Fue tan simple como querer moverse. Lo que define y diferencia a los mejores es lo que sucede cuando quieren solucionar las cosas, cuando contagian y conectan su alrededor. En el Barcelona actual queda lejos el impacto que ocasiona que cualquier futbolista de la plantilla se mueva con respecto a si lo hacen Lionel Messi y Andrés Iniesta. Y así sucedió en el Metropolitano; ambos se movieron a la vez para sentenciar al Sevilla de Montella. En el caso del manchego, sus pies acariciaron la final con sus movimientos para echar por tierra un encuentro que, además de por el dinamismo con la pelota del equipo blaugrana, se describió por la conocida diferencia entre Sevilla y Barça en las zonas de definición, delantera y portería. Entendida como una de las claves en su previa, la efectividad culé condicionó y contrastó con los problemas sevillistas para mantener el cero en su portería ante el dominio rival.
La final de la Copa del Rey comenzó con una presión muy agresiva del equipo andaluz. Una en la que la energía empleada y la posición de su bloque no se han visto a lo largo de toda la temporada. El periplo de Vincenzo Montella se ha caracterizado por encontrar una oportunidad competitiva en la que, desde su teórica inferioridad ante equipos de mejor salud, pudiera transformar su estado de ánimo, su confianza y con ello, potenciar el gran aval de la plantilla, el talento de sus jugadores. En ese camino, Montella consiguió dotar a su ataque posicional de un ritmo ofensivo muy productivo en la creación de ocasiones, aderezado con una fase de repliegue ordenada y competitiva para salir con espacios. Su principal problema, materializar en goles lo imaginado, restó confianza e hizo visible carencias colectivas de una pizarra que no tenía manera de sorprender. Quizás por tratarse de una final, por entender el momento de su equipo y la escasez que el Barcelona venía mostrando una vez cayó ante la Roma, llevaron al italiano a optar por un pressing total.
El Sevilla, sorpresa, presionó muy arriba, con muchísima energía
Aunque no lo pudo llevar a cabo desde el minuto uno, su intención fue recuperar muy arriba, provocar pérdidas, atacar en campo contrario y generar el primer gol, el que le diera cierta maniobra para competir en un choque de marcador cerrado. Así, con Navas y Escudero buscando ahogar al segundo receptor culé, los de Nervión entendían que en los primeros pases estaba la posibilidad de golpear primero. Valverde optó, como respuesta, con Phillippe Coutinho en banda derecha, una decisión que dotaba de regate y pase a su costado menos protagonista. Por desgracia para el Sevilla, esta directriz no tuvo que ver con el dominio culé. El Barça salió inspirado a través de sus jugadores más relacionados con la victoria y su trascendencia. Fue en la determinación blaugrana para tirar abajo las ideas defensivas del oponente lo que marcó por completo la final. Con su habitual calidad para dejar toques de todo tipo, para batir líneas de una en una o todas a la vez -Cillessen-, el Barça acabó con los planes de Montella.
Y ello hizo que las posibles ventajas andaluzas, la de juntar a N’zonzi con Banega, y a este con Vázquez, se entendieran como complicadas. Los tres quedaron muy lejos entre sí, quedando también muy lejos de poder activar todo su juego exterior, una de sus bazas más presentes y complementarias, con Navas y Escudero sumando efectivos a Sarabia y Correa. Poco a poco, hasta y después del primer gol, el Barça se adueñó de la escena e hizo correr demasiado a un Sevilla cuyos medios, sin ayudas exteriores, saltaban sobre el balón. Se estaba gestando el partido que el Barça convierte en un carrusel. De pases y de dominio. Y que ayer se convirtió en uno de goles.
Iniesta recordó al mejor Iniesta de las finales. El Sevilla nunca pudo controlarlo
Sin balón, el conjunto sevillista mostró mucho de lo que le falta, una transición defensiva sólida y un sistema de ayudas en defensa posicional que no llega a las zonas en las que el Barça deriva sus atenciones. Los dos primeros goles, con Mercado y N’zonzi perdiendo la vigilancia de Suárez y Messi, ejemplificó cómo los de Valverde sabían cómo dañar tras ganar profundidad. Y es ahí donde la resistencia sevillista para mantener el área a salvo se quedó muy lejos de los momentos y los retos que le ha ido poniendo cada competición. Lo cierto es que antes de todo esto, Andrés Iniesta compareció. En un aquí y ahora, el de Fuentealbilla hizo todo lo que ha significado en un campo de fútbol. Magistrado en la sucesión ‘lectura-control de balón-tiempo-espacio’, Iniesta desmontó el 4-2-3-1 de Montella, que ya no disponía de estructura para ver a Iniesta y tapar después a Messi.
Todo en el fútbol de Iniesta tiene que ver con el momento. El Sevilla y todos los equipos saben dónde puede estar Iniesta, qué zonas va a ocupar, qué intenciones puede tener, pero al ser el dueño del cuando, del tiempo y velocidad de sus propias jugadas, la defensa sobre sus acciones queda comprometida y expuesta ante su sublime capacidad para poner a correr o parar siempre con acierto. Andrés se mete en todos los meollos para escapar de ellos en ventaja. En base a la ocupación del espacio libre y jugar con la marca pegajosa, sus arrancadas, y ayer fueron muchas, sazonadas con pases hacia espacios vacíos, dieron forma a una final que, como en tantas otras ocasiones, llevan y llevaron su nombre. Habida cuenta de que el Sevilla compitió en un escenario difícil de voltear, sus particularidades le llevaron a quedarse más parado aún. Y es que Andrés Iniesta quiso ganar.
Juan 22 abril, 2018
Espectacular partido del Barça en general y de Iniesta en particular. La noche de ayer recordó a las finales del equipo de Guardiola que abrumaba con su dominio y control absoluto desde la posesión para recuperar el balón inmediatamente con la presión tras pérdida liderada por Busquets y compañía. Ayer los culés defendían en campo contrario, robaban arriba ( en el gol de Andrés la recuperación de Suárez es digna de Busi ) , desactivaban a Banega con Rakitic y el mediocentro muy pendientes del argentino etc. Los de Valverde lo hicieron todo bien, enchufados y con un nivel de activación y concentración sobresalientes. De Andrés ya está todo dicho, es brutal e irrepetible. En cuanto a Leo, creo que en los primeros minutos estuvo impreciso por el trabajo de Nzonzi en la recuperación pero después conforme se alejó del francés gobernó el partido a su antojo. Descomunal la asistencia de primeras a Suárez en el tercer gol.
A mí la presión del Sevilla no me pareció tan adelantada, es verdad que Montella plantó a su equipo en un repliegue medio-alto, pero no dificultó en exceso la salida de balón del Barça. En parte, por el golpeo de balón de Cillessen que es muy eficaz para batir a las líneas defensivas rivales. Navas sí respondió con un partido digno de una final pero es que Umtiti y Piqué son centrales que descuelgan centros laterales con una facilidad pasmosa.
Increíble la hegemonía del Barça en Copa y Liga durante esta última década. Los números son propios de una superioridad aplastante.
Grandísimo artículo, Arroyo ( como siempre).