Hasta los mejores estrategas se equivocan. El primer tiempo del Valencia CF-Real Madrid estuvo marcado por la decisión de Marcelino García Toral de colocar a Gonçalo Guedes en la banda derecha de su 4-4-2. El motivo, cabe suponer, radicaba en la idea de atacar la espalda de un Marcelo que está sufriendo sobremanera contra extremos profundos y rápidos; así que no puede apuntarse que al entrenador ché le diera un ataque de locura. Su apuesta tenía sentido. Fueron Kroos y el propio Marcelo, el primero con su lectura y el segundo con su calidad, quienes la hicieron saltar por los aires.
Zidane recuperó la estructura y los hombres claves en los que siempre ha creído por encima de cualquier circunstancia: el 4-3-3 con Casemiro de pivote y la BBC arriba. Dicha disposición crea de forma automático un punto de apoyo extra en cada una de las bandas aliviando la tarea al par de jugadores que soportan la mayor carga en el ataque del Real Madrid: su pareja de laterales. Por ese lado, Marcelo, como Carvajal, ya iba a experimentar crecimiento. Mas lo que terminó exponenciándolo de manera rotunda derivó del desajuste defensivo en el improvisado costado derecho de los chés.
Coquelin no estuvo muy seguro como eventual central izquierdo.
Kroos, como acostumbra, cayó cerca de la línea para gestionar desde allí la posesión de los merengues desde su inicio hasta el asentamiento en campo contrario, y viendo que Guedes iba a por él de modo muy impulsivo, volvió al centro para limpiar la zona a Marcelo. Prácticamente, lo que estaba haciendo el alemán era ir a recoger a Guedes para sacárselo de encima a su compañero, en lo que fue una maniobra constante y determinante en el desarrollo de los primeros 45 minutos. Marcelo, habituado a medirse solo a los dos hombres del banda del rival y, a veces, a la ayuda de un pivote, estaba midiéndose a Montoya con la ayuda de Ronaldo. Los fallos graves en los que incurrió el defensor local no fueron casualidades: su sobreexposición le acabó desbordando en el ámbito emocional.
Soler ajustó mejor sobre Kroos y Marcelo y el Valencia mandó.
A la vuelta del descanso, Marcelino corrigió el problema de la forma más directa posible: quitó a Guedes y puso en su lugar a Carlos Soler, cuya interpretación de la sociedad Kroos-Marcelo fue más apropiada. Considerando que el reparto espacial del Madrid en campo rival no está optimizado, priorizó la defensa sobre Marcelo a la de Kroos, que pudo mover hilos con la pelota pero ya no con su posición, y eso era más difícil ante la carencia de líneas de pase dadas por sus compañeros. Y cortocircuitada esa rutina, Kondogbia y Parejo dieron un pase al frente como doble pivote y el centro del campo de Zidane empezó a padecer para tocar el balón, perdiendo de esta guisa el control sobre el juego. Santi Mina, inspiradísimo para atacar siempre de cara y en carrera tanto cuando el Valencia transitaba como cuando atacaba en posicional, fue quien más problemas creó a Nacho y a Varane. Cuidado con el progreso del gallego, pues su profundidad es una virtud que la dupla titular ché no posee.
Marcelo mandó el mensaje de que no se rendirá. No sabe hacerlo.
No obstante, Marcelino ya había permitido que la moral del Madrid se rehiciese siquiera fuese para esos 90 minutos en Mestalla. Se había sentido fuerte, fluido, peligroso y ello le dio otro brío para resolver adversidades. Tanto, que incluso Marco Asensio, quizá el miembro de la plantilla que más está sufriendo para atreverse a mostrar su fútbol en mitad de la crisis, causó un importante impacto entrando desde el banquillo. Al ocupar la zona de extremo izquierdo de manera más fija que Cristiano, su retroalimentación con Marcelo resultó aún más provechosa y el brasileño marcó la diferencia como había merecido. El Real tiene un tesoro en hombres como él. Que un futbolista con un repertorio tan alternativo y, a menudo, incomprendido persista en exhibir su juego como tal en las circunstancias actuales de los blancos, exponiéndose al fallo perpetuo y visible, es lo que le otorga posibilidades de ganar a cualquiera en las distancias cortas pese a la vulnerabilidad anímica y futbolística que le define en estos instantes. Cuando el Madrid caiga en Champions, Marcelo será de los peores. Seguro. No cabe duda. Justamente, porque se habrá atrevido a intentar ser el mejor.
Foto: David Ramos/Getty Images
elfutbolero 28 enero, 2018
1- Muy condicionado por el respeto (o el temor) mutuo durante los primeros 30-35 minutos. Los dos goles recibidos y el empuje de la afición hicieron que el Valencia se enganchara al partido al término de la primera mitad y durante gran parte de la segunda. El pie que Keylor saca a Parejo es el punto de inflexión. A partir de ahí, el partido vuelve a un ritmo moderado y la magia de Marcelo supone la estocada final para el conjunto ché.
2- Creo que la cosa fue tan sencilla como que Marcelino intentó atacar con su jugador más desequilibrante al flanco débil del adversario. Incluso parecía que también formaba parte del plan mezclar en el sector contrario del campo para generar situaciones de uno-uno de Guedes contra Marcelo, aunque no vimos la concreción mediante cambios de juego. Quizá la explicación al "fracaso" de esta estrategia se limita a que el portugués no ralló a un nivel suficiente.
3- Con o sin Soler, es maravilloso el buen hacer del de Coslada. Más interesante me parece comentar el efecto que tuvo el cambio sobre Montoya, quien fue una de las principales fuentes de peligro del segundo tiempo. Con Soler distrayendo y él atacando al espacio, la posesión valencianista tuvo mucho más en cuenta la banda derecha del ataque. Comentario aparte merece el rendimiento defensivo del canterano culé.
4- Esperable. Echaba en falta la fluidez que Benzema aporta al equipo con sus movimientos en zona de tres cuartos (en el día de ayer participó incluso más abajo). También su sociedad con CR7, ambos se necesitan para recuperar su mejor nivel. Por la parte de Bale, su participación se vio limitada por el monopolio de la posesión que Marcelo, Kroos, Benzemá y CR7 suelen imponer cuando juegan juntos, pero cuando recibió el balón demostró que se encuentra en un gran momento de confianza. No obstante, el galés rinde mejor cuando se siente el protagonista; veremos como se resuelve si la BBC vuelve a asentarse.
5- Lo cierto es que el partido del Real Madrid no fue, en líneas generales, demasiado bueno. De hecho, como he comentado, seguramente el gol de Parejo hubiera cambiado completamente el desenlace del partido. En cualquier caso, es evidente que el ganar a un rival directo supone una inyección anímica, más bien para la Champions League que no para la Liga, en la que pienso que la falta de motivación (Barça y Madrid solo se sienten motivados cuando se ven capaces de ganar el título) puede darles más de un susto en lo que queda de temporada.