El estadio Santiago Bernabéu presenció el Derbi menos tenso que se recuerda desde que el Cholo Simeone recuperó la competitividad del Atlético de Madrid. Quizá el hecho de que los rojiblancos tengan muy encarrillada su misión liguera, y puede que la distracción que la proximidad de la Champions inflige casi siempre sobre el club que más colecciona, dieron pie a un juego pasivo en el que, sin balón, la mayoría de los futbolistas se movieron poco y sin ritmo, tanto para desmarcarse como para defender. Y entre esas, ocurrió lo siguiente.
Tras unos -largos- minutos en los que los pases errados restaban continuidad a los dos equipos, emergieron las figuras de Casemiro y Kroos para darle al Real otro brío. La presión del Atleti era laxa y no estaba realizada con el equipo entero, pues los seis jugadores más retrasados se quedaban bastante atrás, lo que permitió a los de Zidane tomar una posición cómoda en el césped que sólo ponía en jaque la zancada de Carrasco. El belga, protagonista de la sorpresa táctica orquestada por Simeone (Koke en el doble pivote, Saúl en la izquierda y Carrasco en la derecha), le ganaba la espalda a Marcelo con demasiada facilidad en cada contra, si bien no estuvo ni muy asistido ni muy acompañado, así que fue más una esperanza que un factor.
Oblak, fantástico, fue el hombre más resolutivo del encuentro.
Así pues, el Atleti contaba con esa carta marcada pero el Real con el valor de la constancia: estaba atacando mucho más. Su problema consistía en que el comportamiento táctico de la BBC no estaba dibujando un contexto proclive a la fluidez, ya que tanto Cristiano como Bale tendían a cerrarse demasiado -y demasiado pronto- y, por su parte, Benzema no estaba compensando el ataque como suele conseguir, lo cual saturaba los espacios centrales y limitaba el aire de Kroos al que le daban por las bandas Marcelo y Carvajal, que en inferioridad numérica frente a Juanfran y Carrasco o frente a Filipe y Saúl, se veían forzados a realizar proezas individuales para generar alguna ventaja. Y no lo hicieron. Como tampoco Modric por dentro. Sólo Cristiano, de quien lo mejor que se puede decir es que parece bastante en forma, y lo peor que ni aun así queda claro que rinda a nivel de crack ultra decisivo, lograba inquietar al fantástico Oblak con su veneno dentro del área. Y eso no dio para girar el 0-0.
La salida del campo de Kroos marcó el desenlace del partido.
La segunda parte trajo un punto de inflexión porque Bale, Ronaldo y Benzema sí se encargaron de ensanchar el terreno y crearle a Kroos un escenario donde pudiera dominar. El Atlético, ya replegado a voluntad, empezó a sufrir con más frecuencia debido a que Carvajal y Marcelo, que seguían siendo los vértices, ya no estaban obligados al milagro o al centro; podían jugar con los delanteros y variar el juego, lo que dio otra dimensión -tampoco despampanante, pero sí más dañina- al ataque del Real. No obstante, el gol que inauguró el marcador llegó haciendo uso de su abrelatas de cabecera: el balón parado.
Con 1-0, el encuentro mantuvo sus constantes hasta que arribó el carrusel de cambios. Zidane perdió a Pepe por lesión y sacrificó a Kroos por, en apariencia, decisión técnica; mientras que Simeone apostó por Thomas entre líneas y, tras unos minutos en la banda, Correa en la doble punta con Griezmann. Sin Toni, el Madrid perdió salida, concedió metros y olvidó su personalidad, lo que le pasó mucha factura a un Casemiro que ya no jugaba con viento a favor; y menos cuando los dos pequeños diablillos del Cholo comenzaron a juntar pases por ahí. El impacto, en especial, del medio africano fue mayúsculo. Seguramente, firmó la actuación de mayor poso de su carrera. Él impulsó ese otro partido, de 10 minutos, que permitió a Antoine Griezmann contrastar que, ahora mismo, nadie cobra las facturas ni más rápido ni con interesantes más inflados que él en la capital de España.
Foto: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images
Alex Fuentes 9 abril, 2017
Solo una cosita quedó clara ayer: el mejor jugador residente en Madrid es Antoine Griezmann. El resto, derbi repetido al del año pasado. Simeone sin enseñar ninguna carta y el Madrid sin aparentemente dar el 100% jugándose la liga.
Enorme Thomas. Sin duda su mejor partido hasta la fecha. No falló más que un pase al hueco a la banda.
Por cierto creo que el dominio blanco entre el 45 y el 65 se debe a una caraja rojiblanca importante, más que a un dominio táctico.