Corrían los tiempos de Figo. O más bien se apagaban, porque ya era 2004 y Figo tenía 32. Portugal organizó su Eurocopa y se la tomó como la oportunidad perfecta para levantar el primer título oficial de su historia. Entonces, el viejo extremo del Sporting compitió como siempre, pero el nuevo, lo hizo como nunca. Se trataba de Cristiano Ronaldo, un prototipo llegado del futuro que aunaba un control del balón aún superior al del ídolo con una velocidad que el fútbol no sabía ni medir. Pero lo que más llamaba la atención de él era su carácter. Jugaba al lado de un Balón de Oro y el balón de cuero se lo entregaban siempre a él. Lloró cuando le derrotaron los griegos, y así se abrió un relato que se soñó que terminara en triunfo, hasta que entre la España de Casillas, Xavi e Iniesta y el feo paso del tiempo le borraron toda esperanza. Y hoy, justo cuando el juego comienza a asumir que el mejor europeo del siglo no es quien fue, justo cuando empieza a aceptar que nunca volverá a disfrutar del Cristiano Ronaldo más absoluto, el destino le ha situado a dos partidos de que no le quede nada por hacer, de que pueda cumplir cada una de las exageradas profecías que su talento suscitó. La mezcla entre nostalgia y romanticismo resulta arrebatadora. Esto va a ser tremendo. Es un grande frente al espejo de la grandeza.
Conviene distinguir entre un rendimiento descendente y otro insuficiente. No son lo mismo aunque la prisa que define al fútbol provoque dicha confusión. La leyenda portuguesa levantó hace un mes la UEFA Champions LeagueCristiano no es quien fue, pero sigue siendo un futbolista decisivo y su concurso en las dos primeras eliminatorias no pudo ser más decisivo, hasta el punto de que se puede afirmar, con el máximo rigor que permite lo indemostrable, que sin él, la Undécima no existiría. Dicho esto, hay diferencias entre el Madrid y la selección. En su club, vive rodeado de un número de generadores de juego que ninguna otra plantilla del planeta iguala, lo que le permite adoptar un papel de continuador y finalizador desde el que sigue marcando la diferencia. Pero sin Ramos, Marcelo, Kroos, Modric, Isco, James, Bale o Benzema, sus obligaciones aumentan y, desde luego, se complican.
Los jóvenes lusos no le están dando lo que parecía que podían darle. Se le sigue exigiendo mucho.
El desembarco de la nueva generación lusa invitaba a descubrir un presente alternativo en la selección de Fernando Santos. En concreto André Gomes y Renato Sanches se postulaban como creadores de ventajas relativamente constantes que podrían permitir a Cristiano concentrarse en los metros de arriba. El propio Quaresma, pese a su veteranía, también prometía auxilio. Pero por H o por B, el único que está cumpliendo con la expectativa está siendo Sanches, y todavía no es lo bastante eficaz como para garantizarle a Portugal ir superando rondas. El equipo está volviendo a necesitar a Ronaldo en las dos vertientes, la creativa y la finalizadora, y si bien lo ha encontrado en ambas en algún momento, en ninguno lo ha logrado al unísono (o hace lo uno o hace lo otro) ni con la intensidad que imprime a su firma una verdadera estrella. Cristiano no está siendo uno de los grandes nombres de esta competición.
Por débil que pueda resultar Gales -cualquier selección potente hubiera firmado con sangre disputar la semifinales contra ella-, se habla de un conjunto en un estado de confianza monstruoso que sólo se verá mitigado si Portugal responde con jerarquía, lo cual sólo parece posible si Ronaldo potencia su nivel. Varios aspectos influyen a su favor. Para empezar, su propia veteranía. Acumula ya cinco partidos completos con esta selección portuguesa, conociendo sus virtudes y sus debilidades, asimilándolas e interpretándolas. Prueba de ello fue su actuación ante Polonia, con certeza en la que mejor juego desplegó. Sin embargo, fue precisamente en esta donde más se notó la falta de frescura que le penaliza en la definición cuando comienza a participar en las jugadas demasiado atrás. Gestó ocasiones y llegó para rematarlas, pero sin acierto. Deberá encontrar el modo de compaginar las dos tareas.
La defensa galesa le presenta ventajas y también inconvenientes. La ventaja es su lectura del juego interior. Gales se desordena bastante cuando la someten a una circulación de cierta calidad. Chris Coleman ha obradoGales se deshace si el rival toca bien el balón un trabajo estupendo, pero una cosa es colocarse bien y otra saber descifrar como es debido hacia dónde hay que ajustar en cada ataque del contrario. El único bastión de talento reseñable que tiene esa zaga es Ben Davies, que causará baja esta noche por acumulación de amarillas. Si Ronaldo encuentra paciencia e inspiración para forzar y apuntalar una cadena de pases provechosa, los huecos van a aparecer. Es algo que se notó con mucha obviedad tanto en los primeros minutos de Gales contra Bélgica -los que lideró Hazard- como en los últimos ante Inglaterra -los que lideró Sturridge-. Sin William Carvalho ni quizá Moutinho, la calidad asociativa de la medular de Santos no se acercará ni al notable, pero la debilidad galesa con respecto a esto es tan acuciada que con la voluntad de tocar y la calma para hacerlo puede valer, y ambas cosas están al alcance de Cristiano si realiza una lectura apropiada del encuentro.
Si Portugal basa su ataque sólo en los centros al área, Cristiano puede tenerlo muy complicado.
Más problemas sufrirá si se desentiende por completo de la elaboración y se limita a pelear contra los tres centrales. Sin Davies, puede parecer goloso, y tratándose él de uno de los rematadores más increíbles que se han conocido, su gol siempre supone una posibilidad, pero aun así, sería facilitarle a Coleman el guion que mejor le hace lucir. En especial, si el elegido para suplir la baja de Ramsey es el bregador King, que a menudo se suma a los centrales y convierte la defensa aérea liderada por Ashley Williams en una garantía de competitividad. Para colmo, si Ronaldo ignora sus obligaciones creativas, éstas recaerán en esa medular que ya se ha criticado, con la pobreza que se le intuye a un ataque posicional impulsado por ella, cuyo epílogo más probable se antojaría el típico centro al área de los laterales lusos, que no se están mostrando precisamente atinados en la labor.
Cristiano Ronaldo es historia buscando hacer historia. Sobre el césped habrá otros jugadores de talento extraordinario, pero ni un solo competidor pensará como él cuando el megáfono cante los himnos. Sabe lo que se juega y buscará su resquicio de la manera óptima: igual se abre para encarar a Gunter (flojito en el uno para uno) en pesquisa de sensaciones que se pega el primer cuarto de hora cruzando desmarques delante de los tres centrales para generar inestabilidad. Lo que se requiera. El número “7” de los portugueses, el “7” del que se acordará el fútbol cuando ya no esté y simplemente se aluda “al 7”, extravió parte de su potencial, pero todavía conserva capacidades suficientes para dar sentido a un talento inmenso. Cristiano puede y debe aparecer esta noche. Porque con Portugal, es ahora o nunca.
Foto: BERTRAND LANGLOIS/AFP/Getty Images
roumagg 6 julio, 2016
Muy bueno ese primer párrafo. La Euro 2004 me pilló muy joven. Los que la visteis ya con cierto nivel de consciencia ¿os esperábais que se convirtiera en todo lo que se ha convertido? Viéndola una vez que sabes lo que pasó después siempre es más fácil encontrar pistas.