El Paris Saint-Germain es un proyecto preparado para competir desde hace un mínimo de un año y medio. Pero por causas diversas, y casi nunca repetidas, hasta ahora no ha podido hacerlo en los momentos más épicos de la Champions. Dicho esto, problemas en este torneo en realidad tiene todo el mundo; lo que diferencia a los campeones de los derrotados son los héroes, y nunca hubo una estrella que rescatase al PSG. Nunca contó con alguien que liderase su rebelión y desafiase a los poderosos. Quizá ayer lo encontrase, y para siempre, en Di María.
Con David Luiz, la salida del Paris Saint-Germain ganó carácter.
El partido como tal tardó 15 minutos en empezar; la brecha de Isco y la lesión de Verratti, a quien suplió Rabiot, postergaron hasta entonces el inicio de lo descriptible. Una vez allí, descubrimos que la idea de Benítez consistía en repetir el plan de la ida, con una especie de 4-2-3-1 que mordía al PSG en su propio terreno, pero con una rigurosidad ínfima comparada con la expuesta en el duro Parque de los Príncipes.
Al Real le faltó movilidadPara empezar, lo del 4-2-3-1 admitía discusión. Kroos defendía por delante de Modric y Casemiro, pero en ataque ejercía de interior izquierdo, generando cierto desorden y, sobre todo, privando al equipo de referencias entre líneas. O lo que es lo mismo, dejando sin encargado la función que en París desempeñó Isco dando sentido a la estrategia. Ningún merengue se movía por delante de la pelota, la quietud resultaba total, y como no establecían su posesión arriba, realizar una presión alta era imposible.
En inferioridad táctica colectiva, Casemiro no es un plus atrás.
La segunda gran diferencia residió en el pivote izquierdo. En la ida, el propio Kroos cerró ese espacio, siendo el alemán un mediocentro sin virtudes defensivas vistosas pero de buen aplomo táctico. Ayer, en cambio, Casemiro custodió dicho lugar, y justo lo contrario se podría apuntar sobre él. Sus condiciones sobresalen, pero maneja una base táctica aún unidimensional: corre hacia la pelota y punto. Valorando que, quizá por primera vez con Benítez, el Real carecería de cualquier tipo de estructura, o Casemiro se imponía individualmente a quien pasase por allí, o allí habría un boquete. Y a Di María on fire, en un mano a mano, no se impone nadie. O se le frena en bloque, o domina.
Ibrahimovic hizo de delantero puro y cedió el timón a Di María.
Di María estuvo inspiradísimoDi María abandonó la banda y tomó una posición de mediapunta derecho desde la que se erigió como el tipo al mando. Recibía con constancia, giraba la medular blanca y dirigía la posesión francesa. Lo hacía, además, con una calma impropia de su ADN, como si Blanc y su mensaje hubieran empezado a calar en él. A menudo se alió con Rabiot, para templar y enriquecer las cadenas de pases. Si éstas atraían a Nacho o Jesé, se la colaban al espacio a Aurier, y el joven creaba el peligro; si en contra, atraían a Danilo o Isco, era Maxwell quien recibía y administraba el balón, con la sabiduría que da la edad. Esto, por supuesto, mezclado con esas jugadas de fenómeno de Di María que cualquiera conoce al dedillo. Desde el 15 al 45, el Paris Saint-Germain del Ángel burreó a un Madrid sin sentido. Fue un primer tiempo para 0-2. Se saldó con 1-0 por la suerte de Nacho, el desacierto de Cavani y la magia del deporte.
En el 2º T, Benítez desistió de la presión y el Real mejoró su nivel.
El segundo periodo fue distinto. Benítez interpretó que tenía menos recursos que su oponente -amén de ventaja en el marcador- y adoptó una actitud de perfil conservador, sobre todo tras el ingreso de Lucas Vázquez en el lugar de Jesé. Replegó hacia la mitad de Navas y trazó un 4-4-1-1 mucho más reconocible, y de prestaciones más sólidas. Di María siguió apareciendo, pero solo por delante de Casemiro, no por detrás como antes, y Ramos y el nuevamente divino Varane redujeron bastante su trabajo. A su vez, esta mayor consistencia exigió al PSG asumir más riesgos en sus intentos de desborde, lo cual permitió a los blancos contraatacar con más frecuencia y en mayor ventaja. Sin brillo, Benítez paró la sangría. Y su Real se clasificó para los Octavos.
Para acompañar la obra de Laurent Blanc en París, cuál es su sentido y su desarrollo, recomendamos su capítulo en «La Aventura Original»:
rinus 4 noviembre, 2015
Se agradece la nota. Coincido, mucho de suerte que haya ganado el Madrid.
Que efectivo está resultando el juego de los de Rafa pero que poco me entusiasma y enamora. Igual no me sorprende, es lo q esperaba.
Ojalá mezcle un poco de pausa Di María, enriquecería muchísimo su futbol. Creo que está con los compañeros ideales ( Verratti, Motta y Pastore).
Abrazo de gol!