El FC Barcelona alcanzó su quinta Final de Copa del Rey consecutiva en una nueva y diferente demostración de su gran estado de forma. La última eliminatoria le ha medido a un Valencia que no viene cosechando buenos resultados pero que ha cuajado dos partidos de calidad notable contra los azulgranas, aunque no le haya alcanzado para competir por la clasificación. Ni renunciando a su ataque para defender mejor, como en el Camp Nou, ni reduciendo su defensa para atacar más, como anoche en Mestalla.
La base del planteamiento de Marcelino consistió en formar dos bloques bien diferenciados y, en cierto modo, desconectados entre sí, quizá con la intención de partir el juego en la medida de lo posible y gozar así de espacios mayores y más frecuentes. Abajo, el armazón era de siete hombres que se ordenaban en un 4+3; arriba, Vietto y Zaza abiertos y tirando diagonales, con Rodrigo reinando en la zona más ancha. Pese a la rotunda derrota, no cabe otra cosa que señalar que la estrategia fue interesante. Gracias a la energía de Coquelin y Kondogbia, el Valencia logró congestionar la creación culé en el último tercio obstaculizando incluso los pases abiertos hacia las llegadas de sus laterales; mientras que en ataque, lo de dar espacio a Rodrigo para que gestionase las diagonales de Vietto y Zaza desembocó en un peligro latente muy superior al que habían podido crear los chés en el encuentro de ida. No es que fuera un acoso, el Valencia pudo finalizar a cuenta gotas y el pobladísimo sistema defensivo de Valverde -es imposible recordar un Barça que protegiera su área y su frontal con más hombres que este- se mostró consistente; pero había motivos legítimos para soñar un gol.
Coutinho fue un salto de calidad evidente sobre André Gomes.
Tras el descanso se produjeron sustituciones de calado serio. Por parte azulgrana, salió André Gomes y entró Coutinho. El impacto del brasileño se hizo notar aunque quizá no tanto por lo que él hizo en sí, sino porque el aporte de Gomes volvió a ser tan bajo que supuso un alivio para la menos fornida defensa de los chés. No hacía nada sin balón y cuando controlaba la pelota se restaba o toda intensidad o toda precisión a la jugada. Coutinho, con su mentalidad agresiva y la amenaza de su disparo, dio un giro al mapa emocional del partido porque convirtió la zona de descanso del Valencia en un lugar que sí daba miedo.
Pero, a nivel juego, más significativo incluso resultó el ingreso al campo de Guedes y Carlos Soler. Cabe la posibilidad de que el joven extremo todavía del Paris Saint-Germain haya sido el atacante que más dificultades haya acarreado para el FC Barcelona durante este paseo militar que parece estar recorriendo el conjunto de Valverde. Su velocidad es excesiva y su capacidad para no caer en la precipitación aun llevando el juego al máximo ritmo conocido… marca la diferencia. Guedes es un cabo suelto para cualquier rival que se precie, y con él a pleno rendimiento, la estructura que protegía a Jasper Cillessen sí se desquebrajó en varias ocasiones. En la de mayor peligro, el portero tulipán protagonizó una parada digna de un jugador resolutivo. Él nunca lo ha sido, ni siquiera en el momento de su carrera, pero subidos a una ola de confianza e inspiración como la que ha levantado este Barça, todos sobresalen.
El estado de forma de Luis Suárez da para asustar a Europa.
No obstante, hay algunos más importantes que otros. Sin duda, uno de los que más tela corta es Luis Suárez, que ayer se erigió en el crack del cruce. El desarrollo de los acontecimientos propició el escenario donde Valverde más lo necesita (cuando acepta atacar con menos hombres que de costumbre para no desguarnecer su esqueleto atrás), y el apabullante delantero charrúa devoró a los cuatro zagueros chés en base a esa intensidad con la que él sabe llevar los partidos hacia una tensión donde todas las mentes menos la suya tienden a explotar. Provocar fallos es su sino. Aprovecharlos, su ley.
Mas no procedería cerrar este análisis sin hacer mención a Ivan Rakitic, el pivote derecho del 4-4-2 de este Barça tan dominante. Su re-concepción como centrocampista puro, y el hecho de haber pasado a jugar para un equipo (el FC Barcelona) en vez de para un único jugador (Leo Messi) le han situado en posición de destacar por juego en el instante de plena madurez de su fútbol. Rakitic está expuesto a una toma de decisiones variada y permanente tanto en defensa como en ataque y su lectura e interpretación están siendo de jugador grande. La perfecta definición obrada en el 0-2 definitivo fue la constatación de que, ahora mismo, se siente por encima de su contrario. Sobre todo, porque es la verdad. Y él se está dando cuenta de todo.
Foto: JOSE JORDAN/AFP/Getty Images
jmorten 9 febrero, 2018
Mejor delantero del mundo desde 2014 con mucha diferencia.