
«No sé lo que dice la calle, pero me da igual. Yo, con el carnicero, hablo de carne; con el taxista, de taxis. De fútbol, hablo yo. Yo sé más de fútbol que todos los carniceros juntos, que todos los taxistas juntos, que todos los porteros juntos y posiblemente que todos los periodistas juntos». Jorge Valdano (1995).
Durante una de las riñas que el periodista argentino Dante Panzeri mantuvo con el seleccionador Juan Carlos Lorenzo se produjo un desafío bastante curioso. Harto de sus críticas, el técnico invitó al periodista a hacerse cargo de la dirección técnica de la selección nacional argentina, según Lorenzo «para ver el papelón que hace (…). Si fracasa, lo tiramos al río». La anécdota data del junio de 1973, fecha en la que fue recogida en un artículo de Panzeri titulado «Foliculario acepta desafío de juglaresco». Un foliculario es un folletista o periodista, y juglaresco remite a juglar, que es la persona que en la Edad Media recitaba, cantaba o hacía juegos y malabares para entretener. Así que Panzeri estaba reduciendo a toda la profesión de Lorenzo, y no solo a él en particular, a una costumbre más folclórica que práctica.
Todo aquel que esté familiarizado con la obra de Dante Panzeri sabe que despreciaba a los entrenadores y que no creía en tácticas colectivas que no proviniesen de los mismos futbolistas. Panzeri lo justificaba diciendo que para dirigir en un juego de «oposición e imprevistos» había que intervenir directamente, es decir, ser jugador de campo. Así que, aparentemente, era absurdo proponerle ser director técnico. Más aun cuando él llamaba a este colectivo los «ladrones de azul» y consideraba que eran un invento de los presidentes: «Antes de existir los DT, la paliza iba a los dirigentes», decía.
Pero contra todo pronóstico, Dante Panzeri aceptó el reto y se puso a disposición de la AFA como una forma de demostrar, paradójicamente, sus teorías, es decir: que «ningún director técnico es director ni técnico». Su propuesta consistía en actuar como «seleccionador», lo que se resumía en escoger según su criterio, y nombrar un director técnico entre los mismos jugadores. Según Panzeri fuera de la cancha la máxima sabiduría a la que uno puede aspirar es saber elegir. Y eso le parecía un tema de opiniones en el que la suya era tan valedera como la de Lorenzo.
Antes de la anécdota de Panzeri y Lorenzo, en Argentina hubo un precedente muy cercano.
Lo que posiblemente animó a Juan Carlos Lorenzo a lanzar aquel desafío fue que existía un precedente de periodista de corte panzerista que se había estrellado tras tomar a su cargo la dirección técnica de un equipo argentino: el célebre caso del Huracán de Pepe Peña. Corría el año 1961 y José Gabriel González Peña, alias Pepe Peña, era uno de los más conocidos redactores de la revista «El Gráfico», por aquel entonces bajo la dirección de Dante Panzeri. La revista había inaugurado un nuevo modelo de escuela crítica que primaba el análisis del juego por encima de la información: «La revista no informa. Comenta y critica», escribió Panzeri en respuesta al correo de un lector.
Peña prefería contar y analizar el juego que sólo dar más noticiasAquel modelo de periodismo trajo consigo un vocabulario creado para la ocasión, giros y expresiones novedosas, y en ese terreno destacó Pepe Peña por su sarcasmo y gracejo. A él se le debe una de las imágenes que más han perdurado en el inconsciente colectivo del aficionado argentino: jugar con «un balde en la cabeza»; que fue la forma más gráfica que se le ocurrió a Pepe Peña para criticar a «Motoneta» Raúl Nardiello, un wing derecho muy rápido que cuando arrancaba en carrera ya no miraba a nadie. Independientemente de lo simpática que resulte como ocurrencia, la metáfora pretendía señalar una deficiencia de tipo táctico, una falta de «asimilación de conceptos» y de «ejecutar maniobras predeterminadas», que diría Juan Sasturain. La anécdota del balde no es por tanto un episodio aislado. De hecho es parte de un proceso de difusión de la jerga futbolística entre el público argentino, que se le debe en gran medida a la tertulia radiofónica que Dante Panzeri y el propio Pepe Peña compartieron con el ex-futbolista Adolfo Pedernera. Se llamaba «Fútbol al centímetro» (1956), aunque muchos radio-aficionados la conocían como “Las tres P”, por la coincidencia entre la letras iniciales de los apellidos de sus tres tertulianos. Si bien a Pepe Peña, por su estilo vitriólico, también le llamaban «Pepe Leña».
Podemos encontrar una breve descripción del talante de Peña como periodista -y de su breve desempeño al frente de Huracán-, en uno de los clásicos manuales ofrecidos por el diario argentino Olé: el «Diccionario Olé de Primera». Se constata ahí que el estilo de sus intervenciones era «sarcástico», así como «suficiente y a menudo exagerado para valorizar o desmerecer rendimientos». Lo que podemos interpretar como prepotente y por ende, molesto. También se indica que Pepe Peña practicaba un tipo de análisis periodístico: «sin hibrideces, orientado a descubrir cuestiones técnicas y tácticas». Aunque inmediatamente se vuelve a insistir en que lo hace mediante un estilo satírico, a través de: «cierta ridiculización del personaje cuando su crítica era adversa». Por tanto, se puede leer entre líneas que muchos profesionales tenían cuentas pendientes con Pepe Peña cuando este accedió al cargo de director técnico de Huracán.
Boca ya le había querido contratar como asesorSu prestigio como conocedor del juego y adalid del buen gusto era tan grande que Alberto José Armando, presidente de Boca Juniors, ya le había ofrecido a finales de los ’50 un puesto como asesor del equipo xeneize, aunque en aquella ocasión no hubo acuerdo. Lo que se materializó fue la oferta que le hizo Luis Seijo, presidente de Huracán, quien llevaba tiempo con la idea de armar un gran equipo. Podemos encontrar referencia a aquella etapa en la autobiografía de Nestor «Pipo» Rossi. El gran centrojás argentino había llegado a Huracán en 1959 en calidad de jugador y entrenador del equipo. Pipo Rossi destacó dos cosas sobre aquel proyecto: la llegada junto a él de otras figuras y la vocación por jugar un buen fútbol. La temporada 1961 iba a ser su despedida como profesional, pero aunque Rossi cita en el libro todos los fichajes que se produjeron durante sus tres campañas en el equipo, e incluso un hecho tan peculiar como la coincidencia de su retirada con las tres vueltas a la Tierra del cosmonauta ruso Gagarín, no hay en sus páginas ni una sola mención a Pepe Peña como técnico a pesar de que sí cita un partido contra San Lorenzo en el que el periodista, efectivamente, ejerció como entrenador.
Nestor Rossi no casaba ni casó muy bien con lo que iba a simbolizar Pepe Peña.
La ausencia de menciones a Pepe Peña no parece casual. Rossi se había acostumbrado a hacer y deshacer en el equipo, como muestra lo que contaba su compañero Emilio «Negro» Melón: «Rossi no podía con su molestia en la cintura, fuertes dolores de lumbago y otras lesiones; pero no quería largar (…) Jugamos juntos en River y en el 59 en Huracán. Nos gritaba a todos cuando no pasábamos la pelota o la perdíamos». Pipo Rossi se llevó consigo al jugador porque, decía, «necesito a alguien que me corra a los rivales», y ubicó a aquel extremo izquierdo de volante en lo que luego se ha conocido como «doble cinco».
Quiso introducir nuevas técnicas en bastantes aspectos del equipoLa llegada de Pepe Peña a Huracán suponía por tanto colisionar con Rossi, que ya estaba encauzando su carrera a la dirección de equipos, pero es que además Pepe Leña entró como un elefante en una cacharrería y concedió una entrevista al también periodista Bernardo Neustadt en la que no dejó títere con cabeza. Para empezar volvió a atizar a José Sanfilippo, un famoso delantero del San Lorenzo del que había dicho en su momento que “jugaba dentro de una cabina de guardabarrera y con una caña de pescar”, es decir, que vivía de explotar el juego de los demás. Cuando le preguntaron por Pipo Rossi y la nueva estrella del Huracán, Norberto «Beto» Menéndez, les saludó diciendo: “Los voy a corregir. Tengo más admiración por mí que por ellos“. Al diario «La Nación» le explicó que estaba «dispuesto a establecer la mística del quehacer futbolístico». Una combinación entre recuperar el clásico «pechazo» (golpe de pecho contra pecho) a modo de saludo, como una forma de recuperar la virilidad deportiva, al tiempo que anunciaba clases teóricas para mantener a los futbolistas informados de «las novedades (que) se originen en el campo de la estrategia».
Algunas de sus demandas resultaban pasmosamente visionarias. Por ejemplo, solicitó un dietista y dijo que los servicios médicos, más que la clásica ficha topométrica de los jugadores (el registro de sus medidas), debían procurar valorar mediante tests los reflejos de sus futbolistas. Cuando por fin dio inicio la pretemporada sus rutinas de entrenamiento resultaron tan innovadoras como su manejo del lenguaje. Una de estas prácticas, según recoge el «Diccionario Olé de Primera», consistía en «colgar una rueda de automóvil en la alambrada y hacer práctica de remates para embocarle con la pelota», actividad que es considerada en el manual como «extravagante». La revistas «El Gráfico» y «Un Caño» han recogido en sendos artículos algunas de estas prácticas de entreno -a las que consideran «estrambóticas»– y que incluyen el uso de sillas a modo de conos para ejercicio de dribbling; o el uso de sogas para hacer entender al portero cómo reducirle el espacio al delantero contrario a través de explicaciones geométricas.
Su debut como entrenador se produjo el 16 de abril de 1961 contra el San Lorenzo de Almagro, entrenado por Juan Carlos Lorenzo y con José Sanfilippo como estrella. Los cuervos de Almagro le endosaron un 5-2 con doblete del jugador de la «caña de pescar». La siguiente jornada Huracán empató por 2 a 2 contra Vélez Sarsfield, dirigido por el ex-seleccionador nacional Victorio Spinetto. Y en su último partido recibió un 4-2 del Atlanta, equipo que dirigía un futuro seleccionador que recién empezaba: Osvaldo Zubeldía. Tras esta derrota Pepe Peña dimitió y nunca más volvió a dirigir un equipo de fútbol.
Los tres partidos oficiales de Pepe Peña eran el mejor referente posible para Lorenzo.
Su caso se convirtió en el paradigma del charlatán que queda expuesto al tener que asumir el trabajo sobre el que pontifica, motivo por el que seguramente Juan Carlos Lorenzo ofreció en 1972, tal y como se ha explicado al principio de este artículo, un reto análogo a Dante Panzeri, máxime aun cuando el mismo Lorenzo había sido uno de los implicados en aquella historia. No obstante, existen numerosos matices que conviene sopesar a la hora de emitir un juicio en lo relativo al caso de Pepe Peña.
Pedernera siempre le tuvo en mucha estimaPipo Rossi confía en sus memorias que San Lorenzo ya les había goleado la temporada anterior en la segunda vuelta, así que aquel era un resultado perfectamente lógico en un enfrentamiento entre los dos equipos. Del mismo modo, Rossi en ningún momento aprovecha la inexperiencia del técnico para justificar la derrota y, a pesar de su dimisión, el presidente Luis Seijo le ofreció a Peña el puesto de entrenador de las divisiones inferiores, lo que significa que seguía teniendo confianza en él. El artículo de Andrés Burgo en «El Gráfico» es de largo el mejor documentado sobre el tema: menciona, por ejemplo, que tras su dimisión el periodista participó en los inicios del programa televisivo «Polémica en el fútbol», o que volvió a la radio como comentarista para Radio Rivadavia, en el programa de deportes de José María Muñoz; omite, en cambio, que Peña trabajó para Boca Juniors como asesor cuando entrenaba Adolfo Pedernera. Él fue, por ejemplo, quien elaboró el informe sobre Peñarol para la semifinal de la Copa Libertadores de 1963, e incluso estuvo sentado en el banquillo como parte del staff técnico. De hecho acabó abrazando tras un gol a su antiguo enemigo, el Nene Sanfilippo, que ese año había sido traspasado a Boca.
Difícilmente tres únicos partidos pueden dar la medida de la valía o el conocimiento de un técnico, sea cual sea el resultado, pero lo que seguro que no pueden valorar es su calidad como periodista deportivo, que es algo totalmente distinto y que por ello requiere de una forma de evaluación diferente. Por otro lado, si aquel hombre era meramente un embaucador, sorprende que Adolfo Pedernera, que lo había sido todo como futbolista, le confiase un trabajo de aquella envergadura. El propio Pepe Peña dejó alguna pista sobre cómo interpretar la naturaleza de su fracaso aludiendo al espíritu con el que sus jugadores aplicaron sus ideas: durante una práctica habían planificado una estratagema que requería que el wing derecho se dejase caer. La jugada ocurrió más o menos como lo habían planeado, pero el jugador no se tiró. Según Pepe Peña, cuando le pidió explicaciones al extremo este le contestó: “Atrás había unos abrojos bárbaros, mirá si me voy a tirar”. Si leemos entre líneas quizás podamos intuir una falta de compromiso con su liderazgo, pero es que el propio Pepe Peña no había contribuido precisamente a generar una alianza adecuada con la plantilla, si tenemos en cuenta que su estrategia fue la de ir lanzando bravatas por los diarios.
Y difícilmente se puede extrapolar desde su caso lo que hubiese sucedido si Dante Panzeri hubiese dado el salto a los banquillos, tal y como le propuso Juan Carlos Lorenzo. Como periodistas, Pepe Peña y Dante Panzeri quizás habían sido parecidos, pero como técnicos seguro que hubiesen sido distintos. Panzeri, por ejemplo, nunca se hubiese permitido diseñar jugadas a los futbolistas. Su fútbol era dinámica de lo impensado, así que nunca les habría escrito un guión.
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@AlanAlberdi 31 marzo, 2016
Excelente, David. Y un placer que hayas llegado hasta http://www.pasionfulbo.net mientras recopilabas material.
En la actualidad, acá en Argentina se ve a Diego Latorre como un fuera de serie en cuanto al análisis del juego. Aporta muchas cosas que sus colegas no: conceptos, explicaciones sobre movimientos, jugadas, detalles técnicos, etc. No soy su mayor fanático, pero la mayoría de los comentaristas se conforma con contar qué fue lo que sucedió. ¡Y la jugada ya la vimos todos!
Digo esto porque Latorre es seguidor de Panzeri, y más de una vez se rumoreó con su desembarco como entrenador. No estoy seguro, pero creo que justamente fue Huracán, el mismo al que dirigió Pepe Peña. Claro, Latorre además de ser un analista deportivo, fue un gran jugador. Dan ganas de verlo en un proyecto serio, aunque quizás ponga algo de su prestigio como periodista en juego.