«Soy centrocampista, Frank Lampard es mi futbolista favorito y, por eso, estoy muy feliz de poder formar parte del Chelsea». Con esta frase Mario Pasalic se presentó el año pasado ante la que hasta el momento sólo ha sido su afición unas cuantas semanas de verano. Pero el suyo no es un caso excepcional. Desde hace unos años, el club de Abramóvich cambió su modelo deportivo sin hacer demasiado ruido ni levantar mucha expectación. Los grandes nombres siguen llegando cuando así lo estiman, que suele ser con menor frecuencia que hace una década, pero ahora la mayoría de sus movimientos en el mercado van encaminados a reforzar el futuro a medio y largo plazo del club.
Nemanja Matic ya triunfó asíPara ello, el Chelsea utiliza dos vías de trabajo complementarias entre sí. Por un lado, absorbe el talento joven del país para lograr fortalecer su propia cantera. Y por el otro, ata a las grandes promesas de las ligas con menor nivel, a quienes luego les va dando minutos a través de un sistema de cesiones que tiene al Vittese holandés como mejor ejemplo. De momento, este nuevo modelo ya ha tenido éxito gracias al rendimiento deportivo de Thibaut Courtois o Nemanja Matic y el económico de Romelu Lukaku o Kevin de Bruyne, pero todavía es muy pronto para valorarlo. Sentido, al menos, tiene.
Mario Pasalic ya saldó de forma positiva su cesión al Elche.
Escapar de los problemas que puede traer consigo el vivir una serie ininterrumpida de cesiones es, de hecho, el primer reto del propio Mario Pasalic. Nacido en Alemania, pero de familia, corazón y fútbol croata, el ahora centrocampista del Mónaco comenzó a despuntar desde muy joven en el Hadjuk Split. Era alto y rápido. Tenía talento y gol. Podía jugar de interior en un 4-3-3, en el teórico doble pivote de un 4-4-2 o, incluso, de extremo con vocación interior en la banda izquierda. Es decir, con sólo 18 años ya parecía un jugador total.
Pasalic brilló en Elche por su gran recorridoPero evidentemente, como ya hemos dicho, una cosa es que te fiche el Chelsea y otra muy distinta es jugar en el Chelsea. Por suerte para él, para el Elche y también para el propio club londinense, Víctor Orta había puesto su certero instinto apuntando a su figura y el croata llegó cedido al Martínez Valero. Allí le esperaba Fran Escribá, un técnico cada vez más valorado en el fútbol español por su capacidad para crear estructuras sólidas y equilibradas en las que, además, los jugadores diferentes encuentran su espacio para sobresalir. Quizás en base a esto, su primera idea fue situar a Pasalic como mediapunta, donde jugaría dos partidos mediocres que le hicieron perder su sitio y, a la poste, también quedarse varios partidos sin jugar. Pero a partir del mal rendimiento del equipo y, sobre todo, de la grave lesión de Pedro Mosquera, le llegaría la oportunidad que estaba esperando. Era el peor momento del Elche a nivel institucional, deportivo y anímico, pero entonces Escribá dio con la tecla táctica y Mario, dentro de ese engranaje, se erigió en el multiplicador de un equipo que comenzó a disfrutar sobre el campo.
En el Mónaco no parece partir como titular. Pero…
Lo consiguió jugando en un doble pivote ilicitano que, con él, nunca volvió a poder llamarse de esta manera. Compuesto por Adrián González (extremo de formación) y por el propio Mario Pasalic (box-to-box de condición), ambos encontraron en la pizarra de Escribá la capacidad para sostener sin balón al Elche. Pero es que cuando lo recuperaban, el croata conseguía llegar al área rival mostrando su potencia, calidad y determinación. Porque Pasalic volvió a dejar patente que es todo eso a la vez. Tiene físico para arrancar, chocar y bregar durante los 90 minutos. Calidad para pisarla, tocar o, incluso, desbordar en conducción. Y, como muestra de todo eso, siempre termina encontrando muchas situaciones de gol, hecho que le llevó a marcar tres tantos en los últimos meses de competición.
Ahora, al AS Mónaco de Leonardo Jardim llega un año más sabio. También por supuesto resulta un reto de una exigencia competitiva mayor, pero gracias a sus condiciones innatas no cuesta imaginarle luciendo como box-to-box al lado de Toulalan, formando una línea de tres junto al pivote francés y al recién llegado Thomas Lemar, relevando a Moutinho en la mediapunta o, por qué no, ocupando en banda alguno de los minutos que ha dejado Yannick Ferreira-Carrasco con su marcha al Atlético de Madrid. Sea cómo y dónde sea, si a Mario Pasalic le llega la oportunidad éste volverá a «cogerla con las dos manos». Es, a fin de cuentas, la única opción que tiene de enfundarse la misma camiseta blue con la que Frank Lampard se convirtió en uno de los mejores box-to-box del fútbol moderno.
Álvaro 17 julio, 2015
Muy interesante artículo.
Aunque a los éxitos deportivos del nuevo modelo yo sumaría a Courtois y en los económicos a Lukaku