Las cerezas más perfectas | Ecos del Balón

Las cerezas más perfectas


La única constante fue el trabajo de su gente, debió ser la razón de aquel olor a café de Colombia recién tostado. La tarea era cálida, manual, paciente. Su origen, un proceso de selección que sólo superaban las redondas más maduras, caminito de aquella canasta rectilínea que nosotros llamamos orilla. Allí se separaban de lo que no interesaba, y se limpiaban, en nuestro caso, con un cambio de frente. Luego iba la secada, una sosegada cadena de pases bajo el sol que sugería descanso. Y para terminar, qué si no, una nueva y minuciosa trilla, para elegir a dedo las impecables bolas que merecían presentación. Un gol de Bernardo Redín o una taza de café en la playa de la Isla de Andrés, igual daba, era el mismo sabor. Porque la gente de Colombia hacía las dos cosas de la misma manera. Quedará más claro tras el artículo.

Aquel legendario conjunto, aclamado de forma unánime como el más divertido del triste Mundial de 1990, encontró cimientos en las figuras de Francisco Maturana y «Colombia fue la mejor noticia en el discreto Italia 90´» Carlos Valderrama. El entrenador fue el máximo exponente de la revolución táctica zonal en suelo sudamericano, lo que unido a su verbo y voluntad docente le asoció de por vida, para bien y para mal, a conceptos como la línea, la presión lateral, el achique o la curva de Maturana. Movimientos defensivos exhibidos por Colombia -y su Atlético Nacional campeón de América- que despertaron el entusiasmo de una Europa futbolística en plena transformación táctica.

Pártase de esta imagen y nótese el centralismo del esquema, aún más pronunciado en el instante de la pérdida por la clara tendencia interior de Redín y Rincón. Con tal disposición, Maturana desviaba la salida de balón o la transición ofensiva del contrario hacia una de las bandas, lugar donde Colombia ejercía su presión y el correspondiente achique. El mediocentro del perfil atacado lateralizaba «La revolución táctica afectó, sobre todo, a lo defensivo.» su posición hasta el conductor, por muy abierto que estuviese, provocando el encierro del mismo en el triángulo interior-mediocentro-lateral. El lateral, que se adelantaba mucho para seguir el automatismo, desencadenaba a su vez una serie de ajustes en la línea de cuatro que derivaba en la cacareada curva de Maturana, cuya graduación pretendía orientar a cada activo para la ayuda al compañero anterior si fuera necesaria (Jugada de ejemplo). Como se habrá intuido, donde está la virtud está la trampa, y un cambio de orientación resultaba mortal de necesidad. Para impedir esa rápida basculación ofensiva laboraban el resto de efectivos, ocupando las líneas de pase interiores desde las que el rival pudiese pivotar. El reducido partido de Mathäus, mediocentro estrella del campeón, ante Colombia habla bien del sistema, pero que aún así fuese el futbolista más decisivo sobre la cancha obliga a no perder la perspectiva: La Tricolor era un equipo de culto, no uno de los mejores.

Uno de los méritos más inexplicables del Pacho fue conseguir que su equipo se tomará en serio a Higuita, que todo pareciese normal. Ambicioso en la ocupación del espacio, de gran respuesta técnica con los pies y rápido en el desplazamiento, el Rey Escorpión fue todo un bastión contra los pases filtrados a espaldas de la adelantada zaga colombiana, llegando a auto-considerarse más líbero que portero. Sus movimientos más excéntricos dejan la duda de por qué líbero en vez de mediocentro, cuya zona invadía con toda vocación. En cuanto a su función ofensiva, pues de perdidos, al río. Maturana lo invertía en la creación de superioridad numérica en la base de la jugada para limpiar el nacimiento de la misma, pero el Loco sentía más de la cuenta la imperiosa necesidad de driblar algún contrario para pasar al ataque. Ahí encontró Colombia su absurdo, o poético según quién, adiós al Mundial italiano. La relativa adecuación táctica y la suprahumana calidad física de Higuita no siempre compensaban el show.

«Asumo plenamente el comportamiento de Higuita» Maturana, tras la eliminación ante Camerún.

Pese al carisma de René, la estrella del combinado nacional era el Pibe Valderrama. Tótem del fútbol sudamericano, representó como nadie un juego de posesión pausada, horizontalidad bien entendida y puntualidad en el riesgo que llevó a Colombia a ser la referencia de su continente en algún pasaje de la historia. Sin embargo, en este Campeonato del Mundo fue más sello estilístico que jugador contextual.

Las memorias vinculan a Maturana de forma sempiterna al 4-2-2-2 (Torre Sudamericana),y no por capricho, sino porque fue el dibujo sobre el que asentó la Colombia quedó marcada por adolecer de un goleador mayoría de sus proyectos. Aún así, en la antesala del Mundial se topó con dos circunstancias que le inclinaron al 4-2-3-1. La más importante fue la aparición de Rincón, volante izquierdo muy coherente con la propuesta de un nivel físico-técnico y una cuota goleadora que le colocaron en el 11. La adyacente, que a falta de dos, Colombia no disponía siquiera de un delantero que plantease el debate táctico. El Tino Asprilla fue a Colombia 90 lo que Romario a Brasil 82.

Lamentablemente, el fútbol de Valderrama chocó en cierta medida contra el sistema. El Pibe fue un 10 tradicional, de los que respira del balón y el espacio, y ya en el 87 cedió media cancha a Redín en el Deportivo Cali, con un resultado tan espectacular que marcó al país para siempre, eso sí. Pero en esta ocasión no sólo encontraría a Redín a su derecha, sino también a Rincón a su izquierda, ambos de tendencia interior, lo cual considerando que detrás había un doble pivote supuso todo un problema espacial para el pintoresco crack. Ni este conflicto ni la notable inferioridad física que mantuvo ante la mayoría de sus rivales le impidieron hacer su juego, exhibición ante los Emiratos Árabes Unidos incluida, si bien quien sólo le vea este torneo no descubrirá el verdadero nivel de Valderrama. Parte de su esencia, en el más optimista de los casos.

Colombia 87-94, la del Pibe, fue un bello y carismático equipo bisagra en el histograma táctico del fútbol sudamericano, además de una de las expresiones artísticas más afines a la manera de sentir de su propio pueblo que jamás ha regalado el deporte. Y sucedió en Sudamérica, donde tomará comienzo en 2 días una competición que hay que vivir, disfrutar y analizar en Ecos del Balón. Sirvan para calmar la espera los 7 minutos más intensos de la Colombia del balón. Aquel compás en el que para marcar gol, Herrera, Leonel Álvarez, Valderrama y Rincón actuaron como siempre, como cuando ayudaban de chiquitos a llevar el café del árbol a la taza.


3 comentarios

  • DBEcos 25 marzo, 2012

    Si quieres consultar los comentarios de esta entrada en su versión anterior, puedes hacerlo en: http://www.ecosdelbalon.com/ecos/2011/06/30/colom

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  • […] El estratega situó a Macnelly Torres por dentro, cerca a la pelota, y encargó a Teófilo ir a donde fuera necesario para que el fútbol de ataque no dejara de fluir. Con ese y otros ajustes tácticos, Colombia se libró de una sensación de rigidez, de estrés. El equipo se soltó el cinturón, se quitó el último botón de la camisa, se calmó, y jugó por jugar, por disfrutar. A Brasil se llegaría por añadidura. Con Mac, Teo, y el sol del Caribe sobre el Metro, como cuando éramos felices. […]

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  • andrea pirlo 9 febrero, 2018

    por favor actualizar enlances

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