Los noventa fue una época mágica para el futbolero que tuvo la suerte de vivirla. La última década del S.XX fue la del dulce tránsito del pasado al futuro. Las retransmisiones televisivas, por ejemplo, crecían sin parar en cantidad y calidad. Ver a tu equipo cada finde ya no dependía del canal autonómico de turno si disponías de 1.995 pesetas para el PPV. Aun así, la radio era todavía nuestra fiel compañera de viaje, y se seguían cantando los goles con la oreja pegada al transistor del abuelo. Sin quererlo y de manera lógica, hemos mitificado todo de aquellos días. También lo que sucedía en el césped.
Y no era para menos. Al fútbol europeo había llegado la célebre Ley Bosman, que en cristiano quería decir que podías fichar casi todas las estrellas que quisieras. A esta orgía legal se sumó en nuestro país el boom de los derechos televisivos, una especie de cheque en blanco para cada club de Primera División. El Real Madrid, envuelto en vergüenzas históricas al no clasificarse para Europa la temporada anterior, tiró de chequera para fichar a lo grande: Illgner, Roberto Carlos, Seedorf… y sobre todo, Davor Suker y Pedja Mijatovic.
Socialmente, todo se puso de parte de la pareja Suker-Mijatovic
Lo primero que molaba de ellos eran las pintas. Engominados y trajeados, su perfil encajaba perfectamente como sicarios de película de Tarantino. Ambos desembarcaban en Madrid tras triunfar a lo bestia en Sevilla y Valencia. Davor había hecho grande al Sánchez Pizjuán con sus goles de crack. Lo de Pedrag fue todavía más enorme si cabe, pues un año antes rozó el título de Liga y la Bota de Oro, siendo elegido con absoluta justicia el mejor jugador del campeonato. Yugoslavo y croata, diestro y zurdo, guapo y feo. Eran ya una pareja.
El encargado de gestionar aquella dupla fue Fabio Capello, y lo cierto es que no existía nadie mejor. Europa vivía el auge del 4-4-2 y las parejas de delanteros. Así había dominado la Champions Fabio con su poderoso AC Milan. Así pues, Suker sería el 9 y realizaría las labores de ariete, enfocado al remate. Pedja, que seguramente era un jugador más completo, abarcaba más terreno y solía realizar movimientos amplios y potentes, siempre con mucho desborde en carrera. La consolidación absoluta del dúo llegaría el 7 de diciembre de 1996.
Capello exprimió, no sin problemas, el potencial de su ataque
No exageramos si decimos que, al menos hasta la fecha, se trató del “Madrid-Barça” más esperado de siempre. La igualdad en la tabla, los fichajes rutilantes de ambos clubes, el bienvendido eslogan Capello batió a R9 para goce de Suker y Pedjade “la Liga de las estrellas”… todo esto hizo que el primer Clásico de la campaña generase un interés único. En lo social, Suker y Mijatovic estaban siendo la respuesta deportiva al fenómeno mediático que se vivía en Barcelona con la figura de Ronaldo Nazario. El brasileño era lo nunca visto en la historia del balón, y llegaba a la cita del Santiago Bernabéu suscitando auténtico pavor. Los vencedores, sin embargo, fueron otros. Capello diseñó un marcaje intenso al brasileño con Rafa Alkorta como perro de presa y Fernando Hierro como corrector ocasional. Ronaldo casi no la tocó. Para Suker y Mijatovic quedó la gloria del gol. Uno para cada uno. Delirio blanco.
Capello había encontrado el modo de exprimir el 100% de su pareja atacante. Aun así, la presencia del joven aunque ya determinante Raúl obligaba a Fabio a ser, a su gusto, demasiado ofensivo. El “7” madridista arrancabaSuker por Lasa, un clásico como falso extremo izquierdo, dejando a menudo la banda libre para las subidas de Roberto Carlos. Cuando el Madrid iba ganando, que era la mayoría de las veces, Capello daba rienda suelta a sus impulsos y acometía un cambio que terminó siendo chascarrillo nacional: “Suker por Lasa”. El lateral vasco, cuya obra principal en el Madrid fue un gol desde 60 metros al Sevilla, entraba constantemente por el punta croata allá por el minuto 70 de cada partido, para enfado de un Davor que evidenciaba su cabreo con el técnico italiano sin pudor alguno. Es muy posible que Suker y Mijatovic acabaran cansados de la exigencia de Capello, pero la realidad terminaría siendo incuestionable: sin Fabio nada iba a ser lo mismo.
En realidad, Suker y Mijatovic solo rindieron un año en el Madrid
Y es que, tras casi 40 goles entre ambos en la 96-97, el rendimiento de la dupla cayó en picado tras la marcha de Capello. La cifra de tantos se redujo a la mitad. Para Suker la cosa fue incluso peor, pues acabó perdiendo la titularidad a manos de un Morientes de 22 años. Mijatovic, con problemas de lesiones, solo participó en 24 encuentros en esa Liga. En Champions, el montenegrino no vería puerta hasta la final, si bien queda para él la consecución del gol más importante de la historia moderna del Real Madrid. El tanto ante la Juventus mitificó del todo su nombre a pesar del rápido declive futbolístico. Suker, por su parte, mantuvo su prestigio en la Copa del Mundo de ese verano a base de goles (no tanto de juego), éxito que le otorgó un irreal Balón de Plata. Las circunstancias propiciaron una nueva oportunidad para la pareja, que ya no estaba para nada. 9 goles y 0 títulos fue el balance de 1999, el año del fin. Davor y Pedja dejaban la Liga española. Los inolvidables “Suker y Mijatovic”, patrimonio de toda una era.
@sgomezabente 8 octubre, 2015
Uff.. las emociones al leer este artículo, grande @DavidLeonRon
Recuerdo aquel clásico como si fuera ayer. Tenía 9 años y me acuerdo perfectamente que esa temporada, pese a ser madridista, veía más partidos del Barca, de Ronaldo. Sin embargo, el furioso 2-0 me confirmó que pese a no haber otro como el Fenómeno, toda la vida sería madridista.
Romántico, mágico e inolvidable partido.