Barça y Athletic Club cerraron su cruce de Copa sin homenajear precisamente a la competición cuyo palmarés dominan. Los de Luis Enrique se vieron dubitativos tras los últimos pinchazos y rindieron por debajo del nivel mostrado en San Mamés o, más, el Estadio de la Cerámica, pero como por arte de magia, encontraron soluciones muy simples y facilonas debido a la puesta en escena que promulgó Ernesto Valverde en el Camp Nou. Los leones corrieron, pero mal.
El once vasco, que esgrimía a Iñaki Williams como «9» secundado por una línea de tres con Saborit, Eraso y Merino, contrastaba que la idea de su entrenador consistía en practicar una presión agresiva desde la primera línea que provocase recuperaciones y mini-contraataques al tiempo que impedía al Barcelona adquirir el ritmo de juego que se precisa para una remontada, y lo cierto fue que durante 20 largos minutos, pareció un buen plan, porque aunque la presión era poco feroz y algo partida (ni Beñat, ni San José ni los laterales acompañaban a los de arriba), la iniciación de los locales resultaba tan opaca que desembocaba en bolas largas que daban la iniciativa al Athletic. Sin excesos, incluso tuvo más tiempo la pelota controlada cerca del área de Cillessen que el Barça de la de Iraizoz.
La MSN encontraba espacios para correr muy fácilmente.
También debe especificarse que el Barça pasó menos rato de lo común en las inmediaciones del gol a causa de que, debido a la adelantadísima zaga del Athletic, sus ataques se precipitaban sin remedio. En parte, porque había menos sitio allá donde usualmente toca la pelota; pero sobre todo, porque había mucho a la espalda de Laporte y Etxeita (Bóveda), y aprovecharlo, además de tentador, era inteligente. Tanto, que la presión de los visitantes perdió sentido y, luego, presencia.
Dentro de esa línea, dos puntales fundamentales de los culés fueron Alba por la izquierda y Suárez entre Laporte -tan concesivo como en el resto de la temporada- y Balenziaga. Tanto el lateral zurdo como el delantero centro se desempeñaron con muchísima agresividad y constancia en sus desmarques y fueron asistidos con frecuencia por un Iniesta de tránsito y un Messi que, como ante el Villarreal, no dio lo mejor de sí pero fue el jugador más importante del partido -propició el 1-0 creando el primer desequilibrio y anotó el decisivo 3-1-.
Neymar recuperó sensaciones dentro del área del oponente.
Que Leo fuera el más influyente en el marcador no implicó que también fuese el futbolista más presente en el juego del Barcelona; en esta ocasión, fue Neymar quien lideró la mayoría de los ataques de los azulgranas. A la perseverancia y mayor frescura física que ya exhibió el domingo contra el Villarreal CF, agregó un poco de finura en los regates y, en especial, más veneno en el último toque. Fue la mejor noticia para el Camp Nou en un día en el que Rafinha, titular, no resolvió el debate del interior derecho ni para bien ni para mal; en un día, hablando del global, en el que el plan defensivo vasco regaló una acción de ataque recurrente, asequible y eficaz a un Barça que, ni aun así, pudo afrontar los 90 minutos con la jerarquía de la que es capaz.
Foto: David Ramos/Getty Images
Gravesen 12 enero, 2017
Sonará un poco a locura, pero mientras vaia el partido ayer,con Messi por enésima vez jugando más atrás, me planteé si a corto plazo no saldría mejor poner a Messi de interior derecho. El extremo podría ser ocupado por otro atacante (o incluso Vidal).
Sería cortoplacista, si, pero creo que equilibraria un poco el sistema azulgrana.