Se tiene conciencia de que, entre 2008 y 2012, la selección española fue algo excepcional. Aquel conjunto ganó muchísimo, más de lo imaginable. Como todo campeón, es cierto que en ocasiones tuvo suerte, pero no hubo partido en dicho lustro que realmente mereciese perder. España controlaba el juego, sometía al rival. Todos sabíamos la historia tan especial que estábamos viviendo. Era tanta la gloria, tan grande el prestigio, que decir adiós a ese grupo de jugadores no iba a ser nada sencillo. Vicente Del Bosque nunca se atrevió a ello. Veneraba a esos futbolistas, los quería demasiado. Sobre siete de los titulares en la final de 2012 construyó Vicente el asalto a la Eurocopa de Francia. El sostén defensivo había caído (Casillas, Alonso, Xavi, más un especialista como Arbeloa), así que España sería otra cosa, algo a priori más normal pero no necesariamente poco estimulante. La Selección jugaría con interiores ofensivos, laterales largos, delanteros agresivos… Se podía concebir una eliminación a base de contragolpes ajenos y ocasiones falladas. Era factible. Lo que jamás nadie imaginó es que España se iría de un gran torneo siendo avasallada por momentos, barrida en la pizarra y sin nada que llevarse a la boca. Absolutamente nada.
España cierra una Eurocopa sin noticias positivas. Nadie esperaba un desenlace tan sumamente frío
Antonio Conte salió del choque de ayer como una de las estrellas de la Eurocopa. Su planteamiento frente a España generó emoción entre los analistas de todo el planeta. Ni Brasil en la final de la Confederaciones 2013, ni Holanda o Chile en el Mundial fueron capaces de un repaso de semejante calibre. Siendo precisos, ningún español nacido después de 1990 alcanza a recordar uno comparable. Italia fue tan superior a la vigente campeona de Europa que el 1-0 al descanso era, no se exagera, un notición para los de Del Bosque. La azzurra jugó un partido perfecto, suficiente para haber sentenciado en el primer acto si no hubiera sido por un David De Gea irregular pero decisivo. Veamos qué pasó.
Italia, como decimos, hizo todo bien, pero el punto de partida táctico y anímico fue su manejo de la pelota. La cosa arrancaba con los tres centrales de la Juventus, separados y con la firme voluntad de jugarla desde atrás, ahorrando el máximo número de pelotazos. Con los carrileros Florenzi y De Sciglio abiertos para dar espacio,Los centrales italianos destrozaron el partido con la salida de balón Barzagli, Bonucci y Chiellini atraían a los avanzados españoles, que presionaban sin ningún tipo de pasión ni conocimiento de cómo debían achicar. A Silva se le notó especialmente que no es una pieza hecha para morder. Transmitió una imagen de insuficiencia terrible. El caso es que la responsabilidad tampoco era exclusiva de los hombres más adelantados. Ellos intentaban el robo hasta que veían que por detrás, libre como un pajarillo, surgía Daniele Rossi para recibir. Al pivote de la Roma no le marcaba absolutamente nadie. En cierto modo, Silva, Morata y Nolito perdieron la fe en la presión al sentir que el «5» de la Roma recibiría a nada que ellos persiguieran la bola. De Rossi la cogía, levantaba la cabeza y la pasaba. Parolo no necesitaba aparecer mucho por ahí. El primer escalón ya estaba saltado. El segundo le correspondió explotarlo a Giaccherini (interior izquierdo) y Eder (segundo punta), que abusaron con crueldad de la soledad de un Sergio Busquets dolorosamente superado. Ambos podían encarar libres con escorar un poquito su posición. Cesc e Iniesta no tenían valor defensivo. España era el caos.
A punto de cumplir 33 años, De Rossi dominó el partido de manera impropia. España le dio todo
Pero el absoluto rey de la fiesta estaba siendo Graziano Pelle, convertido en una especie de Drogba 2008 por su acierto y el partido de la selección española. El delantero del Southampton dio una exhibición en el manejo del juego directo, circunstancia a la que Italia recurrió cuando su rival ajustó mínimamente la presión a los centrales. En esos instantes, Bonucci activó el modo quarterback y colocó envíos de máxima precisión al pecho, pie y cabeza de Graziano, que aplastó a Piqué y Busquets en cada lance aéreo y terrestre. Tras su victoria individual llegaba la recogida de un Eder que fusilaba en el uno contra uno a Sergio Ramos, o la de un Giaccherini que, como comentamos previamente, se abría a posiciones de extremo para buscar a Juanfran en el uno contra uno. ¡Qué baño! Italia exhibía una sobrecogedora claridad de ideas con la pelota, imposible en citas de este nivel si el oponente no roza el esperpento. Era el caso.
También se sintió la mano de Conte en los aspectos defensivos. Pelle, que por ubicación debía emparejarse con los centrales, hizo par con Busquets, al que no dejó libre en ningún momento cuando España comenzaba a jugarla. Italia presionaba arriba, y para que Piqué y Ramos tuvieran un hombre encima cada uno, el técnico de Lecce adelantó la posición de Giaccherini. Así pues, el centrocampista del Bolonia iba sobre Piqué; Eder sobre Ramos y Pelle, con Busquets. España pasó el mismo mal que el día de Croacia, aunque esta vez Iniesta sí se esforzó en dejarse ver en la creación. Poco éxito tuvo. La circulación española era lentísima y daba tiempo a Italia a recolocarse las pocas veces que su bloque defensivo era agitado. Los delanteros, ahogados, chocaban contra unos marcadores transalpinos que siempre tenían ventaja numérica y posicional. Mención especial a la atención de Barzagli sobre los apoyos interiores de Nolito y la contundencia de Bonucci y Chiellini con su compañero Morata.
Ni con Italia cediendo algunos metros fue capaz la selección españoa de transmitir peligro con su juego
Literalmente, España acaba de recibir la paliza del siglo. El combinado multicampeón había transmitido una imagen inconcebible en estos tiempos; casi la de un pelele sin vida ni opinión en lo que se estaba cociendo. Pero por De Gea y esas cosas del fútbol, el encuentro seguía 1-0 y España, pese a todo, seguía siendo España. Sin quererlo (o a lo mejor sí), Italia dio un paso atrás y permitió a los de Del Bosque cruzar a campo contrario sin demasiado esfuerzo. El técnico había movido ficha en el entretiempo con la entrada de Aduriz por Nolito. De ese modo, Morata pasó a jugar como extremo izquierdo. La constancia de Álvaro y el hecho de que pudiera por fin intervenir con el balón controlado hizo que España ganase un poquito de profundidad. Apareció Iniesta en la frontal para intentarlo. No era el caso de Cesc y Silva, perdidos en tierra de nadie. Sin claridad, se buscaba a los laterales para que centrasen a Aduriz. Eran los mejores minutos de España, pero incluso en ellos Italia salía fácil a la contra. Pelle y Eder seguían liándola con el plan descrito.
A veinte del final entró Lucas Vázquez. España necesitaba un milagro y la temporada del regateador madridista puede ser considera como tal, así que su ingreso fue bien acogido por todos. Menos se entendió que fuera Morata el sustituido. Por su aporte en el partido y por su relación con los momentos importantes. En cualquier caso, se notó que Lucas llevaba un marcha más que sus compañeros. Por eso fue tan desalentador que el juego español no lograse darle ni una situación clara para encarar en el pico del área, ni siquiera con Italia ya claramente replegada. Cuando España estaba a punto de abonarse al balón a la olla, Aduriz se lesionó. Ahí todos miramos a Ramos y Piqué, siempre cracks en contextos heroicos. Esta vez el balón muerto le cayó a Gerard, pero el gran Buffon solucionó para Italia antes del 2-0 del impresionante Graziano Pelle. Habría sido del todo injusto el empate. Habría sido del todo injusto el empate. Los de Antonio Conte fueron más que superiores. Para ellos queda el honor de haber cerrado el ciclo de la mejor selección de esta era. Se va España de la Euro, sin nada bueno que rescatar. Es hora de hacer cambios.
Foto: PIERRE-PHILIPPE MARCOU/AFP/Getty Images
@DavidLeonRon 28 junio, 2016
Reconozco que yo era de los que no esperaba ganar pero sí esperaba divertirme y competir. Lo primero lo hice un ratito los dos primeros días. Nunca imaginé tan sumamente poco de lo segundo a nada que aparecieron rivales decentes.
No sacamos nada de esta Eurocopa. Para mí casi que se impone a la de 2004 en cuanto a frialdad. No sé qué recordaré de ella en 20 años.