
La Roma es un semifinalista atípico. No únicamente por su escaso peso reciente en la competición, por lo sorprendente de su pase frente al FC Barcelona, o por el nivel de juego mostrado por los de Di Francesco a lo largo de la presente temporada, sino porque más allá de todo esto, la propuesta y competitividad en las que se han basado los italianos para llegar a semifinales, difiere de alguno de los aspectos que más han caracterizado a los últimos dominadores de la competición. En el torneo que siempre tiene una sonrisa para quien más y mejor es capaz de controlar la situación, de tomar el guión entre las manos y de hacerlo valer en favor de la estabilidad, la aventura de los romanistas se ha escrito en los dos fondos del terreno de juego. En las dos áreas. Alisson en un extremo del campo y Edin Dzeko en el otro, el alfa y el omega de la Roma, han representado la capacidad de golpear sobre el marcador incluso cuando los demás han logrado llegar el mismo lugar a través del juego. Son quienes, desde la inferioridad, fortalecen el destino.
La Roma de Di Francesco, con Alisson y Edin Dzeko, sabe hacerse fuerte en las dos áreas.
Así, si en la mochila del guardameta brasileño están las intervenciones decisivas evitando goles rivales, luciendo reflejos y velocidad sobre la línea para salvar de la pólvora a las redes giallorossi, Dzeko es el faro que guía desde la lejanía. Sin sus tres goles producidos ante el Chelsea en la fase de grupos, los dos que fabricó contra el Shakhtar en octavos o los tres que contaron con su decisiva participación para eliminar al Barça, hoy Klopp y los suyos tendrían a otro adversario en frente. Se trata de un consumado rematador en área pequeña, un ariete que domina el arte de la finalización como los nueves de antaño y que en cada encuentro libra su batalla particular ante los centrales contrarios. Definidor con ambas piernas y poderosísimo en el juego aéreo, su estrecha relación con el gol cuando la Roma se adentra en los últimos metros viene siendo el gran aval ofensivo de su equipo para aferrarse a la Copa de Europa. Surtido desde las bandas, especialmente desde un carril izquierdo en el que la electricidad de Perotti y las internadas de Kolarov aprovechando los apoyos interiores del argentino sirven como plataforma de lanzamiento para un insistente surtido de centros laterales en busca de su cabeza.
El descrito en los dos párrafos anteriores, sin embargo, es el Dzeko que la Champions League ya conocía. Uno que ya es sólo la mitad del bosnio, pues el delantero centro que en Alemania o en Inglaterra siempre tuvo una zona oscura en su juego, desde hace unos meses ha sabido dar luz a sus equipos a partir de aportaciones que no parecían formar parte de su paleta de colores. El principal inconveniente de Edin en el máximo nivel era su escasa autosuficiencia y limitada participación en todo aquello previo al remate. Una condición, propia de los puntas clásicos pero extraña en el tiempo que le tocó vivir, que demasiado a menudo dejaba a los suyos sin un auxilio que tanto el conjunto como su propio fútbol necesitaban. La ocasión debía serle entregada, con la dificultad añadida de que él no estaría implicado en el proceso hasta el último instante. Estático lejos del área y desconectado cerca de ella, su función e importancia se reducían al acto de imponer el castigo. Si el rival era capaz de poner en liza la suficiente dosis de inteligencia y acierto como para imponerse en una fase del juego anterior, el delantero de Sarajevo normalmente dejaba de ser una preocupación. Sin alimento se desnutría.
Dzeko ha sabido hacer evolucionar su fútbol para ser decisivo fuera del área y más allá del remate.
El Dzeko que hoy se medirá al sistema defensivo del Liverpool en Anfield, el que celebró la clasificación contra el Barça o el que dejó por el camino al Atlético de Madrid, no obstante, ya no es aquel futbolista. O, mejor dicho, ya no es sólo aquel futbolista. Mantiene intacto su poder rematador, su autoridad en el área y sus recursos para alojar el balón en el fondo de la red con la cabeza o con cualquiera de las dos piernas, pero ahora, acompañando a todo su arsenal finalizador demuestra una relación con el juego que antes no había dejado ver. Los partidos de Dzeko hoy también se juegan lejos del punto de penalti y cuando la jugada está lejos de terminarse. Dibujando desmarques de apoyo para dar salida al juego también a ras de suelo, dejándose caer hacia los costados o en un carril central que hoy los reds tratarán de contener con Jordan Henderson. Tocando de espaldas, activando líneas de pase o ocupando los espacios que libera un compañero, el bosnio se ha transformado en una punta de lanza flexible que sabe golpear cerca del gol y, a la vez, mejorar a su equipo fuera del área, incluso haciendo gala de cierta creatividad en su interpretación de las situaciones. Orientado hacia el arco contrario, no esquiva las responsabilidades a la hora de aclarar los ataques en las zonas del diez.
Enfrentando a un Liverpool que desde que lo dirige Klopp hace de la presión y el ritmo unas señas de identidad ahora convertidas en valor competitivo de primera magnitud, y que a raíz de la incorporación de Van Dijk, la mejora de Lovren y la afirmación de Henderson ha venido consiguiendo una seguridad en el repliegue muy superior a la mostrada meses atrás, Di Francesco va a necesitar ambas versiones de su nueve. Al Dzeko capaz de erigirse en referencia para el servicio directo, como poste en el que apoyarse con tal de esquivar la presión y trasladar el esférico a campo rival sin correr riesgos que puedan cobrarse los centelleantes pies de Salah o Mané. Al que castiga centrales y encuentra en un balón colgado un aliado directo. Pero también al que matiza. Un Edin que pueda pausar por momentos el ritmo y lograr descansos con el cuero para la Roma, que añada complejidad a las maniobras en la frontal y le plantee al Liverpool un tipo de situación que rete su evolución atrás. Un delantero que pueda provocar el desorden y que en él sepa detectar los caminos para poner en ventaja al compañero. Un nueve de remate, apoyo y movimiento. Un nueve que Dzeko no era y que ha aprendido a ser. Uno que la Champions no conocía.
Foto: Catherine Ivill
Carlos 24 abril, 2018
¿ Que no es muy similar a la Champions 2012 de Drogba?