Mira que me gustan los contrastes en el mundo del deporte. En ese margen donde confluyen formas diferentes de entender un juego o su competición brota lo mejor; aparecen los componentes más atractivos, los que dan pie al análisis y la reflexión, la literatura o la crónica; la supervivencia, los estilos, la distinción. También nace esa respuesta pasional, sentimental, otras veces moral, por parte del público sobre determinada disciplina que se hace enorme y multiplica su valor como activo de una sociedad. Cuando eso ocurre ya no hay marcha atrás: ese deporte es imparable. Algunos se posicionarán para darle sentido a la pasión conjunta, otros buscarán a quienes comparten con ellos ese enfoque diferente y compatible que les aporte el valor que comienzan a sentir como necesario.
Sin embargo, es muy difícil moverse en contrastes emocionales. Quienes identifican e integran las emociones sin mezclarlas ni rechazarlas logran convivir mejor con la realidad. Y hoy, y los últimos días, semanas, la realidad para mí ha sido muy difícil.
Hoy me despido de Ecos del Balón. Y no debo decir que me despido de mi casa, que ya de por sí supondría mucha tristeza, sino de la casa de mucha gente que la considera su espacio, porque este proyecto genera, crea y comparte una manera de afrontar una conversación sobre fútbol, inspirando por el camino a quienes fueron descubriéndolo. Cuando un medio de comunicación trasciende hacia un espacio común de gente que reflexiona sobre la dimensión de un juego que es deporte, y pasa a ser visto como un lugar donde compartir en esencia, sin mayor atributo ni predicado, despedirse se hace complicadísimo. Podéis haceros una idea. Eso no puede llamarse un lugar de trabajo. Ecos fue una maravillosa experiencia compartida, y como tal, decir adiós se hace duro.
Mientras toco y me voy tengo que mirar muchas veces atrás, como los buenos centrocampistas antes de recibir, y con el ánimo de no olvidarme de nadie, dar las gracias a quienes confiaron en mí, a los que me acompañaron y a los que se acercaron para hacerlo todo mejor. A Fernando, claro, siempre desde el principio. A Abel y a Miguel, por el inmenso privilegio. A David, por las horas de fútbol y el flamenco. A Tamarán, por la serenidad. A Marc, Carlos, Nerea y Jorge, por la compañía y por la radio, por donde se dejaron caer muchos otros, paseando nervios e ilusión. A Javier Alberdi, desde el primer momento. A Lolo, por su genialidad. A Nacho, por la música. A Morén, por todos los momentos dados. A Kundera, por su cercanía. A Luis, por sus héroes. Al gran Mata, por la pasión. Al gigante Vilariño, por absolutamente todo. Al enorme Chema, por la clase. A Alex, Carlos e Ismael, por su talento. A Iñaki, por la disponibilidad. A De la Peña, porque siempre ha estado. A Quique y Miki, por descubrirse y quedarse. A Adri, por el último baile.
Y gracias a vosotros, los lectores, que en Ecos fueron autores. A Sopra, a Mr. Blaya, a Marcos Estrade, a Asier Harro, a donmarcelobielsa, a Marcelino, a Jack Bonaventura, a Javi Cordero, a José Luis, a danityla, Alberto Carrasco. A todos los que, y sois muchísimos, entrabais todos los días, os quedabais y conversabais con nosotros. Nada más. Y nada menos. Gracias.
Por compartir.
HenryHM 12 mayo, 2020
Creo que lo que mejor ilustra lo que ha sido Ecos del Balón para mí es lo que hacía todos los días al llegar a la Facultad. Abrir el ordenador y meterme en ecosdelbalon. Sabía que iba a aprender más ahí que escuchando a cualquier profesor. También recuerdo las palpitaciones cuando acababa un partido de Champions. Lo que venía después era casi tan emocionante como lo que acababa de pasar. Entrar tarde a clase por quedarme sentado en el parking esperando a que terminara La Aventura Original si el trayecto a la universidad no había sido suficientemente largo. Que me preguntaran ¿qué quieres ser de mayor? y yo contestara ¿conoces Ecos del Balón? Los pelos de punta con los cuentos. Llegar a temer por la investigación de Marc en Código Cambridge. Reír a carcajadas con los cromos de David León. Disfrutar de Leo y de Cristiano, de Pep y de Mou, de Berizzo, de Setién, de Jémez, de Bielsa. Creer que todo era posible el día que Abel se vistió de traje y no se quitó el botón. Creer que todo era mentira el día que él y Miguel se fueron. Siento que desde entonces nada fue igual. Siento no haber estado a la altura desde aquí. Dejé de ir a aquella facultad y dejé de poner la e y darle al intro en el buscador. Sé que gran parte de lo que soy se lo debo a la gente que habéis formado esta locura. A los que estáis ahí y a los que estuvimos aquí. Gracias, Alejandro, por enseñarme tanto.