Un 4 de enero de 2016, Zinedine Zidane se hacía cargo del banquillo que hasta ese momento ocupaba Rafael Benítez. El francés heredaba un contexto cuanto menos complejo, en el que la distancia emocional y futbolística que se percibía entre las piezas alertaba de la necesidad de reducirlas desde el primer momento. Suturada esa herida en tiempo récord, el Real Madrid levantaba su 11ª Copa de Europa en San Siro cinco meses después, una hazaña que iba a tener su continuidad al comenzar la siguiente campaña. Confeccionando plantilla, objetivos y temporada con tiempo, el verdadero reto, el que sería acometido con todas las energías y herramientas a su disposición, se consiguió en un periodo que terminaría con un nuevo campeonato de Liga. Quizás, el título de mayor valor conceptual de Zidane como entrenador si se tiene en cuenta el camino elegido y lo anómalo de lo acontecido.
Zidane heredó una situación rígida que trató de descomprimir a corto plazo
Las reglas del fútbol moderno se han escrito de múltiples formas, más si cabe desde que Leo Messi y Cristiano Ronaldo han convivido en la Liga española. Suyos son desafíos que hoy se entienden como lógicos, pues su espontánea y extraordinaria capacidad para comparecer y determinar juego y marcador con extrema puntualidad, han comprometido las visiones que se tenían hasta el momento de las cosas. Así, se vieron Ligas de 100 puntos, temporadas de 50 goles y victorias en todos los campos, propias del juego, ajenas también. La exigencia se estandarizó y aunque bajó algún punto desde 2012, ganar una Liga en España había elevado su media de puntuación más de 10 puntos con respecto a la era inmediatamente anterior. Una vez se configuró de esta manera el escenario competitivo, en el que el argentino había monopolizado el campeonato regular, llegó el Real Madrid de Zidane, el que cuajó y legó para el futuro la idea de los 24 titulares.
Con la 11ª bajo el brazo, se propuso ganar la Liga la siguiente temporada
El concepto de plantilla larga hasta dicho momento se entendía como una posibilidad. La profundidad de un plantel que doblaba posiciones no era más que la consecuencia de una mentalidad, la cual demandaba a los gigantes europeos disponer de la máxima calidad posible, en todos los puestos… pero con rangos diferenciados. Sí existía el concepto de competir por un puesto, pero los titulares y los suplentes siempre quedaban definidos y separados, nunca entrelazados e intercambiados con la frecuencia y la activación con la que el Real Madrid 2016-2017 y Zinedine Zidane lo habían permitido. El campeón de Liga lo haría desafiando lo dado por sentado. Y lo que sonaba más extravagante: la convivencia de esas 24 piezas no comprometería la identidad del equipo. Las sinergías nacientes de la suma de minutos por un grupo reducido de jugadores, la gran ventaja de las plantillas más cortas o de rangos diferenciados, tuvo, en el segundo año de Zidane, una continuidad inaudita por el gran número de jugadores que dio forma a lo ideado.
Su gestión, inaudita. Toda la plantilla tuvo peso y generó identidad
De este modo, Zidane y su Madrid subieron al carro a todas las piezas disponibles. Una por una, cada jugador gozaba de importancia real en los encuentros. El concepto de oportunidad para todos ellos podía entenderse desde las propias inercias y esencias de una competición regular de nueves meses: lesiones, estados de forma, particularidad del rival en base a un planteamiento diferente. Sin embargo, lo más desconocido llegaba cuando la inconmensurable calidad del plantel respondía, uno por uno, como si todos fueran el protagonista real de la historia. Nombre por nombre, jugadores como Álvaro Morata, James Rodríguez, Isco Alarcón, Lucas Vázquez, Marco Asensio, Mateo Kovacic, Mariano Díaz o Nacho Fernández, pertenecían a una idea de juego alejada de toda inconexión. Todos sus minutos sobre el campo eran de valor neto, alejándose de la utilidad que se entendía como el rodaje de los más secundarios o de determinadas titularidades concatenadas como premio a otros ‘suplentes’ más relevantes.
James, Isco, Morata, Kovacic, Lucas o Asensio. El Madrid ‘B’
Por primera vez, en España, un campeonato liguero nacía de la importancia innegable de todos los miembros de su plantilla. ¿Cómo era posible que de una semana a otra, el nivel de competitividad de dos equipos diferentes, tan diferentes en su formación, gozara de identidad, intensidad, concentración, liquidez, determinación y victoria? La base no cobró sentido por la calidad de sus hombres, presupuestada y conocida en años anteriores y posteriores, sino por la increíble capacidad para que todos ellos rindieran haciendo honor a su potencial, en el caso de los más jóvenes, o a su realidad, en el de los más asentados. Si bien el Madrid de Kroos, Modric, Ronaldo, Casemiro, Benzema o Marcelo abordaba los encuentros desde un prisma estilístico propio que la segunda unidad no podía reproducir, la identidad construída por un batallón que a priori no había sido concebido para convivir, competía como si el tiempo pasado juntos hubiera puesto todo en su sitio. La liga de Zidane, la de los 24 titulares, constó como una rareza demoledora.
lucas 4 junio, 2018
Arroyo , no comparto "solo" darle valor a Zizu por la liga de los 24 . Creo que suya fue una demostración de manejo de grupos solo relativamente , todos los componentes del plan B salieron corriendo del equipo ese verano , Pepe , Danilo , Coentrao , James , Morata y Mariano huyeron del Madrid , creo que ese grupo demostró una "disciplina" de grupo impropia de estos tiempos y sus egos , y por supuesto Zizu tuvo su peso , pero los jugadores no tuvieron menos al asumir su papel secundario como unidad B sin crear conflictos internos .En cuanto al futbol , yo si creo que esa unidad B se manejó más en el soporte que le daba su calidad individual muchisimo más que por la pericia táctica de zizu , Isco fué con mucho, "lo" determinante en esa unidad B .