Ernesto Valverde se encontró en Pucela con una prueba inesperada. Sergio González, técnico vallisoletano, dibujó en Girona, para la primera jornada, un 4-4-2 clásico con el que puso en bastantes apuros al equipo de Eusebio, y aunque el cuadro culé está habituado a que los rivales se adapten a sus fortalezas, los ajustes realizados por el entrenador catalán, cambiando lo visto en el debut en la categoría, seguramente sorprendieron al preparador blaugrana, a tenor del desarrollo de los acontecimientos en la primera mitad.
Valverde volvió a dibujar un 4-3-3 en el que Ousmane Dembélé partió desde la banda izquierda, cerca de Coutinho, que ejerció el rol de interior izquierdo. La apuesta de Sergio fue dejar los carriles exteriores totalmente despejados, dibujar una defensa muy estrecha y hacerlo además con tres alturas distintas que a su vez escalonaban a sus hombres -el pivote y el mediapunta siempre ligeramente por detrás-, lo que provocó el efecto buscado: siempre había una ayuda a la conducción interior de un Leo Messi que arrancaba en posición de extremo derecho.
El Valladolid ocupó muy bien los espacios en defensa
El Valladolid salió con una línea de cuatro defensas, Borja como mediocentro, Anuar y Alcaraz como interiores, Toni Villa por delante muy pendiente de Sergio Busquets, y Enes Ünal y Óscar Plano, la pareja de puntas, defendiendo muy abiertos y casi a la misma altura que Villa, con el objetivo de no dar ventaja a los centrales si decidían salir en conducción, y tapando línea de pase a Rakitic y Coutinho, pero siempre jugando por delante de ellos para poder salir en transición al ataque en superioridad numérica contra Piqué y Umtiti, algo que se vio con frecuencia en el primer acto.
Sobre el papel, el dominio del partido fue vallisoletano, ya que la ocupación de los espacios se producía tal y como había planificado el técnico local. El Barcelona dibujaba una circulación en U, con Messi bien defendido si buscaba conducir y con Dembélé -el único que de verdad abría líneas de pase que obligaban a los medios del Valladolid a separarse- poco acertado en los últimos toques. El francés dejó un partido, de nuevo, muy rico en cuanto a lectura de la situación, lo que sin duda representa una buena noticia para Valverde, si bien es cierto que el Camp Nou le va a exigir un punto mayor de precisión en las definiciones.
Dembélé fue de nuevo el que mejor ocupo los espacios en el ataque posicional culé
No hay que pasar por alto que el terreno de juego condicionó la circulación de pelota, y quizás también las decisiones de Ernesto Valverde. El Barcelona logró ponerse por delante con la única jugada que le otorgaba una ventaja desde la pizarra: el cambio de orientación. Cierto que en el tanto salió bastante forzado porque Sergi Roberto salvó la situación más que otra cosa, pero el 0-1 fue una excusa para ver a un Barcelona bastante conservador que no logró su objetivo puesto que el Valladolid, con la respuesta de Sergio a la reacción de Valverde y el paso a jugar con dos extremos abiertos -Keko y Toni Villa (Verde después)- ganó línea de fondo y puso en apuros al campeón.
Valverde dibujó el 4-4-2 que vimos con regularidad durante la temporada pasada, pero lejos de servir para una mejor ocupación de los espacios y para ejecutar una presión que le hubiera ayudado a recuperar el cuero más arriba, provocó ceder metros en los primeros pases del Valladolid, situación que aprovechó un inspirado Alcaraz para llevar el cuero a campo rival, casi siempre sobre el sector izquierdo donde ni siquiera la entrada de Arturo Vidal ayudó a paliar la sangría. La mejor noticia para Valverde fueron los tres puntos y la sensación de salir de una telaraña, desde el planteamiento de Sergio hasta la dificultad que provocó el césped del José Zorrilla.
Felipe 26 agosto, 2018
También hay que decir que a día de hoy salir en largo para el Barça es un dolor de cabeza, porque Suárez no ayuda casi nada, porque el físico no le da ya para intimidar al espacio.