No es fácil ser el otro, como no tiene que ser fácil tampoco ser el único. Estar fuera de foco puede deslumbrar casi tanto como estar frente a él. La luz o la ausencia de luz suele tener efectos prácticos cuando buscas lo pragmático, te ciega, te aturde, te ilumina. Todo es acostumbrarse a tener los ojos abiertos medio cerrados o los ojos cerrados medio abiertos. Que hablen de Suárez el uruguayo y no seas tú. Que qué bueno, que qué hambre tiene, que qué bien se coordina e implementa con los otros dos. Que a nadie se le haya ocurrido lo de CLAS (Cala, Lago, Alexis, Suárez) como homenaje a aquel equipo ciclista capitaneado por Juan Fernández y en el que corrían Ruiz Cabestany, Rominger, Echave o Emonds. Que no es lo mismo presentarles tu novio a tus padres en la cena de navidad y que éste sea lateral derecho. ¿En qué nos hemos equivocado cariño? ¿No podría haber sido por lo menos portero aunque sea? ¿La parte más fea de un trivote?
Su carrera en España despegó gracias a Fran Escribá.
Es un lateral de los de siempreDamián Suárez es el otro Suárez y además un lateral derecho de los de toda la vida, sin avergonzarse por ello. A la antigua usanza, no muy alto, no muy técnico, intenso y correoso, duro y contundente, picoso y zalamero. Presente todo el tiempo como si el campo solo midiera lo que mide el carril derecho. Surcando la hierba, arando su lugar en el mundo, regando con su sudor el universo rectangular de su vida. Guardando la posesión, poseyendo lo que le quita a los demás. Empezó en el Defensor con 11 años y eso sería premonitorio de su carrera en España. Dubitativo y tosco en un principio cuando llega al Sporting que descendió en la 2010-11 y donde es titular muchos partidos tanto con Manolo Preciado como con Javier Clemente; más centrado y maduro cuando se va a segunda pero cambiando Gijón por Elche para volver a Primera con ese equipo sorprendente y singular como pocos (por cierto, ¿qué fue de Carles Gil?) donde Fran Escribá ya empezaba a escribir su nombre bien claro en las pizarras esas verdes que tienen pintado un campo de fútbol. Y en la historia del fútbol modesto (y de Damián Suárez) también.
Le acompañó y le acompaña en la banda cuando le toca jugar en el lado de los banquillos (Escribá le manda mensajes de amor en las botellas de Gatorade, Suárez le dedica cada brizna de hierba que levanta). En el Elche que nos deslumbró el año pasado antes de que se apagara de manera administrativa y en el Getafe que por primera vez en dos siglos empieza a tener el sabor propio del carácter que algunos de sus miembros le imprime. El otro Suárez es uno de ellos porque es único. Porque es otra forma de sentir el fútbol. De posicionarse, de arquear las piernas, de levantar la chepa y bajar la cabeza. La manera de sentir de los laterales derechos antiguo del mundo de Carrete a Eric Gerets, de Albert Ferrer a Darijo Srna. La que veo en los partidos oficiales de niños cuando voy a ver a mi sobrino. Que por cierto, también es lateral derecho.
Abel Rojas 22 diciembre, 2015
Solo Lolo Ortega puede escribir con tanta pasión un artículo sobre Damián Suárez.
Y solo Lolo puede titularlo así.