
Messi se enfadó muchísimo. Descubrió al poco de empezar el partido que se había perpetrado un nuevo plan con el objeto de detenerle. Consistía en una marca al hombre de Balenziaga como las que le hacían a los cracks de los 80; Messi era el extremo derecho y el lateral vasco le seguía incluso hasta la banda contraria. Nada que no pudiera soportar, siempre intentan cosas raras frente a él. A estas alturas de su carrera, está curado de espanto. El problema residió en la fe que percibió en su rival. Aquello sí le molestó. Durante 19 minutos, Balenziaga le defendió con la determinación de la esperanza, como si pensase que haciendo todo lo que le había pedido Valverde tuviera la opción real de parar al mejor del mundo. Y esas no son formas. A Leo sólo se le reduce pidiéndole perdón de rodillas. Autohumillándose.
Leo Messi es el inicio absoluto de cada cosaEl fútbol es un deporte colectivo y, además, vivimos una etapa de la historia que trata de resaltar el valor del grupo por encima del individuo de forma enfermiza. Parece una afrenta destacar que uno importa más que todos, pero hacerlo es imprescindible si se pretende analizar a este Barça con cierta rigurosidad. El FC Barcelona no tiene un principio común. El concepto de colectividad va después de lo primero. Cada jugada de quien aspira al Triplete, cada virtud de su fútbol, encuentra su origen en la iniciativa del número «10». Sus regates, sus paredes, sus pases largos e incluso sus desmarques disparan el concurso de unos compañeros que, por supuesto, son muy buenos y han encontrado el modo de aprovecharse al máximo de jugar a su lado. Ayer fue una prueba ultra radical.
El trabajo de Iñaki Williams sobre Busquets, tanto en defensa como en ataque, resultó un éxito.
La idea general de Valverde radicaba en reducir el tiempo de posesión del Barcelona y matar a la contra. Para ello, amén de fijar a Balenziaga sobre Messi, fijó a Iñaki Williams sobre Busquets. De este modo, trataba de acelerar el fútbol de quien más se pausa y de evitar el desahogo del punto de apoyo del sistema. O sea, intentaba precipitar el ataque culé. La actuación de Williams fue positiva. Por un lado, Busquets, que había despedazado al Athletic en San Mamés, no hizo apenas nada; por el otro, tener a Iñaki pegado a Aduriz, y no en banda, ofreció a los leones cierto margen ofensivo. El plan se tumbó porque Balenziaga nunca pudo con Lionel. Ni siquiera la ayuda táctica de Mikel Rico, situado en el perfil izquierdo sin más meta que esa, alivió su pesar. Messi aguantaba la pelota cuanto quería, le desbordaba si gustaba y le mareaba viajando por cualquier lugar. Tras él, emergieron sus esbirros mayores, Dani Alves, su rata y Luis Suárez.
Dani Alves pareció Xavi por muchos momentosDani Alves sorprendió al Camp Nou porque no saltó al campo solo. Un pequeño y simpático roedor de color negro se posaba sobre su cabeza sin caerse ni molestarle. Y debía ser un sabio; le contó los secretos de Xavi. Al pararse Messi en una posición tan, tan abierta por sistema, para abrir a Rico y Balenziaga y crearle al resto espacio por dentro, Alves ocupó zona de interior derecho pero de manera exacta. Es decir, no como hasta ahora, que siempre lo destacamos pero fue sutil. Anoche, durante el primer periodo, Dani fue interior derecho, y punto. Y dirigió de cine la función. Más o menos se basaba en tirar paredes con Leo y colar pelotas a Rakitic, convertido en torpedo soviético como contra el Bayern Múnich, y bordó los dos gestos con frecuencia perpetua. Ojalá la historia acabe siendo justa con el lateral. Activa estilos y propuestas que no están al alcance de nadie más.
Suárez aprovechó lo separado que estaba el sector izquierdo del Athletic para dominar a placer.
En lo referido al «9» de Uruguay, machacó a Laporte sin compasión ni malos humos. De nuevo su marco se cimentaba sobre Messi; en su caso, la posición de Lionel distanciaba poderosamente a Rico de San José y a Balenziaga de Laporte, generando terrenos y carreteras que Suárez administró como el apoderado de una finca. Jugar contra Luis Suárez debe ser apasionante. Sin duda duro, pero también apasionante. Ignorando los conocidos episodios que marcan su carrera, y que son extradeportivos pese a que ocurrieron sobre el verde, estamos ante un ariete honestísimo. De Luis se sabe que irá a todas, que chocará siempre con pretensión limpia y que tomará decisiones casi perfectas. Y tiene ese punto de imprecisión que le convierte en humano si la performance de su marcaje roza lo idílico. Es un reto de la Tierra que exige lo mejor; una manera de intentar llevarse al límite competitivamente hablando. Por supuesto, como eso es dificilísimo, Suárez gana casi siempre. De hecho, en los últimos años, solo el Chelsea le anuló. Es la gracia.
Otra vez, el FC Barcelona terminó descansado un partido de naturaleza teóricamente emocionante.
El segundo periodo sobró en cierto grado porque al Barça le sobra tiempo siempre. Luis Enrique pensó en Berlín y el Athletic se hizo justicia. Su corazón resultó elogiable. Achuchó hasta última hora porque, en esos momentos, su objetivo ya no era ganar, sino homenajear a una afición imbatible que le había acompañado y sufrido a su fiel vera. Los cachorros Iñaki e Ibai, plenos de emoción, simbolizaron la pasión vasca. Como Iraola abandonando el campo ante un aplauso también culé. Pero el Barça ahora mismo aparenta imbatibilidad. Leo Messi es una emergencia del deporte que necesita poquísima ayuda para coleccionar victorias, y su club le ayuda un montón. Le ha rodeado de una serie de estrellas que ha llegado al final de la temporada con ganas, trazos y duende para levantar cada Copa. El fútbol, en su era, consiste en admirar al mejor, glosar a quienes se atreven a desafiarle y beatificar a los maestros que lo consiguen. Espera la Juventus. Y Allegri. Y Buffon. De algún modo u otro, otra Final inolvidable. Lo normal, obviamente, que gane Lionel.
Adam 31 mayo, 2015
Soy del equipo del mejor futbolista de todos los tiempos.
Punto.