankovic fue uno de esos directores de juego que hacían lo que debían en los 80 pero que nunca fueron valorados en su justa medida porque su fútbol no era el que imperaba en la época. Si hubiese jugado veinte años más tarde no tendría precio. En el Bernabéu, el Madrid fue capaz de remontar, siguiendo con la tradición de anteriores años, pero Jankovic había comprado su billete para Madrid. El yugoslavo, recién cumplidos los 27 años, recibió el visto bueno de las autoridades de su país para abandonar el fútbol nacional en enero de ese mismo año. Poco podía imaginarse que, apenas un mes después de jugar contra el Madrid, se vestiría de blanco.

El Real Madrid fue aprendiendo a competir sobre la marcha en la Copa de Europa.

Durante el invierno el Madrid comenzó a apretar el acelerador, lo que le permitió disputar el título con el Barcelona. Con la base creada por Molowny y las ideas de Beenhakker, el equipo recuperó el tono y el fútbol comenzó a fluir. Pero un contratiempo alteró los planes del madridismo cuando Jorge Valdano contrajo hepatitis. Su último partido con el Madrid fue precisamente aquel partido de vuelta ante el Estrella Roja. No volvería a vestirse de corto. Milan Jankovic llegó para sustituirle, ocupar su plaza de extranjero y hacerse con los mandos del centro del campo del Madrid. Las piezas para la mejor versión de esa generación estaban sobre el tapete. Pero la andadura en Copa de Europa ese año se acabará en semifinales. El Madrid debe enfrentarse al Bayern y, como prácticamente cada vez que viaja a Alemania, el partido es un completo desastre. Empezando por la incapacidad de Mino en el centro de la defensa y siguiendo por el lamentable -y célebre- pisotón de Juanito a Matthäus tras una tremenda falta de este a Chendo. Tarjeta roja y posterior sanción de la UEFA. El último partido del ídolo madridista en Europa. El Madrid, para colmo, perdió 4-1 y ni siquiera la reciente buena racha de remontadas europeas en la caldera del Bernabéu influyó en los bávaros. Tan cómodos se sintieron que Augenthaler regaló una mítica imagen, haciendo los cuernos a la grada. Los teutones pasaban a la final, que perderían ante el sorprendente Oporto de Paulo Futre y Rabah Madjer. Para el Madrid había sido una buena primera experiencia en la máxima competición continental. Había tiempo. Liberados de la tensión europea, el conjunto de Beenhakker ganó la liga con tres puntos de ventaja sobre el Barcelona.

En ese verano del 87 el Madrid sigue con su búsqueda del sucesor de Maceda y del Valencia llega Miguel Tendillo, un defensa internacional con buen pie y experiencia. Es, sin ninguna duda, un recambio mucho más adecuado que Mino, y Tendillo se convertirá en un comodín para el equipo, jugando de central y de lateral con mucha solvencia. También llega Paco Llorente, sobrino del mítico Paco Gento. Llorente se desvincula del Atlético de Madrid mediante la cláusula de rescisión, convirtiéndose en el primer futbolista español en hacerlo. El rapidísimo extremo se convertirá en el arma secreta del Madrid durante esta temporada y aportará al equipo lo que se suponía que Mrkela haría de haber fichado. Sin Valdano, Beenhakker opta por dejar el ataque a Hugo Sánchez y Butragueño. El mexicano, que venía jugando un poco escorado a la izquierda empieza a ocupar el centro y el Buitre tiene libertad para venir a recibir y moverse por el frente de ataque. Formarán una pareja que se compenetrará a las mil maravillas. El madrileño estaba ya plenamente asentado como una estrella europea. Ese año quedaría tercero en la votación del Balón de Oro, al igual que había hecho el año anterior. El premio Bravo al mejor jugador joven de Europa lo había ganado los dos años antes, lo cual dice mucho de su categoría, ya que hemos repasado en este artículo quienes eran sus compañeros de generación. Con Hugo en el equipo, el Buitre se convirtió en un asistente de lujo, un jugador que atraía marcajes y hacía más fácil la vida de sus compañeros. También marcaba, por supuesto, y era especialmente hábil en los espacios cortos dentro del área. Butragueño se paraba y amagaba sin amagar -amago neutro-. Arrancaba y ya no podías pararlo. Así marcó uno de sus goles de cabecera, al Cádiz en febrero del 87, subiendo la línea de fondo a base de pura calidad y picardía.

Michel y Hugo Sánchez realizaron, a su manera, lo que en la NBA estaban haciendo Stockton y Malone.

Por su parte, Míchel también era una figura consolidada, clave en el mediocampo del Madrid y la selección. Su extraordinario despliegue le permitía jugar más como interior o también pegado a la cal, donde sus centros con la derecha estaban entre la élite mundial. Michel para Hugo se convirtió en el Stockton to Malone del fútbol. Sanchís estaba en la misma posición, indiscutible en su interpretación del rol de defensa central. No era muy fuerte, ni especialmente rápido, pero era tremendamente inteligente, leía bien los espacios y medía los tiempos de manera excelente. Subía con criterio y era siempre un recurso para mover la pelota en el mediocampo. ¿Y Martín Vázquez? Para el centrocampista, el miembro más joven del grupo, esta será la temporada de su consolidación. Ya había jugado regularmente los años anteriores, pero el esquema con tres centrocampistas y la presencia de veteranos con más galones le restaba protagonismo a su indudable calidad. Sin Valdano y sin Juanito, una cuarta plaza de centrocampista se abrió y ahí es donde Martín Vázquez va a entrar y brillar. Con Michel más en la derecha y Gordillo más en la izquierda, Jankovic se hará con el timón del equipo y Rafael será su acompañante. Llegará con claridad a zona atacante, caerá incluso a la izquierda en ciertos momentos y se convertirá, paso a paso, año a año, en la mejor fuerza creativa del Madrid. Una vez más, es el tipo especial de jugador que eran Gordillo y Michel el que permite al equipo blanco tener amplitud en las bandas -sin tener unos laterales especialmente atacantes- y ser fuerte en el medio.

La Liga será un paseo, ganado con once puntos de ventaja sobre el más inmediato perseguidor, la Real Sociedad, que vivirá una pequeña resurrección de sus ilustres veteranos, estando dirigida por uno de los entrenadores de moda en España, John Benjamin Toshack, el galés ex delantero del Liverpool. El Madrid oirá más sobre él y su fútbol simplón en el futuro. El Barcelona, que otros años había dado guerra, quedó sexto, hundido entre problemas internos. Los madridistas arrasaron en un campeonato que nunca estuvo en duda, marcando 95 goles y encajando solo 26. Este es seguramente el mejor Madrid de todo el ciclo, y su trayectoria durante el año se puede considerar impecable. Es por ello que cuando el bombo de la Copa de Europa decidió ponerle a prueba, el Madrid respondió como el campeón europeo que todo el mundo pensaba que iba a ser.

Los partidos ante Diego Armando Maradona fueron la primera bomba de aquella Copa de Europa.

Las emociones fuertes empezaron bien pronto, ya que en primera ronda tocó ni más ni menos que el Nápoles de Maradona, flamante ganador de la poderosa Serie A. Para más inri, el Madrid tuvo que jugar su partido de ida en el Bernabéu a puerta cerrada, debido a una sanción de la UEFA por incidentes en la eliminatoria contra el Bayern el año anterior. Allí se produjo uno de los momentos más conocidos de toda la historia de este equipo, cuando Chendo fue encargado de marcar personalmente a Maradona. El murciano era un habitual de estas lides, pero Maradona eran palabras mayores y se temía que este duelo desequilibrase la balanza. Y lo hizo. El de Totana realizó un trabajo perfecto sobre el astro argentino y hasta se permitió el lujo de tirarle un caño. El día en que los pajaritos dispararon a las escopetas, dijo Valdano. Michel y Fernando de Napoli en propia puerta sellaron un 2-0 esperanzador. Pero faltaba ir a San Paolo, en un ambiente muy caldeado, y contra un equipo que tenía todo para ser un aspirante al título europeo. Esta prueba de fuego la superó bien el Madrid, a pesar del tempranero gol de Francini para los partenopeos. El Buitre empató justo antes del descanso y calmó los ánimos. A pesar de la presión italiana en la segunda parte, el equipo aguantó bien. Beenhakker cambió a una defensa de tres centrales con la entrada de Mino por Gallego en el descanso usando a Chendo y Solana como carrileros de marcado carácter defensivo. También Jankovic sustituyó a Martin Vázquez para matar el ritmo del partido y que no se jugase más -¿suena familiar esto?-. El Madrid pasaba de ronda, y allí esperaba el campeón en título, el Oporto. Y como un campeón cayeron los portugueses, haciendo sufrir lo indecible al conjunto merengue. Se adelantaron en Madrid con un gol de Madjer, su gran ídolo y héroe de la Copa de Europa el año anterior. Solo un arreón en los últimos 20 minutos del Madrid pudo obrar la remontada. El técnico holandés tuvo que recurrir a Santillana, el viejo guerrero, y también a Paco Llorente que entró sustituyendo a Martín Vázquez -este todavía era el primer cambio casi siempre, no importa lo que quisiese hacer el entrenador-. Llorente mostró indicios de que iba a ser una pesadilla para la defensa portuguesa y con goles de Hugo Sánchez y Sanchís el Madrid llevó a As Antas una mínima ventaja. En Portugal se sufrió un calvario, con un Porto dominante que de nuevo se adelantó y una vez más tuvo que recurrir Beenhakker a Paco Llorente. Retiró a Solana en el descanso e introdujo al sobrino de la Galerna del Cantábrico para jugar de extremo izquierdo. Gordillo pasó a jugar de lateral, posición a la que mucha gente lo asocia pero que rara vez ocupó en el Madrid. Y ahí empezó el show de Paco Llorente, que con su velocidad supersónica pareció más Gento que nunca y martirizó a la defensa portuguesa con su desborde, sus internadas y sus centros al área. Míchel, otro que hizo un partidazo opacado por las heroicidades de Llorente, asestó dos golpes que tumbaron definitivamente al campeón de Europa.

Hacía su aparición el Bayern de Munich, subcampeón europeo, viejo enemigo del Madrid. El bombo ya estaba claro que no iba a soltar ninguna perita en dulce. La pesadilla del año anterior parecía repetirse en Munich cuando diez minutos fatídicos colocaban a los alemanes tres a cero. El Madrid fue capaz de capear el temporal y en un esfuerzo final marcar dos veces gracias a Butragueño y Hugo. Se salía vivo de Munich y se había dado una lección de serenidad y madurez. Pero había que rematar en el Santiago Bernabéu. Con una de las alineaciones más fácilmente situables en el campo de todo el ciclo -Buyo; Chendo, Sanchís, Tendillo, Camacho; Míchel, Gallego, Jankovic, Gordillo; Butragueño, Hugo Sánchez-, el Madrid dio matarile también a ese fantasma alemán. No había dudas de que ese año debía caer la Orejona. Quedaban en el bombo el Madrid, el Benfica, el Steaua de Bucarest y el PSV Eindhoven. Parecía escrito, todos buenos equipos, todos con calidad, pero ninguno con los argumentos del Madrid. Este era el año.

La eliminación más dolorosa de su historia. El partido que la Quinta no podía perder.

No pasaba por la cabeza del Madrid el ser superado en lo técnico. De hecho, podemos afirmar que no hubo equipo abrumadoramente superior a los blancos en el plano técnico en todo el ciclo. Pero el plano táctico era otra cosa. La libertad con la que jugaba este equipo, la fluidez con la que interpretaban sus posiciones, la confianza ciega en su capacidad para marcar, todo lo que los convertía en intocables en España, los acercaba a la derrota un poquito más en Europa. Eran tiempos de equipos férreos, tremendamente disciplinados donde el talento se abría camino para decidir, no al revés -que era la manera en que jugaba el Madrid-. Contra el PSV en el Bernabéu el Madrid se ve superado por un equipo que tiene un plan. Lo tiene desde siempre y lo va a imponer a cualquier costa. Que le pregunten a Jean Tigana, renqueante, al que Gillhaus remató de un patadón para liquidar la eliminatoria contra el Girondins. Esto le costará una sanción al jugador cuando se descubra la jugarreta –y otra a Koeman, por contarla-. Pero les daba igual. A carácter y a mala leche había pocos que les ganasen. Estaba van Breukelen, un portero tocado por una varita mágica y Soren Lerby, un centrocampista danés de ida y vuelta, con mucha calidad y con aún más mala sangre. Y estaba Ronald Koeman, un defensa que podía jugar de pivote, con un desplazamiento en largo como se había visto pocas veces y con un disparo a puerta como no se había visto nunca. En la Castellana empataron pronto el gol de Hugo Sánchez y nunca miraron atrás. Ese gol valía doble, valía oro y, con el Madrid en un estado de aturdimiento, el PSV pudo hacer aún más daño. Su planteamiento defensivo se basó en tres marcajes individuales a Butragueño, Míchel y Gordillo por parte de van Aerle, Heintze y Gerets, y el resultado fue que al Madrid, excelente durante toda la temporada, le faltó fluidez. Aun así, pudo haber ganado el partido merced a un cabezazo del ariete mexicano que van Breukelen salvó espectacularmente. Había que ir a Eindhoven y el resultado no era desastroso, pero moralmente el Madrid salió tocado del Bernabéu.

En la vuelta el Madrid salió con un 3-5-2 destinado a tener la pelota y dominar. Chendo, Sanchís y Tendillo jugaban en el fondo, mientras Michel, Martín Vázquez, Gallego, Jankovic y Gordillo lo hacían en el medio, con la delantera habitual. El PSV, sin Koeman sancionado por el affaire Gillhaus, dio entrada al veteranísimo Willy van de Kerkhof como líbero. Su 3-5-2 era el mismo que el madridista, pero sus intenciones las contrarias. Defender ordenadísimos y tratar de cazar una contra. El Madrid salió a tener la pelota, con calma, buscando sus opciones y procurando no quedar expuesto, y así fue como llegaron las primeras ocasiones, especialmente una de Butragueño que elevó la pelota por encima de van Breukelen, perdiéndose esta por encima del larguero. En las demás el portero holandés estuvo soberbio. Conforme pasaban los minutos, el Madrid empezaba a desesperarse ante un gol que no llegaba y el PSV contó con dos buenas ocasiones: un disparo al palo de Lerby y un uno contra uno desperdiciado por Vanenburg. Tras estos sustos, el Madrid tocó a rebato. Santillana y Paco Llorente entraron y los blancos dejaron solo a Chendo y Sanchís como defensas. Las ocasiones se sucedieron, especialmente un cabezazo de Butragueño y una chilena de Hugo Sánchez, pero el gol nunca llegó. Cuando Bruno Galler pitó el final algo decía a los madridistas que, aunque el equipo entraba en plenitud en ese momento, la gran oportunidad para ganar la Copa de Europa se había esfumado. El vestuario era un mar de lágrimas y las críticas arreciaron, especialmente para Beenhakker y para Buyo, desafortunado en el gol holandés en Madrid. Por su parte, Santillana se retiraba y lo hacía con el terrible sabor de boca que dejaba el ser el mejor equipo del año en Europa pero no haber sido capaz de alcanzar el claro objetivo de la temporada. Se avecinaba un verano movidito, con cambios que pretendían insuflar nuevas energías en el proyecto pero que, en el fondo, cavaron un hoyo más hondo.

Aquel verano se producirían varios cambios. El más importante: la llegada de Bernd Schuster.

El más importante de estos cambios, uno muy impopular en el vestuario madridista, fue la salida de Milan Jankovic. El yugoslavo era el metrónomo del equipo, pero Mendoza, ya embarcado en una política paternalista con los miembros de la Quinta –renovaciones millonarias para evitar la amenaza de la siempre pujante Serie A-, decidió no dejar pasar la oportunidad de incorporar a Bernd Schuster, que había salido del Barcelona y seguía siendo un centrocampista de la máxima categoría. El alemán tenía una visión de juego privilegiada y su capacidad con la pelota parecía encajar perfectamente con la filosofía del equipo. Pero era menos trabajador que Jankovic y el equipo se resintió defensivamente. Además, el alemán comenzó a aglutinar todo el juego de los blancos, se convirtió en la torre de control del equipo, algo que antes no ocurría, ya que la pelota se compartía entre los muchos y talentosos centrocampistas merengues. El Madrid se convirtió en una versión más radical del que tan buen trabajo había hecho en los anteriores tres años, una apuesta total por la pelota y el ataque, casi sin plan B, más allá de las clásicas carreras de Paco Llorente. Se profundizó hasta el límite en un estilo de fútbol que estaba a punto de morir y que el Madrid, al final de este año, se llevó a la tumba. La sensación, más allá de la terrible decepción de Eindhoven es que todavía al Madrid le quedaría algún intento serio de asaltar el cetro europeo. Poco sabían que en el horizonte asomaba un monstruo que iba a cambiar el fútbol para siempre.

La Liga, un año más, es un paseo. El Madrid la gana con cinco puntos de ventaja sobre el Barcelona de Johan Cruyff que, recién llegado, se pasa más tiempo peleándose con el establishment culé para intentar imponer sus ideas que haciendo cualquier otra cosa. Los blancos pierden un solo partido en todo el campeonato y, como pasaría durante todo el lustro, usan la liga simplemente como esos partidos que se juegan entre eliminatorias de Copa de Europa. La obsesión era tan enorme que el título se celebra tibiamente. Un trámite. Otro día en la oficina.

La competición europea ve al Madrid deshacerse sin problemas del Moss oruego y pasar un susto terrible contra los polacos del Gornik Zabrze. Los blancos habían ganado 0-1 en Polonia y salieron relajados en la vuelta. Los polacos, jugando a una velocidad sorprendente se adelantan y llegan a remontar la eliminatoria, antes de quedarse sin fuelle y perder 3-2. Cuando el Madrid apretó el acelerador en la última media hora hizo lo que quiso, pero sin dar el 100% pasó por momentos muy apurados. Algo que obviamente sonará familiar a los madridistas actuales. En cuartos de final se obtuvo la deseada revancha ante el PSV, lo que insufló moral al conjunto blanco. Fue esta la eliminatoria en que Beenhakker se atrevió a sentar a Butragueño en la vuelta. La reprimenda de Mendoza es bien conocida. Butragueño es patrimonio del Real Madrid. No vuelva usted a jugar con él. Mientras, el ogro milanés no lo parecía tanto. Habían sufrido lo indecible ante el Estrella Roja. Incluso habían sido beneficiados por la decisión de repetir un partido suspendido por la niebla. Tras empatar 1-1 en San Siro, el Estrella Roja iba ganando 1-0 y el Milan estaba con diez hombres cuando el árbitro suspendió el partido por la niebla. La UEFA ordenó repetir el partido entero de nuevo y empezando a cero. El Milan consiguió empatar y pasar en los penaltis. Luego, en cuartos los italianos apenas habían ganado 1-0 al Werder alemán.

El Milan representaba un futuro que todavía no había llegado y que revolucionaría el fútbol.

La ida en el Bernabéu dejó entrever detalles ya familiares. El Madrid empezó con seriedad y hasta se adelantó con un gol de Hugo Sánchez al borde del descanso. Pero, al igual que había pasado el año anterior con el PSV, el partido se juega en los términos que quería el otro equipo. El Milan, jugando su novedosa y asfixiante presión, además de una casi infalible trampa del fuera de juego, ahogaba al Madrid. Los rossoneri tuvieron ocasiones que fallaron, pero al final, un espectacular cabezazo en plancha de van Basten, conectando con el esférico a una altura bajísima batió a un nuevamente desafortunado Buyo. Los fantasmas de Eindhoven reaparecían, y la cantidad obscena de fueras de juego en los que incurrió en Madrid -prácticamente a voluntad de un Baresi que levantaba la mano y daba por cerrada esa jugada madridista- hacían ver ya la frustración e impotencia blanca.

En la vuelta en Milán, el partido se empezó a ganar desde antes incluso del pitido inicial. Gullit siempre comenta que vio el miedo en los jugadores madridistas. Quizá algo se olían. Pero no se puede achacar lo visto en San Siro a una mala planificación táctica del Madrid. De hecho, su planteamiento es de una lógica abrumadora, aunque muy naïve. Y naïve es lo último que la Copa de Europa te permitía ser. Beenhakker sentó a Miguel Tendillo y decidió jugar con Gordillo de lateral. Como ya hemos dicho, en el Madrid el Gordo hizo de muchas cosas pero de lateral no era como más brillaba. Junto a él, Chendo en la derecha, Sanchís y Gallego en el centro de la defensa. Por delante Schuster, con Michel y Martín Vázquez. Este planteamiento solo puede responder a la intención, a la necesidad de tener la pelota que tenía el Real Madrid. Arriba Hugo y Butragueño, este con movilidad, y Paco Llorente ocupando la banda izquierda, para dar amplitud al ataque madridista. Tener la pelota y percutir, especialmente con la velocidad de Llorente, el hombre que con esas características podía hacer daño a la línea de cuatro defensas de Sacchi. El Madrid comenzó de manera correcta, serio y bien plantado en el campo. Pero al contrario que en Madrid, el Milan no perdonó sus primeras ocasiones y con el 2-0 comenzó la pesadilla. Salieron a flote todas sus debilidades de carácter. Hugo y el Buitre estaban aislados en ataque, Michel y Martín Vázquez devorados por el agresivo centro del campo de Sacchi, Llorente corriendo como un pollo sin cabeza y Gordillo superadísimo en su posición de lateral. El tercer gol cayó antes del descanso y, por pura caridad, el Milan decidió dar por finiquitado el encuentro a la hora de juego. Cinco goles en las redes de Buyo. La última media hora fue oscura y triste, con un Milan que jugueteaba con un Madrid en estado de absoluto shock. Fue la victoria de la confianza y del hambre ante un equipo que, técnicamente no tenía nada que envidiar a ningún otro, pero al que sus fantasmas y su visión del juego condenaron. Lo habíamos dicho, el Madrid apostó todo por el fútbol en el que creían, el ataque, la pelota. Un juego que estaba a punto de morir y que se los llevó a la tumba, atropellados por un Milan que representaba el nuevo paradigma. La Quinta, apenas dos años después de aquella semifinal contra Bayern que despertaba la ilusión del madridismo, estaba muerta en Europa. Y con ella murió Beenhakker, que perdió su puesto en detrimento de John Toshack.

Bajo la dirección del galés, y con la inercia de un equipo que jugaba de memoria, el Madrid destrozó la liga 89-90. Como si toda la rabia contenida por Eindhoven y Milan se pudiese traducir en goles, un alud de ellos aplastó a los competidores en el campeonato doméstico. Nueve puntos de ventaja sobre el segundo, 107 goles marcados, Hugo Sánchez Bota de Oro con 38 goles, Martín Vázquez mejor jugador -algo que le valdría un suculento contrato en Italia-. Cinco ligas seguidas. Nada servía. El Milan había vuelto a cruzarse con el Madrid en octavos de la Copa de Europa. De nuevo derrota en Milan, esta vez por 2-0, pero a pesar de ganar 1-0 en Madrid gracias a un gol del Buitre, los blancos estaban fuera de nuevo. Esa generación no iba a ganar la Séptima.

LA QUINTA. EL PASADO

Casi sin darse cuenta, el quinquenio mágico había pasado. Cinco campeonatos ligueros consecutivos y dos Copas de la UEFA eran el bagaje, imposible de alcanzar en los mejores sueños de la mayoría de clubes, pero la sensación de fracaso era evidente. Tras el Mundial de Italia, el que inició la nueva década y selló el advenimiento de una nueva era para el fútbol, la situación del equipo era de estar en tierra de nadie. Michel, Butragueño y Sanchís apenas llegaban a los 27 años, pero las experiencias del lustro pasado les dejaban marcados como jugadores que ya habían pasado su mejor momento. Gordillo tenía ya 33 y su forma física era mala. Las lesiones empezaron a llegar a un plantel que había jugado cinco años a un ritmo infernal. Martín Vázquez había dejado el club. Parecía impensable que un miembro de la Quinta se fuese, a tenor de los suculentos contratos que Mendoza les había firmado, pero el centrocampista, siempre el patito feo entre los cuatro hijos predilectos del madridismo, había decidido emprender la aventura italiana. El Torino le ofreció un gran contrato y la posibilidad de probarse en la mejor liga del mundo, especialmente tras su gran temporada anterior y su buen Mundial en tierras italianas. También se había ido Ruggeri, tras solo un año intentando apuntalar la zaga para que los atacantes volasen. Fernando Hierro se asentaba como una opción en el centro del campo y también en la defensa. Con la caída del comunismo el talento proveniente del otro lado del Telón de Acero inundó Europa occidental, y a Madrid llegaron Predrag Spasic, un rocoso defensor yugoslavo que había hecho un gran marcaje a Butragueño en el Mundial, y sobre todo Gica Hagi, el genio rumano llamado a tomar el relevo de Martin Vázquez. Hagi llevaba tres años a un nivel tremendo en el Steaua de Bucarest y había sido serio candidato al Balón de Oro antes de que el Milan destrozase sus ilusiones y las de su equipo como había hecho con las del Madrid. Pero Hagi no era el conductor de juego que era Martín Vázquez, sino un jugador más individualista, más de chispazos, con mucha más llegada a gol, pero menos constante que el madrileño. El Madrid todavía tendría su pequeña excursión europea, que acabó en una desastrosa eliminación contra el Spartak de Moscú, pero ya había un nuevo sheriff en la ciudad. El Barcelona de Cruyff arrasó ese año en la liga con un fútbol muy del estilo de la Quinta del Buitre. Con obsesión por la pelota y el ataque, pero más radical en su propuesta si cabe. Ese sería el nuevo status quo en España para el siguiente lustro. Un Barcelona brillante, con capacidad económica para traer grandes extranjeros y buenos jugadores nacionales, y un Madrid renqueante, a lomos de sus viejos rockeros y haciendo apuestas por jugadores de talento que no acabaron de rendir lo que se esperaba, como Robert Prosinecki. La grave lesión de Hugo Sánchez añadió solo un nuevo problema a un equipo al que le crecían los enanos y que no se contentaba con esperarlos, sino que además se creaba nuevos problemas él solito. Como cuando Radomir Antic fue cesado cuando era líder de la Liga porque el juego que practicaba su equipo no cumplía con los estándares a los que el Bernabéu se había -mal-acostumbrado a finales de los 80. Aun así, bien cerca estuvieron los madridistas de levantar dos nuevos títulos ligueros, perdidos en increíbles circunstancias en Tenerife. Jorge Valdano, técnico tinerfeñista, se convertiría en una pesadilla para el Madrid en el ámbito nacional, al igual que lo haría el PSG en el internacional. Incluso el Torino de Martín Vázquez se permitió eliminar a los blancos en una semifinal europea, la misma noche en que Juanito, ídolo de ídolos, se mataba en la carretera tras ver jugar al Madrid.

Martín Vázquez volvería al Bernabéu para vestir de blanco y la Quinta siguió jugando, con más o menos continuidad, hasta que este se fue al Deportivo y el Buitre y Michel volaron a Mexico para acabar sus carreras en Celaya. Se puede decir que el fútbol sonrió un poco a esta generación cuando el último miembro de la misma, Manolo Sanchís, levantó la Séptima Copa de Europa en Amsterdam ante la Juventus. En ese momento se cerró un ciclo, se pasó de ser pasado a ser leyenda.

Fue una manera poética de cerrar un capítulo que marcó como pocos al Real Madrid. La Quinta del Buitre fue una excepcional generación de futbolistas y también un fenómeno social muy en la onda de la España que les tocó vivir. A través del fútbol practicado por esta generación se cambió la visión y el gusto por el juego en la afición española. La furia dejó de bastar y se empezó a reclamar técnica, inventiva, ataque y una cierta personalidad. La Quinta abrió las puertas a las siguientes generaciones de futbolistas españoles, especialmente a los centrocampistas técnicos. Abrió conceptos que luego el Barcelona de Cruyff mejoró e implantó en el subconsciente colectivo y creó, en definitiva, el fútbol moderno en España. Su manera de interpretar la táctica, más en torno al rol del jugador que en torno a su posición fue pionera. Era y es difícil posicionar a ese equipo en el campo y serían un excelente sujeto de estudio para los actuales mapas de calor y pass maps. Los jugadores pasaron a ser fenómenos sociales, no meros deportistas. Creó una ola de optimismo con respecto al deporte y sobre todo nos dejó una increíble cantidad de partidos divertidísimos. Porque si algo supo hacer la Quinta, para bien y para mal, fue entretener y hacer disfrutar a la gente.

 
 

Foto: David Leah/Allsport/Getty Images


28 comentarios

  • Juventus 10 enero, 2018

    Artículo maravilloso

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  • Juan Plaza 10 enero, 2018

    Magnífico fresco histórico. Con el relato de hoy de @Vilariño se me ha venido a la mente Sanchís. Uno de los 5-6 mejores centrales/líberos que he visto en directo. Y aquella eliminatoria con el Oporto. Emoción y mucha calidad. Creo que la eliminatoria de competiciones europeas que más he disfrutado.

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  • Dansing 10 enero, 2018

    Solamente queda quitarse el sombrero ante semejante articulo! Un placer leerlo.

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  • AArroyer 10 enero, 2018

    Qué animal, Vilariño. Pero qué bestia.

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  • Luismadrid1985 10 enero, 2018

    Impresionante artículo Vilariño, realmente increíble. Yo nací en el 85 y no los pude ver en plenitud, aunque me he visto partidos y he leído un montón sobre aquellos años. Eso sí, esta serie es posiblemente la mejor que he leído en mi vida sobre la Quinta del Buitre.
    Y qué decepción hubo de ser perder la Copa de Europa del 88. Ganas al campeón de Italia con Maradona en el campo, ganas al campeón de Europa y luego al subcampeón que te había eliminado el año anterior. Te plantas en semis contra los campeones de Holanda, Portugal y Rumania, es decir, con el trabajo difícil ya realizado, y pierdes en un partido por pura mala suerte…Eso es la Copa de Europa llevada al límite…
    A tenor de esto, ¿puede ser la Copa de Europa más sorprendente junto con la del Steaua del 86, la del Oporto de Mou y la del Chelsea de 2012?
    Un saludo a todos

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  • MigQuintana 10 enero, 2018

    Cuando el fútbol te atropella como lo hizo el Milan… debe ser muy duro.

    Ese tipo de equipo que se sabe experimentado, que ha ido aprendiendo de las derrotas, que está preparado para dar el asalto… Y de repente cambia todo, cambian todas las preguntas y se quedan sin apenas respuestas.

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  • Adrian Cervera 10 enero, 2018

    Magnifico Vil, me ha encantando repasar mis primeros recuerdos futbolísticos conscientes.
    Solo un pero, el fútbol de ataque y la pelota estaba tan a punto de morir, que el gran sucesor del Madrid de la Quinta fue el Dream Team de Cruyff.

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  • Luismadrid1985 10 enero, 2018

    @Adrián Cervera, supongo que se refiere al fútbol de ataque vertical y más o menos anárquico que practicaba ese Madrid… Es lo que entendí yo

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  • Luismadrid1985 10 enero, 2018

    @MigQuintana Sí, pero ahí cambiaron las preguntas, fue lo 'lógico' dentro de lo que cabe. Lo del PSV fue todavía más duro. Y eso que ese Milan estuvo a punto de ser eliminado antes…Cómo hubiera cambiado todo. Imaginar qué hubiera pasado si el proyecto de Sacchi se hubiera ido a pique por ello es un ejercicio bastante interesante…

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  • danityla 10 enero, 2018

    Mi infancia en dos artículos de Ecos. Gracias Vilariño.

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  • 9Luther_Blissett 10 enero, 2018

    Sobre como el fútbol del Milan cambió el mundo y dejó obsoleta a la Quinta hay una frase de Michel sobre Maldijo que la ilustra a la perfección:
    "No solo era (Maldijo) más técnico, más rápido y sabía más de táctica sino que además era más guapo (…)
    Soy el presidente de los damnificados por Maldini".
    Por otra parte, tanto respeto se tenía al Madrid en Italia, tras ganar repetidamente a Inter, Juventus y Napoli que Sacchi, de natural bastante narcisista, declaró: "Nosotros (Milan) queríamos ser como ellos (Madrid)"
    Creo que la Quinta del Buitre ha quedado un poco en entredicho tras las derrotas contra el Milan y el ascenso del Dream Team pero tendríamos que ponerlo un poco en contexto y si es verdad que nunca más aspiraron a conquistar Europa, en España estuvieron a punto de ganar dos ligas al Dream Team, llegando como líderes a la última jornada, y sabiendo la grandeza de este equipo del Barcelona y que la Quinta se encontraba en un momento descendente y de decadencia creo que ilustra el potencial de este grupo de jugadores que tal vez con unos refuerzos que rindieran más (el mal momento económico fue clave) podría haber convertido el reinado de Cruyff en el sueño de un año.

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  • Vilariño 10 enero, 2018

    @Luther_Blissett

    Nunca el corrector estuvo tan acertado!

    @AdrianCervera

    No sé donde has visto que dijese que el fútbol de ataque estuviese a punto de morir. Lo que yo digo es que la interpretación que hace la Quinta es única y refuerza muchos conceptos y sentimientos que después se harán casi indiscutibles.

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  • Juan Plaza 10 enero, 2018

    El Milan era muy superior al Madrid de La Quinta. Nada que hacer. Aquel Real Madrid era demasiado deficiente en defensa

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  • Adrian Cervera 10 enero, 2018

    @vilariño

    Quizás lo he interpretado mal. Pero lo saco de estos dos párrafos.

    'El Madrid se convirtió en una versión más radical del que tan buen trabajo había hecho en los anteriores tres años, una apuesta total por la pelota y el ataque, casi sin plan B, más allá de las clásicas carreras de Paco Llorente. Se profundizó hasta el límite en un estilo de fútbol que estaba a punto de morir y que el Madrid, al final de este año, se llevó a la tumba.'

    'Lo habíamos dicho, el Madrid apostó todo por el fútbol en el que creían, el ataque, la pelota. Un juego que estaba a punto de morir y que se los llevó a la tumba, atropellados por un Milan que representaba el nuevo paradigma.'

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  • Vilariño 10 enero, 2018

    @Adrian Cervera

    Me refiero a "su" versión de ese fútbol. Es una crítica a esa huída hacia adelante. El Milan creó un nuevo tipo de fútbol. El gusto por la pelota no muere, obviamente, pero se afronta de una manera muy diferente.

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  • Adrian Cervera 10 enero, 2018

    @Vilariño

    Pero el Milan dura muy poquito, es una versión aún más radical que la del Madrid la que hace historia, el Dream Team, que no solo gana en su momento, sino que es el germen del que posiblemente se puede considerar el mejor equipo de la historia.

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  • Vilariño 10 enero, 2018

    @Adrian Cervera

    Dura "poco", pero gana mucho y, sobre todo, deja una imagen más potente que prácticamente cualquier otro equipo en la historia del fútbol.

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  • Juan Plaza 10 enero, 2018

    @Vilariño @Adrian Cervera
    El Milan se tira hasta el 95 jugando finales. Porque con Capello el libreto de Sacchi se mantiene de forma bastante literal. El doble alma del equipo se llama Baresi-Maldini con ambos. La zona y el pressing son innegociables con ambos. Es en esencia el mismo ADN rojinegro, del mismo modo que el Ajax de Michels prolonga al de Kovacs y el Liverpool de Paisley y Fagan prolonga al de Shankly

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  • Gravesen 10 enero, 2018

    Añadir que entre 1984 y 1993 la Quinta además gana dos Copas del Rey (89 y 92)…pero es que además juega otras 2 finales (pierde de forma desafortunada la del 90, de manera mucho más clara la del 92)…y 4 semifinales! (derrotado por Athletic a penaltis en el 84, por un solo tanto frente Zaragoza y Atlético en 86 y 87 y de manera muy clara por la Real en el 88). De 9 ediciones ganó o estuvo muy cerca de ello en 7 ocasiones!.

    Ciertamente la Quinta se quedó con una fracción del palmarés que pudo levantar. Entre todas esas Copas, las Ligas de Tenerife, las semifinales de Champions, la de UEFA contra Torino, la edición de Copa de la Liga y dos Supercopas que "pasa" de participar…Una pena. Pudo ser 2-3 veces más grande aquel equipo.

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  • Mark 10 enero, 2018

    El Milan de Sacchi en la forma sí fue un equipo revolucionario, pero gano poquitas Ligas, que parece que ganase todas las ligas de calle y ni por asomo. Y el de Capello esta infravalorado, que gano CL y en Liga se paseaba. Y el calcio era muy buena liga por esas épocas.

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  • Viejotrueno 12 enero, 2018

    El Madrid fue barrido tácticamente por el Milán. Si se ven los partidos de aquella eliminatoria se puede comprobar como el Madrid jugaba partido en dos y el pobre Jankovic solo en el medio. Todavía era un equipo de fútbol clásico. El Milán, en cambio, iba todo él junto, las líneas de cuatro cual apisonadora hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados… como hoy en día. Lo único es que la antigua norma del fuera de juego les favorecía, algo que hoy en día no tendrían narices de hacer. De hecho, en su momento, se llevaron algunos descalabros por tirar mal el fuera de juego.

    Pero en fin… Yo creo que sí, que su momento en Copa de Europa fue contra el PSV. Pero el sistema copero es lo que tiene. No es como la actual Champions, que la liguilla previa es una bacalada tremenda e infumable urdida por los caraduras de la UEFA para hacer negocio. Pero mejor dejemos las historias para no dormir…

    Enhorabuena por el artículo, magnífico. Una fuente de recuerdos tremenda para los que fuimos niños en los 80 y crecimos con aquellos jugadores. Y como es natural, aunque yo era del Barcelona, amaba al Buitre por completo. Era pura magia y elegancia suprema lo suyo. Por eso fue uno de los grandes oscuros objetos de deseo de Dios… digoo, Cruyff

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  • Arjen11 12 enero, 2018

    Me sumo al comentario de Arroyo, este Vilariño es un auténtico animal!!

    Solo puedo decir gracias a Vilariño y al equipo de Ecos. Me dejaron sin palabras

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  • David_Mata_Ecos 15 enero, 2018

    Excelente artículo.

    Reivindicar que Mendoza dejó escrito que para él la Quinta siempre fueron 6. Él consideraba que Chendo también formaba parte del grupo. Y Chendo también ganó la Séptima.
    http://www.footballflash.it/wp-content/uploads/20

    PS: Martín Vazquez también se considera campeón al haber formado parte del Marsella de 1993. Asi que el 50% de la Quinta fue campeona de Europa
    http://3.bp.blogspot.com/-2qTsemr4-u8/U9rh7VyW53I

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  • David_Mata_Ecos 17 enero, 2018

    Me encanta esto que dice Jankovic: "es un equipo excepcional que, lógicamente, tuvo la Copa de Europa al alcance de la mano. Nunca había estado antes en una formación tan fuerte e inteligente" (…) "la plantilla del Madrid no entiende el fichaje de Schuster".
    https://elpais.com/diario/1988/07/31/deportes/586

    Ese año le ficha el Anderlecht de Raymorid Goethals, y el técnico belga reconoció tener poca información sobre la forma de jugar de Jankovic, pero puntualizó: "La única cosa que sé es que era titular en el Real Madrid. Y eso es suficiente para mí".

    Es llamativo que los fichajes en ese momento aun se hacían con poquísima información de lo que se contrataba (bueno, a veces ahora parece que también) y como la Quinta era un sello de calidad.

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  • Larios84 17 enero, 2018

    Fue un poco justicia poética hacia Sanchís el ganar esas 2 Champions ya con 33 y 35 años, y con participación directa en la Séptima en casi todos los partidos del torneo y jugando poco pero jugando en la Octava.

    Una pequeña errata, que no errata al comentar que en el 90 ya tenía 27 Butragueño, Michel y Sanchís. Los 2 primeros sí pero Manolo, al igual que Martín Vázquez son 2 años menores que los anteriormente citados.

    PD: También doy mi voto para incluir a Chendo en esa genial Quinta, así como a otro jugador de esa generación con un rol más secundario pero también canterano y con más de 160 partidos en el club blanco y muchos más después en Zaragoza, no hablo de otro que del "Chucho" Solana

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  • David_Mata_Ecos 17 enero, 2018

    @Larios84

    Solana y Pardeza, junto a Santi Aragón y Esnaider, luego ganaron la Recopa con el Zaragoza. Todos canteranos blancos.

    Respond
  • Larios84 17 enero, 2018

    @ David_Mata_Ecos

    "Solana y Pardeza, junto a Santi Aragón y Esnaider, luego ganaron la Recopa con el Zaragoza. Todos canteranos blancos."

    No olvides en esa terna al portero suplente de Cedrún ese año, Juanmi (jugó 1 año en Castilla y tercer portero blanco en la 92-93 tras Buyo y Jaro), que mirando datos fue titular en la ida y vuelta de las semis ante el Chelsea; ni sobretodo a Jose Aurelio Gay, canterano blanco de la misma generación que Sanchís, Pardeza y Martín Vázquez, que no llegó a debutar en el primer equipo, y que tras Espanyol paso por ese Zaragoza

    Respond
  • David_Mata_Ecos 17 enero, 2018

    @Larios84

    No recordaba a Gay como madridista. Creía que era canterano del Español. 😀

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