Los trazos más personales de Jean Giraud surgían de la plumilla. Suficientemente flexible para dotar a la línea de los matices oportunos pero lo bastante firme como para seguir el ritmo de una muñeca sometida a una voluntad desbocada, esa pequeña pieza metálica incrustada al final de un palillero de madera fue la mejor aliada de Moebius, la firma con la que el genio francés rubricaba sus obras más introspectivas. Pero a veces la plumilla se quedaba corta. Demasiado rígida, no ofrecía soluciones para las líneas más complejas. Entonces Jean Giraud acudía al pincel y ese trazo firme y rectilíneo se transformaba en una delicada danza en la que la curva y el grueso de la línea bailaban al son de un sinfín de posibilidades.
Para la Real buscar en profundidad al extremo izquierdo es lo más natural del mundo. Lo hace hasta el nueve. Eficaz, sobrio como un trazo de plumilla, Griezmann es la punta de lanza de un equipo que cuando corre se reconoce. Pero a veces el francés se queda corto. Demasiado obtuso, no ofrece soluciones para las jugadas más trabadas. En los primeros minutos del partido de ayer el buen hacer del Málaga, que se juntaba con el balón y respondía firme a los envites locales, reclamaba al equipo vasco una solución para reanimar las jugadas moribundas. Y la Real tiró de su pincel. Ese pincel mexicano al que llegan los balones cuando no saben a donde ir para descubrir en sus botas un destino insospechado.
ricardogdmgz 7 abril, 2013
Precisamente ese rol es el que Carlos Vela podría estar cumpliendo en la selección mexicana durante la eliminatoria. No nos podemos dar el lujo de prescindir de tal magnitud de futbolista.