Durante los tres últimos cursos, la Real Sociedad ha demostrado tener una serie de carencias que lo han ido convirtiendo en uno de los conjuntos menos vistosos de la Liga BBVA. La vistosidad normalmente está relacionada con la estética, es decir, con la finura y el talento ofensivo, pero en este caso no se trata tanto de esto como de haberse convertido en un equipo que parece carecer de energía, objetivos e ilusión. La figura de Carlos Vela seguramente sea el mejor ejemplo. En su zurda tiene la suficiente calidad como para erigirse en uno de los futbolistas más determinantes de la competición, pero del dicho al trecho hay un hecho que ya rara vez se observa. Quizás por esto, el impacto de Eusebio Sacristán fue tan positivo. No sólo tenía una idea de juego definida con la que potenciar a sus futbolistas, cosa que ni Arrasate ni Moyes lograron poner en práctica, sino que además ésta parecía perfecta para compensar los déficits que había venido arrastrando el conjunto txuri-urdin desde que el proyecto Montanier tocara a su fin en 2013.
Sin embargo, tras una racha muy positiva que reconectó a Anoeta, el efecto Eusebio se ha ido diluyendo sin que nadie pudiera evitarlo. De aquella presión alta que tanto gustó en Vallecas, cada vez queda menos. Ahora las líneas están más retrasadas, lo que termina por afectar al resto de conceptos que el técnico vallisoletano había logrado imprimir a la Real: buena salida de balón, juego exterior, ritmo en la circulación, mucha continuidad ofensiva… Y la Real, sin un objetivo concreto en la clasificación, se ha dejado ir de nuevo.
Ante el Sevilla, Zurutuza transformó ligeramente a la Real.
Decía el otro día nuestro compañero Manuel Ortega que no debía ser casualidad que siempre que le gustaba la Real Sociedad estaba sobre el campo un mismo jugador: David Zurutuza. Y, realmente, no lo es. No es casualidad. Siempre que el de Rochefort juega, la Real parece otro equipo. Uno mejor y, sobre todo, uno más vistoso.
El problema es que Zurutuza juega muy poco. Las continuas lesiones musculares (cinco en los dos últimos años) le hacen tener que parar constantemente (257 días) y por tanto perderse muchos partidos (40). En cambio, curiosamente, esto no afecta a su impacto en el equipo cuando regresa. Es obvio que la Real no le guarda un espacio ni condiciona su juego a su presencia, porque sería una temeridad, pero éste siempre que juega termina sumando en base a sus condiciones. Su intensidad en la presión, su buen toque, su gran actividad y su dinámica de movimientos activa al resto del equipo. Lo arrastra. Lo empuja. De una manera tan obvia, además, que cuando luego ocupa su puesto Prieto, Granero o Pardo se nota la diferencia de una forma salvaje. No es ni mucho menos casual que Asier Illarramendi cuajara su primer partido dominante en meses con Zuru muy cerquita. Porque si David Zurutuza fuera de acero, ver a la Real Sociedad sería más divertido, Eusebio tendría más fácil imponer su estilo y, en su caso particular, el francés estaría cuajando una carrera más que interesante en el fútbol español.
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Segundo Asalto – 20 – La nueva Real Sociedad de Eusebio.
sergio morano 9 abril, 2016
Un gran ejemplo de lo que la intensidad, el físico y la pasión aportan a un conjunto. Apoyo totalmente la valoración de Zurutuza.