El Real Madrid de Zinedine Zidane sumó el segundo título de su ciclo tras derrotar a un Sevilla que aún no está preparado como colectivo pero que va sobrado de calidad. Lo hizo con siete cambios en relación al once titular que levantó la Undécima hace tres meses en San Siro, si bien transmitió valores y virtudes muy similares a las que le permitieron cosechar dicha conquista. El nuevo supercampeón de Europa lo tiene todo muy claro.
Lo de ayer, como se anticipaba, estuvo marcado por el punto del proyecto por el que atraviesa el prematuro Sevilla de Sampaoli. Monchi ha confeccionado una plantilla de destacado nivel técnico donde varios jugadores son muy capaces de liderar cortas rachas de buen fútbol y de marcar la diferencia con pequeños detalles, pero que de cara a germinar en un sistema equilibrado va a requerir de mucho tiempo y de mucho trabajo acertado. Pero mucho. Lo que el Madrid se encontró enfrente fue un teórico 4-2-3-1 que derivaba casi siempre en un 4-2-2-2 donde el cuadrado central, conformado por Iborra y N´Zonzi abajo y Vázquez y Kiyotake arriba, no sabía cómo colocarse. Por lo usual, las líneas de pase eran o totalmente horizontales o totalmente verticales, nunca diagonales, lo que facilitaba sobremanera la labor defensiva de un Real que se protegió tan bien como en los tres últimos partidos de la última Champions. El primer tiempo resultó tremendamente cómodo para los de Zidane. Sólo el excesivo ímpetu defensivo de Kovacic, que en especial antes del 1-0 de Asensio salía a presiones demasiado adelantadas, abría la puerta a la esperanza hispalense -que siempre se apodó “el Mudo”-.
La nutrida posesión del Sevilla no desordenaba al Madrid, sino al propio conjunto de Jorge Sampaoli.
No obstante, el Real no logró despegarse en el marcador en la medida que su dominio táctico le estaba sirviendo en bandeja. El motivo radicó en que, Isco aparte, que no anduvo brillante pero sí agudo, sus hombres de mediocampo en adelante no empezaron bien. Su línea de cuatro zagueros sacaba la pelota con mucha facilidad tanto en transición como en situaciones más posicionales, pero Casemiro y Kovacic no ofrecieron casi nada de juego y los delanteros asentaron muy pocos ataques. Asensio, impresionante golazo aparte, lo intentó a veces, pero apenas lo consiguió. Morata, por su parte, deambuló notablemente superado, incurriendo de modo constante en el fuera de juego y capando las opciones ofensivas de su equipo. El Madrid es un competitivo bloque defensivo que, tras recuperar el balón, está formado por futbolistas extraordinarios provistos de la confianza para intentar cualquier acción; ese es el truco con el que compensa no gozar de un plan ofensivo de élite desde un punto de vista táctico; de ahí que cuando sus hombres fallan al reproducir esas jugadas mágicas, arriba se quede en mucho menos de lo que se presume de su nombre.
Tras la vuelta del descanso, el partido siguió por derroteros similares con la salvedad de que el Real, que había detectado la precariedad posicional hispalense, salió con el colmillo más afilado. Fueron minutosEl Madrid perdió metros cuando se fue Isco productivos, sobre todo, para la pareja compuesta por Asensio e Isco, en la que el primero profundizaba y luego encontraba con el pase atrás al segundo en la frontal del área. Pero en el minuto 63, fiel a su costumbre de realizar sustituciones que no parecen las más lógicas, Zidane retiró del campo a Isco -dejando al desacertadísimo Kovacic- para dar entrada a Modric. El croata, un futbolista superior que demostró su jerarquía pese a carecer de ritmo, jugó, a título individual, mejor que el malagueño, pero al Madrid le costó una altura, un escalón, un puñado de metros. Al ocupar Modric un lugar más retrasado, la conexión con Asensio se dificultó en ambas direcciones: tanto para pasársela a él como para él mismo cuando tenía que soltar el balón. O sea, los blancos estaban más atrás siempre. Y eso lo aprovechó el Sevilla para dar un paso hacia delante.
Sampaoli marcó la diferencia con el reajuste de Vitolo tras el cambio de Konoplyanka por Vietto.
Se presta señalar que Sampaoli acertó con creces en un cambio de los que no haría cualquiera: Konoplyanka por Vietto para adelantar a Vázquez, llegar más arriba con el balón controlado y permitir más llegadas de Vitolo a la zona del ariete. El ucraniano, sin exhibir su versión suprema, dejó constancia de su excepcional categoría técnica, mientras que el canario proporcionó un plus físico al frente del ataque que puso por primera vez en jaque a Ramos y Varane, que prácticamente no habían tenido ningún trabajo hasta ese instante. Aunque lo serio fue lo del otro, lo del maravilloso “Mudo” Vázquez. Sus caídas a banda izquierda, donde primero Kovacic y luego James se mostraban mucho más vulnerables que el otro interior del sistema de Zidane, no sembraron el miedo pero sí la confusión. Y más todavía tras el 2-1 anotado por Konoplyanka de penalti. Sin el imperativo de verticalizar, el “Mudo” escondió la pelota de tal modo que el Real no la encontraba. Todo hacía indicar que la Supercopa sería suya, su rival no pillaba ritmo de ninguna forma, pero para desgracia hispalense y fortuna madridista, existe Sergio Ramos. Y también Sergio Rico, cuyo papel en el empate del minuto 93 provoca auténtica perplejidad.
La prórroga trajo la noticia de la tempranera expulsión de Kolo que llevó a Vitolo al lateral izquierdo y dejó solo a Konoplyanka arriba. El ucraniano vivía de las diagonales desde zona de extremo a zona de ariete y viceversa -o sea, en ambos sentidos, mezclando con el entonces agotado Vázquez-, y lograba oxigenar a su Sevilla con todo el aplomo que el magnífico Carvajal le permitía, pero el Madrid había detectado la vía de agua en el lateral izquierdo de Sampaoli y Lucas Vázquez multiplicó su impacto. Del 90 al 105, él creó una sola ocasión, pero en términos de sangre, aunque eso no se pueda medir, dejó a su adversario necesitando una transfusión. Gracias a su perseverancia, el Real pudo rentabilizar el 11 vs 10.
Porque del 105 al 120, el Sevilla no pudo con su alma. Se parapetó atrás, regaló demasiados metros, estos se convirtieron en segundos y la pareja de interiores de Zidane, la formada por Modric y James, pasó a dominar la escena. El croata por situar a su equipo muy arriba y el colombiano porque pudo poner de manifiesto que era el jugador más resolutivo de los disponibles. Hasta cuatro pases de crack supo servir. El gol del Madrid parecía una cuestión de tiempo, si bien quedaba poco y Sampaoli podía soñar con la resistencia, en especial considerando que todavía lleva poco por España y no sabe que lo del tanto de Carvajal en el 119 es una de esas cosas que a los de las 11 Copas de Europa les pasa de seguido. Y con énfasis potenciando desde que les entrena Zinedine. Con el francés al mando, se suelen cumplir cada uno de los cuentos de esa fantasiosa -pero verídica- leyenda blanca. Casi siempre ocurre lo que contaba Di Stefano.
Foto: JONATHAN NACKSTRAND/AFP/Getty Images
Jessica 10 agosto, 2016
Yo no vi tan desacertado a Kovacic. Me gustaron sus conducciones y sus pases. Otra cosa es su colocación en defensa: como se dice en el artículo perdió la posición demasiadas veces yéndose demasiado arriba.
Como supongo es natural en las fechas en las que nos encontramos, vi a ciertos jugadores fuera de forma. Vi rígido a Casemiro. Varane me preocupa más, ya que no sólo parece continuar con sus dudas con el balón, sino que además de rígido, lo vi torpe de movimientos.
Isco tiene que dar un paso hacia delante o si no se va a quedar como un jugador para cambiar el ritmo de los partidos y acometer remontadas (si es que se queda). A James también lo vi lento y algo superado, pero no ha perdido ese toque de balón de guante de seda.
Asensio me gustó, pero creo que aún le falta algo, y que le vendría muy bien una nueva cesión para jugar muchos minutos. Por último, Morata parece más nervioso cuando juega con el Madrid.