Veinte años y tres días después, Francia volvió a coronarse campeona del mundo tras golear a Croacia. El cuadro de Deschamps, fiel al cínico pragmatismo que le ha acompañado durante todo el torneo, hizo valer su condición de favorito explotando al máximo todas y cada una de las certezas que le han llevado a bordar su segunda estrella en el pecho. A fin de cuentas, la Copa del Mundo son situaciones, momentos muy puntuales. Y saber gestionarlos, como en cualquier torneo tan corto es, en realidad, la verdadera clave del éxito. Algo que Francia ha sabido realizar a la perfección; bien porque ha podido anteponerse a ello, como señala el dato de que, durante estos siete partidos, tan solo ha estado 9’ por debajo del marcador –del 48’ al 57’, en el encuentro ante Argentina-; como alejarse de problemas, a través de un poderío defensivo digno de la mejor pareja de centrales de todo este torneo de selecciones.
Porque Francia, más allá de estos últimos 90’ ante Croacia, todo lo que ha hecho lo ha sabido hacer perfecto. Ha controlado las dos áreas, se ha defendido bien por dentro y ha podido ir avanzando rondas gracias a las individualidades de sus dos mejores futbolistas. Algo que, vaya por delante, también debe ser reconocido por su mérito; pues no siempre es sencillo lucir dentro de una idea que potencia el empaque colectivo por encima de cualquier nombre propio. Pero por ello mismo, este triunfo siempre llevará adjuntos los rostros de Antoine Griezmann y Kylian Mbappé. Dos de los jugadores más determinantes de este Mundial, que hicieron todo lo posible por dejar sus dos nombres para el recuerdo.
Croacia hizo de todo durante 60’… menos activar la profundidad de Luka Modric
Sabedor del tremendo riesgo que podría implicar para sus intereses el hecho de que Perisic y Pavard se pasasen todo el partido emparejados, Deschamps decidió retomar el 4-4-2 del debut ante Australia para forzar a Mbappé a realizar una cobertura mucho más prolongada de la que se le intuyó –pero apenas llegó a realizar- en la ronda de semifinales ante la Bélgica de Hazard. Sin embargo, el ímpetu con el que salió Croacia al césped y el desajuste en la presión entre los dos puntas –Griezmann y Giroud- y el resto del bloque minimizaron el reajuste táctico francés. Porque el fútbol, por fortuna, siempre será fútbol; como se atrevió a aventurar Boskov en su día. Pero, de no haber sido por el resultado, lo cierto es que Croacia fue muy superior a Francia hasta el descanso. Y, si nos ponemos, durante prácticamente la primera hora de encuentro. A través del balón, el combinado de Zlatko Dalic no solo consiguió acercarse –varias veces- con peligro al área de Lloris, sino que además consiguió lo que hasta el momento ninguno otro había logrado: que Francia no corriese en ventaja; como sí lo logró en la última media hora.
Con Perisic y Rebic intercambiándose las posiciones desde muy temprano, asegurándose que la línea ofensiva –con Mandzukic por el centro- tuviese siempre bien ocupados los tres carriles, el juego de Croacia destiló argumentos más que suficientes para que el resultado hubiese sido otro muy distinto con un puntito más de lucidez en las dos acciones (súper decisivas) a balón parado. Con Brozovic, como de costumbre, por detrás de Modric –por derecha- y Rakitic –izquierda-, a la selección balcánica le resultó sumamente sencillo pisar el campo contrario; efecto, dicho sea de paso, del repliegue medio-bajo que organizó Deschamps. Pero esa maniobra defensiva no estuvo todo lo bien ejecutada que se podría haber esperado de ella, y dicho desajuste en la presión –entre los delanteros y el centro del campo- fue el que utilizó Croacia para mantenerse igual de entera con el paso de los minutos; cuando, superada la fase más pasional del arranque, pasó a entender de un modo más cerebral lo que requería el encuentro.
Tuvo más tiempo el balón, propuso más cosas y, como destacábamos, dejó a Francia sin su mejor arma ofensiva, adueñándose de muchas de las segundas jugadas en mediocampo. Pero, por no reducirlo todo al resultado, cabe señalar que al primer tiempo de Croacia le faltó algo más de acierto a la hora de potenciar a Luka Modric. Vaya por delante que los primeros 45 minutos del mediocentro del Real Madrid fueron muy positivos. Tanto que, fruto de su lectura para alejarse de la base de la jugada (Brozovic) en el momento indicado, sus movimientos en vertical fueron los responsables de abrir brecha en la segunda línea del planteamiento francés. Con Luka Modric ganando metros, trazando continuamente acciones de abajo-arriba, esta profundidad consiguió minimizar el impacto de Kanté, que apenas pudo defender hacia delante en contadas ocasiones. Pero Croacia no consiguió dotar al movimiento –sumamente inteligente por parte de su capitán- de un pase en condiciones con el que, presumiblemente, hubiese conseguido desarticular la zona más empedrada de Francia; ya que Brozovic, queda claro, no «es eso».
Ivan Rakitic fue, de largo, el mejor de Croacia durante todo el partido
Que Ivan Rakitic es un futbolista hecho para la élite no es algo que pueda sorprendernos; más, si cabe, después de su última temporada en el FC Barcelona. Ahora bien, lo que no estaba tan claro, no hace tanto tiempo, es que sus prestaciones hayan crecido hasta tal punto –y dirección- que, sin miedo a tropezar con ninguna hipérbole, podría decirse que ayer volvió a demostrar por qué, actualmente, es uno de los mejores mediocentros en todo el mundo. Por lo completo que ha conseguido hacer su fútbol, sobre todo. Porque ayer, ante la Francia de Mbappé y Griezmann, Rakitic cuajó uno de sus mejores partidos de la que, posiblemente, haya sido su mejor campaña a nivel individual. Juntó fuerzas para exponer todo lo aprendido durante estos últimos años, y el mundo entero pudo contemplar su ya probado crecimiento; con balón y a la hora de defender. Con él hizo como cada fin de semana de esta última temporada, y sirvió de apoyo a Brozovic en fase de salida, a la vez que activó el ataque exterior por el lado izquierdo –Perisic o Rebic-, con alguna que otra conducción en campo contrario; sin él, tiró de interpretación para detectar el dónde, el cómo y el cuándo del bote del esférico, para adueñarse de una segunda jugada clave. Un despliegue que no hizo sino confirmar todo lo que ha aprendido con Valverde.
Francia mató el partido a partir de los espacios: en ataque y en defensa
Con el marcador a su favor, Francia demostró en la segunda mitad por qué es la selección que más claras ha tenido sus ideas durante este mes de competición. Supo esperar pacientemente su momento y, cuando el empeño de Croacia abrió más espacios de la cuenta, resolvió el partido de la forma más práctica. Con N’Zonzi en lugar de Kanté, respetando a Pogba su sitio en el pivote derecho, Francia castigó las imprecisiones del juego balcánico, que dejaba solos a Lovren y Vida más abajo, haciendo sonar la corneta. De esta forma, con Mbappé –que se desgastó en la ayuda a Pavard- amenazando la espalda de Strinic –lateral izquierdo-, Griezmann lanzando entre líneas y Giroud obstaculizando la labor de los dos centrales croatas lejos del área, el cuadro francés se metió el encuentro en su bolsillo en cuestión de 6’; del 59’ al 65’, del 2-1 al casi definitivo 4-1. Tiempo que Griezmann aprovechó, desde ahí y hasta el final, para demostrar –una vez más- que esta generación francesa le pertenece. Que es suya, aunque no lo explote así el plan en lo táctico, como esta Copa del Mundo; en la que, sirva como reflexión, ha quedado de manifiesto que el fútbol está cambiando. Ya se vio en la última Champions. Y ahora, visto lo visto en esta Copa del Mundo, quizás sea el principio de un paradigma totalmente nuevo.
Faetón 16 julio, 2018
Es solo a mi, o los tres partidos más importantes de esta temporada (final champions, final europa league, final mundial) han compartido patrones? El nerviosismo del favorito frente a una arrolladora puesta en escena de su rival, los golpes de fortuna que golpean a éste, y un tramo final del partido en el que el favorito, con el marcador tan a favor, hace y deshace…