Tras la marcha de Pep Guardiola en 2012, el Fútbol Club Barcelona fue alimentando, en sentidos opuestos, dos líneas perpendiculares. La primera, la de su relación con el juego más académico, de la escuela Johan Cruyff, con la que pasó a la historia y que fue deteriorándose en favor de otras propuestas. La segunda, la de adquirir talento diferencial y extraordinario en un mercado cada vez más saturado e inflado, con traspasos de gran trascendencia. Dos líneas que encuentran una difícil convivencia en un punto concreto cuando talentos tan formidables reclaman libertad dentro del campo, una condición que Guardiola solamente le concedió al mejor de todos, Lionel Messi, con tal de que el juego colectivo quedara intacto, pues el resto de piezas respetaba unas reglas colectivas muy específicas, de las que no podían escapar con tal de que el modelo de juego de la escuela holandesa pudiera alcanzar su máximo nivel. Y queda claro que le fue bien.
Es importante contextualizar ese escenario porque tras la marcha del hoy técnico del Manchester City, el Barcelona contrató a Neymar Jr., a Luis Suárez, a Ousmane Dembélé, a Philippe Coutinho y recientemente a Antoine Griezmann. Los dos primeros encajaban a nivel de espacio dentro del sistema de juego, con el uruguayo como delantero centro y el brasileño como extremo izquierdo. Sin embargo, tras la marcha del segundo, hoy en el Paris Saint-Germain, el Barça ha ido buscando imperiosamente a través de los otros tres la pieza que aún hoy le sigue faltando: el tercer atacante que complete el tridente y que aporte lo que Suárez y Messi, como pareja, han ido perdiendo cuando la exigencia aumentó -eliminatorias de Champions League-. Una misión que sobre el papel ha recaído esta temporada, la tercera de Ernesto Valverde al frente del blanquillo azulgrana, en el francés Antoine Griezmann, un futbolista que llegó al Camp Nou habiendo experimentado una libertad total en el sistema del Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone. Una libertad individual que es imposible reproducir y gozar en el equipo de Leo Messi, donde todo se origina y finaliza en las botas del crack.
La teoría dictó que el galo llegaría para sumar control y lectura de los espacios para aumentar en precisión lo que Luis Suárez no podía ofrecer en espacios reducidos. Mientras Dembélé intentaba asentarse en el equipo para añadir y complementar con velocidad punta para amenazar al contragolpe, Griezmann se responsabilizaría de darle a Messi un apoyo en la mediapunta para facilitarle sus recepciones en la frontal del área, así como desmarques de calidad entre central y lateral. En la práctica, todo ha sido muy diferente. De entrada, Valverde, cuando Messi cayó lesionado varias semanas, apostó por un 4-3-3 heredero de Cruyff, donde los extremos fijarían su posición, sin poder moverse apenas, con tal de que los interiores, Arthur y De Jong, recibieran entre líneas y tuvieran espacio para intervenir; un espacio que les fabricarían los extremos aportando amplitud. Dicho de otro modo: Griezmann apenas podía moverse ni relacionarse con el juego, debía esperar quieto en el límite del campo. Además, lo haría jugando a pierna natural, sin poder orientarse para el pase, una conducción o un disparo con la panorámica de la que mismamente dispone Leo Messi jugando a pierna cambiada. Para Antoine, todo eran dificultades.
Griezmann está teniendo problemas para participar pero comienza a ser determinante sabiendo correr
Cuando Messi recuperó un lugar en el equipo, «nada cambió», salvo lo que cambia cuando Messi es titular, que es todo. El argentino dispone de una libertad de movimiento y acción que repercute en todas las piezas que le rodean, desde el lateral izquierdo -Jordi Alba- hasta el interior derecho -Rakitic, Vidal, Arthur, De Jong-. Respetando el dibujo, el 4-3-3, Messi rompe la estructura clásica de extremos abiertos, viene a la zona del ’10’ y mira siempre hacia el sector opuesto, el de Griezmann y Alba, lo que obliga al lateral derecho y al interior derecho a compensar sus movimientos para que el campo esté bien ocupado. Pero, ¿esta manera de orientarse con su pierna buena hacia la banda izquierda implica que conecte con lateral y extremo izquierdo de manera equilibrada y participativa? Los precedentes dicen que no. Los hechos dicen que Messi, como si fuera un imán que atrae a los defensores para generar espacio por fuera y a la espalda de la zaga, suele aprovechar, de manera automática, el desmarque de Alba en carrera, saltándose al extremo y creando situaciones de profundidad para que después sea él mismo quien pueda finalizar las jugadas.
Entonces, ¿qué ocurre con Griezmann? Pues varias cosas. Aunque el francés pueda recibir de Messi, algo que está sucediendo menos de lo conveniente pero en clara e interesante progresión semana a semana, su papel queda reducido: en situaciones de remate queda mal orientado, a la hora de asociarse y darle continuidad y segundos a la jugada, también, mientras que su abanico de movimientos se restringe a una parcela muy pequeña, todo lo contrario a lo que no sólo ocurría en el Atlético de Madrid, donde siendo segundo punta de un 4-4-2 era el director del ataque, sino también en la selección francesa. A nivel de participación, goles y asistencias, Griezmann queda mucho más limitado, un escenario que no tiene un gran margen para la mejora en ataque estático para el francés a nivel de libertad, aunque surjan teóricas modificaciones que si no han llegado ya no parece que se puedan dar, ni tampoco a nivel de sistema si imaginamos a un rival muy replegado, pero no así en situaciones más dinámicas. Cuando el Barça pasa de un estado a otro, cuando aparece un intersticio del juego en el que el rival deja de ser sometido por el Barça y pretende iniciar un ataque o deja de someter al propio equipo culé y duda en determinaciones decisiones que lo lleven a recuperar ese dominio, en esas pequeñas transiciones donde el talento impresionante del conjunto blaugrana convierte en un traje de cómic una camisa y unas gafas de pasta, la conexión Messi-Griezmann es una demoledora combinación de lucidez, buena decisión y precisión en el mano a mano.
En el ‘Clásico’, Griezmann sí puede convertirse en el mejor socio del Messi
Es aquí, en ese hueco del juego donde hay que castigar en transiciones o combinaciones súbitas en campo contrario o partiendo de la medular, donde sí comparten habilidades como talentos indudablemente compatibles. Antoine, un atacante excelso cuando se trata de saber correr y finalizar la carrera con la mente diáfana para transformar en gol lo que otros compañeros ven como dificultad, está encontrando un espacio más de finalización que interacción más provechoso en el corto plazo, que es a donde lleva la previa del Clásico. Antoine Griezmann y Leo Messi no conforman en estos momentos, de manera automática, fluida y sólida, una sociedad como tal para todos los momentos del juego pero sí lo son en uno concreto del que ya, y no mañana, pueden servirse, que es la de separarse a tiempo para encontrarse a espaldas de la zaga rival, una paradójica conexión que podría elevar a Griezmann hasta el siguiente escalón: tratar de convertirse en alguien completamente necesario para Messi, todo un elogio por más que suene a supeditación cuando Leo es el principio y el fin, el epicentro táctico y emocional de los ‘Clásicos’ ante el Real Madrid desde que los juega y hasta que se retire.
Y para ello, juntando las particularidades del choque, basadas en la recepción de Messi y un espacio hacia el que dirigirse cuando juegue de cara entre líneas, más el cortoplacismo en el que ya puede incidir Antoine, parece y suena muy apropiado que el exjugador del Atlético de Madrid memorice unos cuantos desmarques agresivos sobre Raphael Varane que, junto a la fijación de Suárez sobre Ramos, estire la línea defensiva blanca y ofrezca a Messi un tiempo exacto, que de igual forma no será mucho pero sí para su privilegiado talento, en una zona en la que, de poder girarse, no debería de recibir la entrada o el quite de Casemiro. Si no se debe meter la pierna dentro del área como imperativo y resorte mental defensivo, tampoco debe hacerse, por el mismo motivo, otros once metros más atrás, cuando el argentino merodea la media luna con el balón en su poder. Es esa zona, el segundo punto de penalty, donde Messi ha convertido los libres directos en otra pena máxima y donde Griezmann, más que ofrecerle un apoyo constante, podría ser el mejor socio de Lionel creándole espacio para la demolición.
AArroyer 18 diciembre, 2019
Los delanteros le tienen que ayudar desde ya a Messi en la creación de ventajas, y observando cómo se está construyendo la conexión Griezmann y Messi, el tema parece destinado, en mi opinión, a que se separen para crearse espacio mutuo. Veo difícil que Griezmann sume cantidad de participaciones, pero sí mucha determinación tirando desmarques cortos y quitándole a Messi a los centrales cuando reciba de espaldas entre líneas. El Madrid va a intentar que Messi reciba por delante de los medios siempre pero si no lo logra, Messi ahí es absolutamente intocable porque no se le puede hacer falta, es casi el mismo valor que estar dentro del área, pero para que pueda armar disparo, necesita que le estiren y no que le apoyen para una pared. Es lo que intuyo que puede pasar esta noche. Que Griezmann sea más delantero que nunca en posicional.