Maurizio Sarri ya ha dejado claro por activa y por pasiva, por palabras y por hechos, que su etapa en la Juventus de Turín iba a ser muy diferente a la que protagonizó en el Napoli. El club, la plantilla, los tiempos y las necesidades iban a demandar de su talento y experiencia una forma de comprender y administrar potencial futbolístico de manera muy diferente. Lo que se vio en la Campania, lo transmitido, no fue sino una obra de autor, quizás el equipo de autor por excelencia en aquellos momentos, que llevó implícito un sello de entrenador de método que quizás podría ser reproducible, en esencia, allá donde el técnico napolitano acudiera para construir un equipo. No obstante, el campeón piamontés, por exigencia y momento de proyecto, por disponer de la figura de Cristiano Ronaldo, es un equipo con una naturaleza definida, a la que Sarri ha de acompañar sin modificar en exceso.
Maurizio Sarri se ha destacado por ser un tipo de entrenador de los definidos como intervencionistas, que trata de adecuar el talento a principios básicos de su ideario y su fe como preparador en la élite. Por su parte, tras cinco años bajo el manto de Massimiliano Allegri, y después de ir modificando y pausando la herencia recibida por Antonio Conte sin perder un ápice de competitividad, la Juventus se comportó la temporada pasada de un modo cuanto menos matizado con respecto a la 2017-2018. Como analizamos en su momento en ‘Ecos del balón’, el campeón turinés dispuso una alfombra roja a su flamante fichaje estrella, una de las operaciones más importantes de la historia de la Serie A, con tal de potenciar su impresionante capacidad rematadora y su movilidad previa para atacar espacios vacíos en las inmediaciones del portero rival. La ‘jugada’ recogió toda la energía y atención que merecía ‘CR7′.
La Juve da casi 30 pases más por choque la temporada pasada, pero su esencia y su ritmo no ha sido alterada en exceso por la propuesta más rítmica de Sarri
Así, Allegri aumentó la presencia de centros al área e ideó movimientos para que Cristiano Ronaldo y Mario Mandzukic pudieran atacar espacios fijados previamente por otros miembros del ataque, o por ellos mismos. De los 14 centros por partido de la temporada 17-18, la vecchia signora pasó a dibujar 23 centros al área, procurando que el astro luso se involucrara en la ventaja previa, distrayendo dentro, para llegar en movimiento al impacto con la pelota, ya fuese con el pie o con la cabeza. Ante este escenario, arribó Sarri, un tipo más meticuloso y detallista con procesos anteriores a la creación de gol. Y, poco a poco, se ha ido dando cuenta de que, con un dibujo concreto y a través de un jugador determinado, como pasaremos después a delatar, su equipo puede ganar registros sin perder capacidad rematadora. Puede ser de Sarri tanto como de Cristiano.
Una de las claves que Maurizio ha respetado en gran parte es el ritmo de la circulación, que no es sino esencia de la Juventus como equipo y de todos sus jugadores por separado. Sarri no puede mecanizar combinaciones súbitas, situaciones concretas donde lanzar y triangular a un toque y de manera memorizada, sino entender el material del que dispone para dominar los encuentros, acercar a sus piezas y defender con garantías para sus zagueros. En general, la plantilla de la Juve no se ha caracterizado en los últimos años por hacerlo todo rápido, por desplegar una exuberancia en ataque ni corrección imponente atrás. Su carrocería siempre ha sido de ritmos intermedios.
El 4-3-1-2 ha dado más opciones de pase a Pjanic, que ejecuta 12 pases más por encuentro:
– Temporada 2018-2019: 62 pases por partido
– Temporada 2019-2020: 74 pases por partido
Lo que sí ha priorizado Sarri es ganar una mayor cantidad de apoyos en el juego interior en el que ha crecido sobremanera la figura de Miralem Pjanic. El bosnio, a sus 29 años, mediocentro sin discusión del proyecto, está sumando 12 pases más por encuentro que la temporada pasada, una circunstancia que se ha propagado a nivel colectivo. De los 473 pases por choque que acumulaba el equipo, Sarri está sumándole 27 envíos cortos más por noche, hasta los 500, focalizando sus ventajas ofensivas y defensivas desde la ascendencia de ex centrocampista de la Roma y, para mayor novedad, la inclusión de un rombo en mediocampo como medida más interesante en su libreto.
A diferencia de la pizarra del año anterior, los bianconeri están colocándose en el campo en un 4-3-1-2, dando cabida a todos los perfiles de los que dispone su medular, incluidos Dybala y Bernardeschi, con éste último o Ramsey en el vértice, Pjanic en el eje y dos interiores alternos, caso de Khedira, Rabiot y Matuidi, que se encargan de las coberturas laterales y de sostener los trazos de Miralem para ganar la segunda jugada en el carril central. Sobrepoblando de atenciones la zona central, estrechando la zona de actividad defensiva del rival y liberando los carriles exteriores, no sólo Pjanic puede jugar de cara continuamente y activar en corto y en largo, en vertical y diagonal, sino posibilitar que Cristiano parta o caiga a un costado sin la obligación de hacerlo por sistema. Una disposición que ha matizado el día a día del equipo.
Martín Seijas 13 abril, 2020
Creo que Pjanic es uno de los grandes olvidados cuando se habla de los mejores centrocampistas del mundo. Es un jugador que rara vez entra en esa discusión, pero lleva ya años siendo el sostén del mediocampo juventino. Sarri lo sabe y ha sabido potenciarlo rodeándolo para darle más opciones de pase. Además, vaya evolución. Recordemos que Pjanic empezó en el Lyon siendo un mediapunta, y hoy es el pivote de un rombo. Repito, creo que este jugador está muy infravalorado.