En estos tiempos en los que para la selección francesa, tras superar la oscura época de Raymond Domenech, se abre una nueva etapa de esperanza con Laurent Blanc al mando, consideramos interesante volver la mirada atrás y echar un vistazo al estilo que encumbró al fútbol francés entre los más destacados del planeta fútbol. Después de más de una década de estar en un lugar preponderante en el plano internacional, habiendo disfrutado de su generación dorada y ganando todo lo ganable, nos preguntamos qué es lo que falla para que el actual y excelente grupo de jugadores no rindiese al nivel que todos esperamos de él. Quizá el problema sea el estilo de juego. La generación dorada francesa es la de Zidane, Djorkaeff, Henry, Pires, jugadores técnicos en la mejor línea de la escuela francesa. Pero también es la Deschamps, Vieira, Desailly, Makelele, Thuram, Petit, etc, es decir, cemento puro y duro. En ello se sustentó el estilo de juego de toda una década, y en ello intenta basarse la actual selección francesa. Pero los resultados no son tan satisfactorios como debieran, a pesar de la expectación que el conjunto comandado por el ex técnico del Girondins de Burdeos está generando al comienzo de esta Eurocopa.
El plantel con el que cuenta Blanc, con una buena batería de hábiles centrocampistas (Ribery, Nasri, Cabaye, Ben Arfa, Martin), debería dejar de abusar del músculo que le proporcionan las colonias y volver a los orígenes, al estilo que, desde siempre, ha caracterizado al fútbol francés. El llamado «football champagne». Este es el estilo que hizo célebres a los franceses, allá por finales de los 70 y comienzos de los 80, y que venían practicando desde hacía más de 30, con mayor o menor resultado, pero siempre fieles a ellos mismos y a la manera de jugar que más les convenía.
El estilo lo forja un equipo de leyenda…
El primer gran equipo francés a nivel internacional data de mediados de los 50. Albert Batteux había tomado las riendas del seleccionado galo, a la par que las del mejor conjunto del momento, el Stade de Reims. En torno a los jugadores de su propio club, construyó una selección que jugaba un fútbol de seda y cuya actuación en el mundial del 58, en Suecia, maravilló al mundo. Fueron terceros, solo batidos por el Brasil de Pelé, Garrincha y Didí, y además Fontaine destrozó todos los récords anotando 13 goles en los 6 partidos del torneo. Tal era el caudal ofensivo de este equipo.
Disfrutaba, en este caso de un frente de ataque de lujo con el genio Raymond Kopa, el implacable goleador Just Fontaine, el hábil extremo Jean Vincent y, la clave del conjunto, los interiores Roger Piantoni y Michel Hidalgo. Todos en algún momento de sus carreras formaron parte del Stade de Reims, doble subcampeón de la Copa de Europa, y este último, en su etapa como técnico y 20 años después,Tras la época dorada de Kopa y Fontaine, el fútbol francés entró en crisis plasmó el ideal que buscaba Batteux con la selección del mediocampo mágico.
Sin embargo, tras el abandono de Batteux, el fútbol francés entró en crisis. Durante los 60 sus equipos seguían jugando muy bien y estrellas no faltaban, como el veloz delantero Coussou (un prototipo de Henry) o el goleador Combin, pero faltaba un cerebro del mediocampo. Todo ello se solucionó años más tarde, a mediados de los 70. Y, como ya había pasado con el Reims, al amparo de un poderoso club francés que destaca en Europa, en este caso, el Saint Ettiene. Este club, subcampeón europeo en 1976, formaba un armazón perfecto para la selección gala con Janvion, Larios, Bathenay, los hermanos Revelli, o el veloz «ange vert» Dominique Rocheteau. A ellos se unió en el XI del Gallo el genial líbero Marius Tresor, del Olympique de Marsella, todo un portento físico y técnico. Además, el veterano atacante Henri Michel del Nantes o el goleador del Lyon Bernard Lacombe. Juntos formaban un esqueleto magnífico para un equipo competitivo, pero faltaban el corazón y el cerebro. Y eso es lo que aportó la nueva generación.
La generación de Michel Platini.
Para el mundial del 78, en Argentina, el seleccionador Michel Hidalgo comenzó a contar con una serie de jóvenes que cambiarían el rumbo del, por entonces, acomplejado fútbol francés. Un joven defensa del Metz, Patrick Battiston, un escurridizo y polémico atacante del Lens, Didier Six, un potente carrilero del Nantes, Maxime Bossis y, sobre todo, el número 10 del Nancy que había ganado la Copa de Francia, Michel Platini. El hombre más influyente de la historia del fútbol galo. Los franceses deslumbran con su juego en los campos argentinos, pero caen en un grupo muy complicado con los anfitriones, Italia y la poderosa selección húngara de Nyilasi y Torocsik. Francia se va en primera ronda, pero es señalada como uno de los conjuntos a seguir del Mundial.
Se espera mucho de ellos en la Eurocopa del 80, pero caen en la fase de clasificación. Sin embargo, en esta serie de partidos entran en el equipo otros jugadores que marcarán el destino del combinado nacional. El pequeño cerebro del Girondins Alain Giresse, el potente centrocampista del cuadro bordelés Jean Tiganá y el nº10 (aunque siempre usase el 9), del Sochaux, Bernard Genghini. Llegador excepcional desde segunda línea y un excelso tirador de libres directos, tan bueno como Platini, y que fue opacado, como todos sus compañeros, por el brillo del astro de Joeuf. Pero aquí reside la grandeza de esta selección:Había grandísimas estrellas, pero todos estaban a disposición del colectivo la subordinación al equipo de jugadores que podrían haber sido la «vedette» en cualquier otro.
Francia llega al Mundial de España con su mejor equipo. Una defensa de lujo y un medio del campo espectacular. La portería genera dudas (ni Castaneda, ni Dropsy, ni Baratelli, ni Ettori son guardametas de garantías), y la delantera presenta una fantástica movilidad pero poca contundencia. Aún así, en conjunto la selección francesa promete mucho. Comienza mal, perdiendo contra Inglaterra en Bilbao, pero a partir de ahí, los galos desarrollan un juego de toque, preciso y veloz que les lleva en volandas hacia la segunda fase, donde se enfrentan a Austria e Irlanda del Norte en el Vicente Calderón. Aquí despega definitivamente el «fútbol champagne». Platini da clinic tras clinic, especialmente en el partido en que Francia destruye a los rocosos norirlandeses y, aún sin él –sancionado-, el medio campo francés, liderado por Genghini, avasalla a una buena selección austríaca. «Les bleus» se aseguran el pase a la semifinal de Sevilla donde se enfrentarán a un equipo completamente antagónico: la Alemania más poderosa físicamente que se recuerda.
Y aquí, en uno de los mejores partidos del siglo, contra un conjunto que ponía en el campo kilos y kilos con jugadores como Dremmler, Förster, Briegel, Hrubesch, etc… Hidalgo arranca sin medio defensivo. Con cuatro jugadores de toque como eran Tigana, Giresse, Genghini y Platini: tres números 10 más un volante mixto. Osadía total.Frente a una poderosa y pesada Alemania, Michel Hidalgo jugó sin medio defensivo Y los franceses dominan totalmente, solamente el fondo físico del equipo alemán les permite seguir el ritmo de un conjunto donde el balón se movía a la velocidad de la luz, donde sus tres números 10 rotaban posiciones con total naturalidad, y sus laterales Amorós y Bossis se comían la banda ellos solos, mientras Tresor y Janvion aseguraban la defensa. Littbarski adelanta a los alemanes, gol rápidamente contestado por Platini. En la segunda parte llega el punto clave del partido, la brutal entrada de Schumacher al recién entrado Battiston. Se llegó a creer que el francés había muerto. El golpe anímico es tremendo, también el táctico. Hidalgo debe gastar una sustitución más que le impide dar aire a su medio del campo. El partido termina 1-1 y se va a la prórroga, donde Francia literalmente arrasa a Alemania. 3-1, con tantos de Giresse y Tresor. Es aquí donde la falta de cambios empieza a afectar a Francia. Y quizá también el mal de altura, el miedo a ganar. Alemania, renacida y liderada un fresco Rummenigge y las acrobacias de Klaus Fischer, empata. En los penaltis, ocurre lo inevitable… La derrota más dolorosa de toda una generación.
Caer para levantarse más fuerte.
Quedaba la incógnita de cómo superaría el equipo la derrota, pero el propio Hidalgo lo dejó claro: «Francia no cambiará su estilo de juego, así hemos llegado hasta aquí, donde nunca habíamos estado. No nos estamos equivocando». En 1984, los franceses organizaban por segunda vez la Eurocopa y el torneo se presentaba como la reválida para el fútbol champagne. Francia arrasó, ganando el torneo con el mejor juego que se había visto en el Viejo Continente. El equipo había encontrado un gran guardameta en la figura de Joel Bats, Battiston se había afianzado en la defensa tras superar la rotura de vértebra y los meses en el hospital que le había producido la entrada de Schumacher en el Mundial, Genghini pasó a ser el jugador nº12 y su lugar en el campo lo ocupó Luis Fernández, un centrocampista mixto que se compenetraba a la perfección con Tiganá y permitía a los genios Giresse y Platini crear a su antojo. Estos cuatro formaron el conocido «carré magique», expresión que haría fortuna para denominar al centro del campo francés. Y arriba, la gran lacra del fútbol francés era no contar con un implacable goleador, pero Bellone y Six se las arreglaban bien.
El caso es que esa supuesta falta de gol la eliminó Platini de un plumazo. Hizo un torneo perfecto, dando la mayor exhibición individual que se recuerda -junto a la posterior de Maradona en el 86-, y demostró que en aquel año 84 era indiscutiblemente el mejor ymás completo jugador del mundo. 9 goles, ¡9!,Ante la falta de un delantero goleador, apareció Michel Platini con nueve goles tres con la derecha, tres con la izquierda y tres de cabeza. PERFECTO.
Ese mismo verano del 84, la selección olímpica -en aquel entonces jugaba jugadores que NO habían disputado nunca una Copa del Mundo-, dirigida por Henri Michel ganaba la medalla de oro de los JJ.OO. de Los Ángeles, jugando el mismo estilo que la absoluta, y derrotando a la Brasil de Bebeto y Dunga. Tras el éxito de la Euro, el ya veterano Hidalgo dejó la selección, pero su lugar lo tomó el más indicado, el propio Henri Michel. Esos años 84, 85 y 86 son los que culminan un estilo de juego. Francia gana, gusta y se afianza como el mejor equipo del mundo. Aunque los años ya pesan (sobre todo a Giresse, y también a Genghini, que como todos sabemos, es un poco «el D’Artagnan» de este cuarteto, el que nadie nombra pero siempre está ahí), el carré magique sigue maravillando. Llegan a México 86 en un gran estado de forma y con dos jugadores, provenientes del equipo olímpico, que parece pueden solucionar el tema de la delantera: el espigado y veloz Yannick Stopyra y el implacable Jean Pierre Papin.
Francia abre juego contra Canadá en lo que se prevé una goleada por parte de los campeones de Europa. Ni mucho menos, los canadienses se hacen fuertes en torno al guardameta Paul Dolan y su líbero, la leyenda de la NASL Bobby Lenarduzzi, y salen a la contra velozmente con el atacante Igor Vrablic, que juega en Bélgica. Francia domina, asedia durante casi 70 minutos la puerta canadiense sin éxito. Finalmente, Papin rompe su defensa y marca el definitivo 1-0. El segundo partido es contra la poderosa URSS, que venía de destruir a la Hungría de Lajos Detari por 6-0 y que no tarda en adelantarse con un trallazo marca de la casa de Vassili Rats. Francia saca su casta de campeón y consigue el empate 1-1. El último partido de grupo lo ganan fácilmente contra los húngaros. Pero la delantera sigue sin funcionar y todo el peso sigue recayendo sobre el cuadrado mágico, que parece cada vez más afectado por el infernal calor mexicano. Sólo el joven Luis Fernández mantiene el ritmo, corriendo de un lado para otro sin parar.
Los octavos de final preparan un plato fuerte. Francia vs Italia, a quien los galos no han derrotado oficialmente en 50 años. En este partido «Les Bleus» renacen e imparten otra lección de fútbol. Platini y el cuestionado Stopyra dejan el 2-0 definitivo. Y espera Brasil. El partido es una oda al fútbol, no puede ser menos dada la acumulación de talento de ambos conjuntos. Además, tiene de todo. Se adelanta Brasil por medio de Careca, empata Francia por medio del inevitable Platini, vuelve a dominar Brasil. La segunda parte pertenece a los galos pero la «canarinha» creó mucho peligro en las contras y, casi al final, Zico dispone de un penalti para ganar el partido. ¡Pero Bats lo detiene! Y aquí comienza el partido de su vida. El guardameta del PSGEn una verdadera oda al fútbol, Bats frenó a la Brasil de Zico para llegar a la final para todo lo que le echan en una actuación espectacular. Incluídos dos penaltis en la tanda, donde Michel Platini falló el único penalti de su carrera, que envían a Francia a las semis por segundo mundial consecutivo.
El cuadro de partidos de Francia en México es aterrador. Por si fuera poco haberse medido con la URSS, Italia y Brasil, las semis les regalan de nuevo a Alemania y, al fondo en una hipotética final, la Argentina de Maradona. Francia juega en el estadio Jalisco agotada física y mentalmente, Bats falla estrepitosamente en un lanzamiento de falta de Andy Brehme -un poco al estilo de Arconada en la final 84… ¿Justicia poética?- y los galos caen 2-0. Adiós al sueño de ganar un mundial para gran parte de sus componentes.
Tras el mundial, la selección pierde a Platini, Giresse y Genghini. Battiston y Bossis se retiran poco después. Los galos vagan sin rumbo por los campos de Europa. No se clasifican para defender su título europeo en el 88, tampoco acuden a Italia 90. Sí recuperan un poco de su antiguo brillo en las clasificatorias de la Euro 92. Platini está ahora al mando del equipo como seleccionador y el número 10 lo luce un veterano Luis Fernández, el menos brillante del legendario cuarteto. Esto es un signo de cómo van las cosas. Papin está en el mejor momento de su carrera. ¡Lo que hubiese dado Platini por ese Papin en esas semifinales contra Alemania! Francia arrasa en la clasificación, fieles a su estilo con Papin, Sauzee, Deschamps, Cantoná… pero queda fuera en la primera fase, en un grupo con Inglaterra, Dinamarca y Suecia.
Con la eliminación de USA94 muere definitivamente el futbol champagne. Aimé Jacquet, el creador de un Girondins de Burdeos que representó mejor que nadie ese estilo en los 80, le da el golpe de muerte. Adiós Cantoná, adiós Sauzee, adiós Ginolá, adiós Papin. Hola Karembeu, hola Vieira, hola Petit, hola Djorkaeff, hola Zizou. La transición hacia la nueva Francia, la Francia multicolor era un hecho.
Texto publicado el 12 de junio de 2012
Juan Rodríguez 2 abril, 2020
La Francia de Platini era pura crema, dinamismo elegante. Protagonizó 3 de los mejores partidos de la historia. Frente a Alemania en 1982, frente a Portugal en 1984 y frente a Brasil en 1986. El de Portugal, grandioso