Cuando llega lo importante, los buenos recuerdan mejor que ningún otro. Pasó cuando el Barça recibió al Celta en los días previos de hacer lo propio con el PSG, completando el partido necesario para afrontar el reto. Ayer, ante el Sevilla, a seis días de visitar Turín, el Barça reconoció su actual sistema de juego como nunca esta temporada, transmitiendo unas vibraciones que fueron más allá de la calidad de sus futbolistas. A la ya sabida recuperación de la MSN, Luis Enrique ha conseguido que Iniesta y Rakitic se sumen al concierto. Ante la lucha por los títulos, el técnico asturiano ha llegado a tiempo. Tiene una idea y un camino para llegar a ella que en la noche de ayer gozaron de un sentido colectivo de un nivel que no se vio anteriormente.
Con la vuelta de Messi al ‘XI’, Luis Enrique recuperó el 3-4-3 para chocar con un Sevilla predispuesto a vivir mucho tiempo en campo propio, con la intención de cargar las zonas interiores con muchos hombres y ajustes de su línea de cinco en defensa, con la posición de Mariano como defensor mixto en la zona de Neymar e Iniesta. Los de Sampaoli tendrían que contragolpear con Vitolo y Correa a muchos metros de portería y con serios problemas para enlazar las transiciones. El porqué estuvo enfrente. La culpa fue del Barcelona.
Andrés Iniesta fue el equilibrio ofensivo culé
Ante tal escenario, el Barça respondió con un arsenal técnico y ofensivo de difícil contención. El asunto tuvo muchos focos y todos se relacionaron, con Messi moviéndose de nuevo a un ritmo de intervenciones superior, cayendo a banda y posibilitando el intercambio, doblegando atenciones del rival ante el momento de Neymar. Brasileño y argentino se igualaron en poder de generación en varios momentos de la primera mitad, girando al Sevilla en todas direcciones. Con ellos a ese nivel de iniciativa, inspiración e intensidad, la guinda la puso Andrés Iniesta.
El manchego tuvo uno de esos tramos en los que coquetea con el tiempo de las jugadas para otorgarle el dominio integral a los suyos. En ataque organizado fue una verdadera pesadilla para los pivotes sevillistas, que necesitaron constantes ayudas de Vitolo en ese sector. El fútbol de Iniesta pausó y aceleró con magisterio para dejar a su rival sin robo, añadirle minutos y jugadas de persecución sin quite, alejándolo del juego, acercando a Busquets a la recuperación y poniendo a correr a quien así lo deseara. Ante la falta de confianza de los hispalenses, el partido fue un monólogo que se completó con momentos de contragolpe culé tan gráciles como lo mostrado sin espacios. Seguramente fue la noche más productiva del nuevo Barça.
Foto: JOSEP LAGO/AFP/Getty Images
MigQuintana 6 abril, 2017
No entendí de todo la puesta en escena del Sevilla, pero es que el Barcelona tampoco no nos regaló ningún instante para que pudiéramos entenderla. La salida culé fue apabullante. Me recordó al 2015 donde todos volaban, todos agredían y el ritmo nunca bajaba ni aunque fuera un poquito.
La posición de Andrés Iniesta y de Samir Nasri en ese sector derecho me pareció la clave del encuentro. El manchego (también Messi) se abrían a un lado del trío de centrocampistas sevillistas, recibía, conducía, aceleraba y la ocasión estaba montada. Gran lectura aquí de Luis Enrique con la posición de sus interiores (incluyo aquí a Leo de facto ayer). Y en el caso del francés, pues es que hizo todo lo contrario. En vez de ofrecer una línea de pase a sus centrales, su mediocentro o sus laterales, se tiró arriba ahogando cualquier intento de transición sevillista, que por momentos parecía dibujar un 5-1-4 realmente extraño. No había centro del campo.