Sucedió un poco lo que sucede tantas veces en casos de futbolistas adolescentes: nos olvidamos de que son niños. Queremos que el fútbol vaya a velocidad de videojuego y soltamos rápido sentencias condenatorias cuando no pasa así. Como si fuese fast-food. ¿Este no explotó de inmediato? Pues perdió. Siguiente promesa. Y así ad eternum. Olvidamos que sólo los muy genios, y no todos, disfrutan de esa magia que los rodea desde la más tierna edad y los convierte en los mejores del mundo cuando todavía están en etapa escolar. Pasa muy pocas veces, pero nuestra sed de grandeza lo busca con desespero en toda nueva estrella. Y entonces, casi de la nada, cuando ya habíamos archivado la posibilidad de que aquel futbolista rompiese, rompe. A la edad en la que lo hace todo el mundo.
El fútbol moderno se mueve a velocidades que a veces son contraproducentes para los jugadores.
Ser polivalente lo confundióEs el caso de Marek Hamsik. Llegó a los diecisiete a la Serie A y aunque se fuese de inmediato al descenso, con él había ese runrún que rodea a los futbolistas que más prometen. No hacía mucho que Nedved había ganado su Balón de Oro y a Italia aterrizaba un chico de la antigua Checoslovaquia con una calidad técnica fulgurante, pero, sobre todo, con una energía que llenaba el campo de juego como una red eléctrica. Hamsik derrochaba su fútbol en todos los centímetros que podía y como el que mucho abarca poco aprieta, sus entrenadores lo usaron de todo lo que pudieron: arriba o abajo e incluso en la banda. Un futbolista tan completo a veces resulta un problema porque lo puedes poner en cualquier lado y encontrar rendimiento hasta que a ti, al público y a él mismo se les olvida dónde es que su fútbol brilla más. Como el gol manda, y Hamsik tiene el poder de crearlos y convertirlos, la tendencia fue ponerlo casi como si fuese un delantero y así rendía, pero la promesa se escapaba ante nuestros ojos.
Con Maurizio, Hamsik explotóCon la salida de Benítez y la llegada de Maurizio Sarri a Napoli, sin embargo, todo eso se acabó. Desde el interior izquierdo y jugando un nuevo fútbol, el eslovaco pudo finalmente jugar de lo que todos sabíamos que podía jugar aunque nos obnubilara su producción goleadora. Como mediocampista, Hamsik comenzó a dejar la huella que un día prometió que dejaría. Y no dejó de hacer nada. Siguió siendo el futbolista enérgico y sacrificado que un día pusieron a correr rivales; y siguió siendo el jugador técnico y resolutivo que ronda los veinte goles producidos al año. Ahora está en el corazón del juego y el fútbol del Napoli late a su ritmo y con su pasión enloquecedora, de futbolista de otros tiempos aunque lleve cresta y tatuajes. Este fin de semana volvió a dejar en evidencia que es el símbolo actual del club de Diego Maradona, firmando su gol 99 en su carrera como partenopei. Y es también el gran valor futbolístico del equipo que sueña con arrebatarle todo a la Juventus.
Marek Hamsik está en la cúspide de su fútbol y es una de las grandes caras actuales del Calcio.
A sus veintinueve años, Marek Hamsik es el dueño de su futuro. Su Eurocopa fue un manifiesto que escuchó el mundo: de estoy aquí y soy así de bueno. Fue cuando nos dimos cuenta de que sí, que el Hamsik que un día pensamos era una realidad que se nos olvidó que podía suceder. El gran reto que queda es que su legado deje algún título para que su fútbol se legitime en la historia. Eso y que la Champions, juez impoluto del siglo XXI, decida nombrarlo como uno de sus hijos insignes. Hoy empieza ese camino. Y Hamsik, que grita los goles como de niño aprendimos que había que gritarlos, lanza a pulmón abierto su llamada al triunfo: es ahora.
Foto: CARLO HERMANN/AFP/Getty Images
vi23 13 septiembre, 2016
Gran texto! Enhorabuena