No hay duda que en este mundo globalizado donde las escuelas futbolísticas y el carácter propio de cada país cada día están más difuminados, el ofensivo y atractivo estilo de juego holandés de los últimos 40 años –con excepciones-, es una de las marcas más reconocidas y prestigiosas del fútbol. Una de las cabezas visibles de esta filosofía fue Johan Cruyff, el elegante «hombre del Renacimiento del Ajax», quien, además de todo esto, era un jugador con una capacidad de liderazgo indiscutible. Cruyff es seguramente el hombre de fútbol más importante de la Historia, y uno de los más influyentes, por lo que hizo en el campo –como jugador y entrenador- y también fuera de él –innovador, estrella mediática, filósofo-. Sin duda, tener a Cruyff en el equipo nacional fue una bendición para Rinus Michels.
¿O quizá no tanto? La presencia de Cruyff, y sobre todo el poder que amasaba en la sombra, le costaron caro a Holanda. Para ser más exactos, con mayor o menor incidencia, ¡DOS Copas del Mundo! Se puede decir que, en el campo, Cruyff era una de las mejores cosas que le podían pasar a un entrenador, pero fuera de él, el Maestro Holandés era todo lo contrario.
Jan van Beveren fue un gran portero, pero era enemigo de Cruyff…Jan van Beveren, el genial portero del PSV, era un hombre al que la afición adoraba. Un auténtico mago, capaz de hacer auténticos trucos dignos de David Copperfield entre los palos. El mejor portero que ha tenido Holanda, lo cual es una buena referencia cuando sacamos a colación los nombres de otros grandes como Hans van Breukelen y Edwin van der Sar. Van Beveren era un portero con una envergadura y una agilidad muy destacables. Sentó las bases de un modelo de guardameta que triunfaría en Holanda. Alto, aunque más fuerte que sus sucesores. Lenguaraz, siempre en contacto con sus defensores. Su posicionamiento, excelente, le convertía en un guardameta que siempre estaba bien situado para salvar los disparos rivales. Sus increíbles reflejos hacían el resto. ¡Volaba! Una tremenda capacidad de salto que resultaba especialmente útil para llegar a esos endiablados lanzamientos de falta por encima de la barrera.
Pero Cruyff y Van Beveren no se tragaban. Se odiaban, y esto trajo dramáticas consecuencias. Fueron enemigos desde el primer día. Ambos son de la misma generación y llegaron a la selección más o menos al mismo tiempo. Cruyff en el 66 y van Beveren, aún portero del Sparta de Rotterdam, en el 67. Nunca le asustó la competencia, de hecho, eso es precisamente lo que le convirtió en un portero de élite. Ya desde el equipo Sub-19 del Sparta venía compitiendo con otro buen portero, que sería internacional también, Pim Doesburg. Y durante sus primeros años como internacional, apenas cumplidos los 20 y siendo ya titular de la selección, mostró abiertamente su descontento ante la falta de motivación de sus compañeros de Ajax y Feyenoord. Tras quedar fuera del Mundial de Mexico 70, Van Beveren pegó una rajada de las que hacen época, acusando a los jugadores de ambos equipos de no arriesgar su físico cuando jugaban para su país, evitando perder así sus lucrativos contratos. «Sólo saben hablar de dinero. Cuando juegas por tu país ¿a quién mierda le importa el dinero?», dijo.
El fútbol holandés viviría su época dorada a comienzos de los setenta.
Producto de toda una evolución no sólo futbolística, sino política, social y cultural, el fútbol holandés alcanzó la mayoría de edad a comienzos de la década de los 70. Feyenoord y Ajax encadenaron 4 Copas de Europa seguidas, y el nuevo estilo predicado por los de Amsterdam abrumaba al mundo. Era una época de rebeldía, radical y rompedora. Fútbol con piernas de acero, velocidad inusitada, patillas imposibles y melenas dignas de rockstars. Porque ese era el status de los jugadores del Ajax. Eran dioses del Olimpo, intocables. Ninguno, claro estaba, más que Johan Cruyff. Pero Van Beveren, que había hecho el camino hacia el estrellato casi de la mano con Johan, se oponía radicalmente a todos sus privilegios dentro de la selección: desde llegar tarde a los entrenamientos hasta el poder renunciar a jugar por compromisos publicitarios, pasando por fumar en el vestuario. El problema, como muy comúnmente ha ocurrido en el seno de la Oranje posteriormente, era el dinero. Van Beveren nunca se cortó de hacer frente a los ricos jugadores del Ajax. En cierto modo, el guardameta del PSV era la voz de los demás jugadores del vestuario holandés. Todos estaban en el mismo barco, cada uno tenía que hacer bien su trabajo para lograr el éxito colectivo, por lo que, obviamente, todos debían tener los mismos derechos y deberes. Todos debían ser iguales.
Van Beveren no era el único que discutía el gran poder de Johan¿Todos? Obviamente no. Cruyff era igual a todos, pero siempre “un poquito más igual”. Ello, unido al apoyo que le daban los numerosos compañeros y amigos del Ajax (Rep, Keizer, Hulshoff, Suurbier, Krol, Muhren, etc…), le otorgaba una cuota de libertad y poder que no podía ser contrarrestada por ningún otro hombre. Esto causaba un malestar evidente entre otras figuras de la selección, siempre opacadas por el clan Ajacied, jugadores de carácter indómito como Wim van Hanegem, Rinus Israel o Willy van der Kuylen. Los problemas de egos relacionados con Cruyff, como sabemos, no escaparán a los hombres del Ajax, y poco a poco todos acabarán teniendo roces en mayor o menor medida. Empezando por su amigo Keizer, el genial extremo, el primer profesional de la liga holandesa y terminando por el rebelde Johnny Rep, quien tras hacer una aparición fulgurante con 20 años empezó a negarse a aceptar los privilegios de Cruyff, convencido de que su calidad no tenía nada que envidiarle a la de Johan. No se equivocaba el bueno de Johnny, quien a principios de los 70 era el mejor jugador joven de Europa, un talento abrumador, con un carácter, una velocidad y un olfato de gol que le presagiaban un brillantísimo futuro.
Pero la gran lucha siempre fue la de Johan y Jan. Y cuando Van Beveren se lesionó gravemente en 1973, Cruyff vio rápidamente la posibilidad de eliminar a ese otro polo de poder que amenazaba su liderazgo único. El Flaco utilizó su enorme influencia para situar a su amigo, el veterano portero del DWS Amsterdam Jan Jongbloed como guardameta titular de cara a Alemania’74. Jongbloed era un mediocre. No hay otra palabra que lo defina mejor. Hasta aquel momento, solo había jugado una vez con la selección, en 1962 y entrando como suplente del guardameta del Feyenoord Pieters-Graafland. Se encontró con una oportunidad que jamás había soñado y, obviamente, aceptó de buen grado estar a la sombra de Cruyff. Una sombra de la que Van Beveren quería salir, ganando el título mundial y mostrando al mundo lo grandísimo portero que era. Con Cruyff y Van Beveren en el equipo, habría que ver quien sería considerado la mayor estrella del equipo. Obviamente, Cruyff llevaba todas las de ganar: era el mejor jugador del mundo en discusión con Beckenbauer, había ganado títulos europeos y era muy famoso fuera de Holanda. Pero dentro del vestuario y del fútbol holandés, la gente sabía que Van Beveren era un jugador imprescindible. Aún así, Cruyff no podía aceptar a otro Superman jugando a su lado, y de ahí su presión sobre Michels para que seleccionase a Jongbloed.
El Mundial se le escapó a Holanda por 2 goles cuanto menos evitablesDe todos modos, Van Beveren aún pudo llegar a jugar el Mundial, ya que se recuperó de su lesión en mayo, un mes antes del comienzo del campeonato. Necesitaba una o dos semanas para recuperar la forma, pero Michels le obligó a jugar un amistoso intrascendente contra el Hamburgo, o en caso contrario, quedarse en casa. Otros jugadores, también dudosos por su estado físico, tuvieron la oportunidad de probarse una semana antes del Mundial. El guardameta del PSV no, a pesar de que habría estado en plena forma los partidos de la liguilla de primera fase, en la que Uruguay, Bulgaria y Suecia aguardaban a la Oranje. Obviamente, había otras razones detrás, ninguna más importante que el dinero, el motivo de todos los problemas del vestuario holandés de la época. El motivo que volvía loco a Van Beveren al ver como sus compañeros descuidaban el beneficio del equipo para centrarse solamente en el individual. Así pues, cuando la Federación decidió que Cruyff, Keizer, Van Hanegem y Neeskens recibiesen un porcentaje de primas mucho más alto que el resto, el guardameta explotó. Y Cruyff, aprovechando la coyuntura, lo limpió. El resto, como comúnmente se dice, es Historia. Holanda perdió el título, recibiendo dos goles cuanto menos evitables.
La diferencia de nivel entre Jan van Beveren y Jan Jongbloed se notaría de forma muy evidente.
El mundo había visto a Van Beveren hacer fantásticas paradas antes del Mundial, y todas estas dudas se refrendarían en los años posteriores, cuando el guardameta alcanzó el pico de su carrera, liderando al PSV a tres campeonatos holandeses y la Copa de la UEFA. No sólo eso, en el año 76, el club de la Philips se quedó a un partido de la final de la Copa de Europa, al perder contra el brillante Saint Etienne francés. La eliminatoria no pudo ser más igualada, y se resolvió con un solitario gol a los 4 minutos de comenzar. Van Beveren se vio sorprendido por un lanzamiento de falta raso. Luego plantó un muro de hormigón ante su portería y esperó durante 176 minutos a que sus compañeros consiguiesen el empate. Nunca sucedió.
Entre 1974 y 1978, Cruyff consiguió mantener a su gran rival fuera del equipo. Enfadado tras lo ocurrido antes del Mundial, Van Beveren renunció a la selección en 1975, justo cuando estaba en su mejor forma, pero regresó poco después. Aun así, llegó solo para ser suplente de varios porteros diferentes, todos netamente inferiores a él, incluyendo a los favoritos de Cruyff, Jan Jongbloed y Piet Schrijvers. Cuando Van Beveren le preguntó a Jan Zwartkruijs (el entrenador de porteros de la selección y posterior seleccionador), por qué lo llamaban si estaba claro que no iba a jugar, este le contestó: «Jan, no te enfades. Me manipulan. No tengo otra opción». Había llegado el momento en que los jugadores del PSV eran considerados rebeldes y poco a poco sus pesos pesados fueron desapareciendo de la selección. Van Beveren se negó en un principio, pero Van der Kuylen, el jugador más carismático, el bombardero del PSV, no tuvo ni fuerzas ni ganas para pelear. Días antes de un partido de clasificación con Polonia, Cruyff y Neeskens llegaron tarde desde Barcelona. «Vaya, aquí llegan los reyes de España», les espetó Van der Kuylen al verles. No había vuelta atrás. Cruyff había amenazado con no jugar con Holanda nunca más si Van Beveren y otros miembros del PSV estaban en el equipo. Y, obviamente, la afición no perdonaría al entrenador que dejase a Cruyff abandonar el equipo. Van Beveren, cansado del asunto, renunció a la selección con 32 partidos como internacional. Fue en 1977 y el, para muchos, mejor portero del mundo (en competencia con Zoff y Maier), tenía solo 29 años.
Van Beveren no fue la única víctima de las luchas de egos y clanes dentro del fútbol holandés.
En definitiva, Jan van Beveren fue un enorme guardameta, pero jamás será reconocido como tal porque internacionalmente no tuvo jamás una aparición en el Mundial o la Eurocopa. Y obviamente, no era miembro del clan del Ajax que tanta celebridad acumuló a inicios de los 70. Ni siquiera del Feyenoord, que contaba con grandes jugadores como Wim Van Hanegem, Rinus Israel -fantástico líbero con su propia historia de ostracismo relacionada con Cruyff-, el veterano guardameta Pieters Graafland o el genial extremo Coen Moulijn, otro de los desplazados por el clan del Ajax. El gran logro de van Beveren, como dijimos, fue ganar con el PSV la final de la UEFA con una serie de grandes partidos. Y aquellas semis de Copa de Europa.
Van der Kuylen no tuvo tampoco la presencia que merecía su calidadEn ese equipo del PSV también estaba la otra pata del banco en toda esta historia. El cañonero Willy Van der Kuylen, el mayor goleador de la historia del fútbol holandés. Aún hoy, el máximo realizador histórico de la Primera División de los Países Bajos, un jugador con un disparo de media y larga distancia tremebundo. EL (así en mayúsculas), delantero titular de Holanda. El hombre que debía haber sido la punta de lanza del Fútbol Total pero que, como Van Beveren, fue rechazado por su enemistad con Cruyff. Si el del PSV hubiese estado en la Copa del Mundo, Michels no tendría que romperse la cabeza viendo a Cruyff de delantero centro ni moviendo hacia el centro del área a los extremos Rep y Rensenbrink, sino que estos fenómenos le servirían balones al artillero legítimo del equipo. Pero también era cierto que sería un fútbol “menos total”.
El gusto por un fútbol más ortodoxo, menos total, fue otro de los motivos de la división interna del vestuario Oranje. Van Hanegem, la estrella del Feyenoord, tampoco soportaba seguir las órdenes de Cruyff, mas cuando estas habían supuesto que el mejor líbero holandés, su compañero Israel, chupase banquillo a favor de jugadores que ni siquiera jugaban en su posición. O que Ruud Geels, un fantástico delantero centro jamás acabase de tener todas las oportunidades que merecía su talento en la selección. Y lo de Van der Kuylen. Pero a Van Hanegem, como ya vimos, la Federación lo callaba con dinero. Sabían bien de qué pie cojeaba.
Alemania representaba el caso 100% opuestoEl caso es que, analizando a los dos finalistas del Mundial, vemos lo grave de la caída en desgracia de los dos baluartes del PSV. Mientras Alemania contaba con uno de los mejores porteros del mundo, Maier, Holanda, que podría haberle contrapuesto a Van Beveren, contaba con el mediocre Jongbloed. Al líbero de clase mundial Beckenbauer, Holanda contraponía al inexperto Rijsbergen -aunque debemos ser justos con él y destacar su muy buena actuación en el Mundial-, cuando tenía en el banco a otro líbero de lujo, Israel, quien era considerado de los mejores del mundo, junto al propio Beckenbauer, el brasileño Luiz Pereira o el austríaco Edi Krieger. Y mientras Alemania usaba como cerebro a Overath (con el lujo de Netzer en el banquillo, pudiendo rotar en cualquier momento), con la ayuda de un Beckenbauer que se incorporaba al medio cuando quería, Holanda lo igualaba con Van Hanegem, pero también lo obligaba a trabajar en defensa, lo cual acababa por agotar al jugador del Feyenoord. Para estas labores, los alemanes usaban a Bonhof, mediocentro específico, y a dos jugadores con recorrido como Hoeness y Breitner, mientras los naranjas solo tenían a Neeskens.
Al final, por una cosa o por otra, aquella gran generación holandesa no ganó el Mundial.
Johan Cruyff, que con su libertad total para moverse por el campo creaba tantas ventajas, también condicionaba la confección del equipo y la búsqueda de variantes. Mientras los alemanes utilizaban extremos clásicos –incluso sacrificando a un gran Heynckes en el proceso-, ue suministraban balones de gol a su gran goleador Müller, plaza que en Holanda debería haber ocupado Van der Kuylen pero que, como vimos, estaba vacante y en la que rotaban diferentes jugadores. ¿Cuántas variantes podría haber manejado Michels de haber contado con los mejores jugadores de los tres grandes clubes? Muy pocas veces ha tenido un entrenador la despensa de talento que él tuvo a su disposición, y que nunca utilizó al 100%. Con Van Beveren y los demás excluídos, quizás Holanda fuese ahora mismo el campeón de 1974 y 1978 (al menos habría presentado mejores credenciales aún). Cruyff también quiso ser campeón del mundo, pero sólo si era la única estrella. Y el tiempo demostró que eso no era suficiente. Que la clave de la victoria era un simple código de tres letras: P.S.V.
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iltuliponero 24 febrero, 2016
Sabía que Johan vetaba a sus compatriotas pero no a estos niveles… Estaría bien preguntarle si volvería a hacer lo mismo sabiendo que no gano nada. Apuesto que diría que sí.