El Liverpool – Arsenal que se disputó ayer en Anfield acaparó todo lo vistoso que tiene la Premier League, pero también muchos de los vicios negativos que en parte explican porqué el fútbol inglés está sufriendo en los últimos tiempos cuando asoma la cabeza por Europa. Aunque, justo es decirlo, la idea de partida de Arsène Wenger fue que no se produjese un escenario de este tipo. Queda claro que el preparador francés ha hecho callo, y no le tiembla la mano a la hora de adaptar sus planteamientos, aunque estos estén alejados de ese estilo asociativo y vistoso con el que gran parte del mundo asocia al Arsenal de tiempos recientes. Dos aspectos clave del planteamiento desarrollado ayer dejaron claro que los gunners, a día de hoy, tienen al pragmatismo en la pole.
Poco a poco, el partido ganó en ritmo y errores.
Al principio, el Arsenal esperó al L’Pool atrásEl Arsenal salió a Anfield con un repliegue bastante bajo, en ese 4-1-4-1 en el que Mesut Özil ocupa la posición de interior izquierdo en la defensa posicional, y con la intención de que el alemán pueda estar más cerca de la recuperación de pelota para ser encontrado y se ocupe de lanzar a los hombres de banda, ayer Joel Campbell y Theo Walcott, dos auténticas balas. La segunda seña clave del sistema fue la salida de balón. En otros tiempos innegociable la construcción desde la defensa, hoy, si enfrente hay un rival con una idea clara de presionar como es este Liverpool de Klopp, la orden es que Olivier Giroud sea el faro que reciba envíos directos y que, a partir de él, el equipo logre instalarse en campo rival. Las cartas estaban sobre la mesa, pero el Liverpool y su pie pisando a fondo obligaron a otras cosas.
Los errores se sucedieron a lo largo de todo el encuentroEl frenetismo de los locales aplastó al Arsenal en los primeros compases de duelo, hasta que Firmino logró poner dos veces por delante al conjunto local –el segundo de sus tantos una obra de arte-, algo que no fue suficiente para relajar la tensión de los reds. El que ganaba corría, y el que perdía se dio cuenta de que haciendo lo mismo obtenía premio, así que durante muchos minutos el partido se convirtió en un ida y vuelta que por momentos ofrecía situaciones de juego bastante esperpénticas. Lo que pasó en el tramo central de encuentro es que, el que agarraba la pelota, corría, corría y corría. Y o llegaba al área y había ocasión, o la perdía y el rival hacía lo mismo, convirtiendo el duelo en un círculo vicioso. Fue entonces cuando Joel Campbell dejó las mejores pinceladas en el tramo final de la primera parte, y el choque se marchó con empate a la caseta.
Dentro de todo este contexto, Giroud brilló especialmente
Cuando Giroud logró desequilibrar la balanza en el segundo periodo -justo premio para el mejor futbolista del encuentro, sobre todo si tenemos en cuenta el enfoque que le dio Wenger al partido, ya que él era quien debía hacer que el equipo ganase metros sin arriesgar la pelota en la salida, y lo logró con creces-, volvió a aparecer esa versión del Arsenal más conservadora. Los londinenses conducían menos el balón, llegaban con menos hombres y defendían más atrás, y entre Koscielny y Mertesacker consiguieron hacer creer a sus aficionados que los tres puntos eran posibles. Lo negó Klopp, que metió a Benteke y Caulker a tocar pelotazos dentro del área, y en un salto imponente del belga y dejada para la llegada de Allen, llegó el definitivo empate a tres. El partido dejó una colección de highlights a la inglesa, pero también algunas situaciones en las que daban ganas de sacar la famosa pancarta más allá del touchdown: “Stop, Forrest”.
sobris 14 enero, 2016
Perdón por el offtopic pero también es de premier: mientras estos días muchos alababamos a Kante, alguien en el Segundo Asalto del Leicester dijo que este no seria nada sin el juego de Drinkwater. Solo decir que chapo por quien lo dijera, porque el partido de Drinkwater de ayer fue de escandalo, de medicentro-pivote total.