La grada del Westfalen Stadion acogió a Jürgen Klopp de la misma forma que Camarón recibió las primeras notas de Paco de Lucía, Hitchcock encuadró a Cary Grant o Robe escuchó sus canciones coloreadas por Uoho. Sólo ocho años después de ganar la Liga de Campeones, el Borussia Dortmund estuvo a punto de declararse en bancarrota, en 2005. El club, al borde de la desaparición, regateó el drama alcanzando una serie de acuerdos comerciales, entre ellos, el de cambiar el nombre de su mítico estadio por el de “Signal Iduna Park”.
Desnortado y asfixiado por la crisis, el equipo teutón presentó a un tipo rubio, afeitado, y sonriente. Muy sonriente. Jürgen Klopp parecía ajeno a la realidad de un club que, de golpe y porrazo, se encontró con una medicina que curó todos sus males. El hoy entrenador del Liverpool ganó dos veces la Bundesliga y una vez la Copa de Alemania, pero su gran legado fue devolver al equipo amarillo a la primera fila de la élite mundial, a pesar de que el sabor de boca no fue del todo dulce por culpa del subcampeonato en la Liga de Campeones 2012/2013.
Klopp le debe mucho a Lewandowski, y Lewandowski mucho a Klopp
Esa fue la fortuna de Robert Lewandowski, que llegó al Borussia Dortmund en el verano de 2010 como apuesta personal de Sven Mislintat, mano derecha de Michael Zorc durante ocho años en Dortmund y hoy en las filas del Arsenal después de haberse mostrado como un genio del ojeo tras acometer fichajes como el del polaco, Aubameyang u Ousmane Dembélé. Porque Lewandowski sin Klopp hubiera sido como si a Paco le hubieran puesto en las manos un banyo en lugar de una guitarra española; seguramente hubiera llenado locales en Algeciras, pero no teatros en Nueva York.
Fue poco a poco, porque el primer Lewandowski del Dortmund, que salió campeón de la Bundesliga casi diez años después, era suplente de Lucas Barrios. Y lo cierto es que en aquel momento lo que sorprendía era pensar que aquel joven de 22 años fuese a desbancar de la titularidad a Barrios, titular en el éxito que supuso volver a vencer el título liguero y complemento perfecto para el juego de bandas de Blaszczykowski o Grosskreutz, además de ser la referencia de la que Kagawa y Mario Götze se aprovecharon de forma constante. Sin embargo, Klopp se guardó una carta en la manga que comenzó a enseñar de forma más regular a partir del curso 2011/2012, y que llevó a Lewandowski a ser uno de los mejores delanteros del mundo.
Cuando Nuri Sahin fue votado mejor jugador de la Bundesliga 2010/2011, al final estaba dando la cara por un equipo con un registro más amplio pero que, en aquel momento, era identificado, quizás por la reciente aparición del Barça de Pep Guardiola, con un estilo relacionado con construcciones de pelota más pausadas. Lo cierto es que no estaba desencaminado en según qué circunstancias, porque Sahin racionaba los primeros pases a un ritmo bajo, y la presencia de Götze y Kagawa por delante, a los que Klopp juntó con bastante regularidad, provocó que el Dortmund controlase por dentro y profundizase por fuera, aprovechando la presencia de Barrios en el área y esa explosividad en los últimos metros de Blasczcykowski y Grosskreutz, que necesitaban la cal para ser productivos en unos ataques posicionales casi obligados por el hecho de que Sahin condujese el barco y que Barrios fuese el nueve.
Lewandowski terminó de dar forma al Borussia Dortmund de Jürgen Klopp
Al curso siguiente, Lewandowski lo cambió todo, y permitió al Borussia Dortmund alcanzar un “update” con el que se estableció en la élite del fútbol europeo. Por aquel entonces Robert tenía bastantes problemas en la toma de decisiones. No era excesivamente fino en las asociaciones y cuando recibía cerca del área eran más las veces que ejecutaba mal, pero su movimiento estrella encandiló a Klopp. Esa diagonal larga y profunda desde el centro a ambas bandas o a la inversa, hizo al Borussia Dortmund poder acercarse mucho más a la idea de su entrenador: correr tras robar la pelota. En ese momento Götze y Kagawa tenían una referencia profunda para sus pases, Grosskreutz o Kuba un rematador aún en situaciones de transición, porque Lewandowski llegaba incluso antes que ellos, y lo principal, el equipo podía robar y verticalizar con la certeza de que ese pase profundo iba a encontrar un destino eficaz.
Ese primer Lewandowski de la élite estuvo muy relacionado con la gestión de las situaciones de transición, pero de una forma peculiar que le permitió convertirse en uno de los grandes delanteros centros del fútbol mundial: después de esas carreras, potentes y con una velocidad sostenida muy competente para no tratarse de un velocista, el polaco se exhibía en su juego de espaldas, lo que le hacía marcar la diferencia. Lewandowski estiraba al Dortmund, pero después ganaba tiempo para sus compañeros con su buena utilización del cuerpo y su capacidad para conservar la pelota. Ahí apareció Jürgen Klopp, dándole un sistema de juego que fue puliendo su toma de decisiones. El plan del alemán no pedía al polaco demasiadas cosas, pero potenció las que mejor sabía hacer.
Después de aquello llegó el reconocimiento mundial. El campeón alemán tenía en sus filas un delantero centro capaz de marcar la diferencia en la Bundesliga gracias a sus goles y por supuesto, por ayudar de forma decisiva a dar forma a la idea de Klopp, pero su actuación en la Liga de Campeones 2012/2013 le catapultó definitivamente a la primera plana. El 23 de abril de 2013 se convirtió en el primer jugador de la historia que marcó cuatro goles en un partido de semifinal de Champions, y lo hizo, nada menos, que ante el Real Madrid de Jose Mourinho. Ahí quedó meridianamente claro que se podían analizar muchos aspectos del juego de Lewandowski, pero, lo más importante, es que estábamos hablando de un auténtico asesino dentro del área.
Jugar para Guardiola era un reto radicalmente distinto.
Todo lo demostrado con la camiseta amarilla fue suficiente para que el Bayern de Múnich apostase por él como su delantero centro, a pesar de que Pep Guardiola chocaba con la idea básica con la que Jürgen Klopp situó a Lewandowski en la élite del fútbol mundial. El polaco iba a pasar de atacar espacios muy grandes, a atacar espacios muy pequeños. Fue la idea de Guardiola en su primer año, y aún habiendo el llegado el polaco –y más tras la contratación de Xabi Alonso– fue algo que no varió en su segundo curso. Su idea tras aterrizar en Múnich fue la de jugar en campo rival, salir desde atrás potenciando las figuras de Lahm o Alaba, y recuperar la pelota con premura con el equipo asentado cerca de la portería contraria. En ese primer año, Lewandowski marcó sólo 17 goles en la Bundesliga, su peor registro desde su primer año en Dortmund.
Pep, que había ganado el título en sus dos primeros cursos en Múnich, decidió que había que potenciar a aquella bestia del gol. Algunos conceptos de su plan de juego fueron innegociables, pero otros sí se adaptaron a la figura de Lewandowski, como por ejemplo la llegada de un centrocampista distinto a lo habitual en Guardiola como Arturo Vidal, con el que se garantizaba cargar el área tras centro lateral y tener un perro de presa si el control del balón en campo rival se reducía. El equipo siguió potenciando la salida desde atrás, pero en campo rival los conceptos fueron diferentes. Müller y Lewandowski –y Arturo Vidal- cargaban el área, y Robben, Douglas Costa o Coman desbordaban por fuera. La velocidad comenzó a acelerar metros más atrás, y el sentido de los ataques se orientó hacia las bandas, de forma que se le brindó al polaco más situaciones de remate y de forma más cómoda, donde consigue marcar la diferencia de forma abusiva.
Porque más allá de unas condiciones físicas privilegiadas –hablamos de un delantero centro con fuerza para aguantar choques de cualquier defensa del mundo, pero además, con una velocidad lo suficientemente competente como para aguantar carreras a zagueros rápidos- lo que resume a Lewandowski es una fijación enfermiza por finalizar. Quizás, sólo Cristiano Ronaldo o Luis Suárez le superen en esa actitud a día de hoy. Da igual de donde venga la pelota; su instinto es siempre meter la pierna, atacar la pelota o posicionarse para encontrar el remate. Después, sus contactos para finalizar son siempre contundentes, y orientados hacia la portería con criterio –algo que ha ganado con el tiempo-. En la 2015/2016 Robert seguía sin poder aprovechar espacios abiertos, pero al menos ahora podía rematar muchas veces. De 17 tantos ligueros en su primera temporada con el Bayern, pasó a marcar 30.
Con Ancelotti, un Bayern menos completo pero mejor para Lewandowski
La llegada de Carlo Ancelotti, el siguiente verano, representó un nuevo escenario, y provocó que viéramos al quizás mejor Lewandowski de su etapa en Baviera. Fue un tema de contexto. Con el italiano, el bloque medio del Bayern bajó algunos metros. Quizás no por intención propia, porque al fin y al cabo el campeón siempre ha querido ser protagonista, pero los detalles para jugar de forma constante en campo rival no fueron tan cuidadosos como con Guardiola. Lahm y Alaba comenzaron a jugar con un rol más exterior –con Pep eran decisivos para controlar las transiciones ofensivas rivales a través de una posición centrada, y pilar para mejorar la circulación-, y en líneas generales el equipo atacó espacios más abiertos.
Ahí, Lewandowski, aún teniendo en sus piernas cinco o seis años más que el de su mejor versión en Dortmund, volvió a disfrutar de esos movimientos largos y profundos y por tanto, a encontrar situaciones de remate más variadas. Desmarques de ruptura para acabar directamente en zona de remate, diagonales largas desde el centro hasta las bandas para finalizar o asistir desde las esquinas del área, y por supuesto, mantuvo su capacidad de remate en las situaciones de ataque posicional, esta vez gestionadas a partir de situaciones de dos contra uno en banda, donde el Bayern se aprovechaba de ese rol más exterior de Lahm y Alaba, que se encontraban en las esquinas del campo rival con los extremos bávaros para asociarse.
El polaco está aún a la espera de un gran título continental, y sigue siendo una pieza imprescindible para Jupp Heynckes, como no podía ser de otra manera, con el que el equipo bávaro está siguiendo una línea más cercana a la vista con Ancelotti con respecto a lo mostrado con Guardiola, lo que está ofreciendo a Lewandowski, de nuevo, un contexto favorable. En cualquier caso y dado el excelente rendimiento que ha tenido desde su segundo año en la Bundesliga, es una evidencia que estamos hablando de un jugador con un talento sobrenatural, capaz de haber marcado la diferencia en libretos tan distantes como los desarrollados por Klopp, Guardiola o Ancelotti. Lewandowski es, con todo merecimiento, uno de los mejores delanteros centros del fútbol europeo de los últimos 25 años.
Foto: GUENTER SCHIFFMANN/AFP/Getty Images
Carlos 20 febrero, 2018
Para mi, Robert, nunca ha sido un supercrack. Creo que le faltan ciertas cosas para serlo, al igual que Harry Kane, pero a dia de hoy, es que creo que el Bayern necesita un paso adelante suyo en una eliminatoria