Por comenzar con lo sabido, diremos que la semifinal copera entre Villarreal y Barça prometía cierta igualdad porque a pesar de que el equipo culé modifica de por sí el comportamiento de sus rivales, reduciendo el potencial techo futbolístico de los mismos en la mayoría de los casos y obligándoles a competir desde una teórica inferioridad, era el equipo de Marcelino uno de los que mejor se reconoce en la composición «Barça vs oponente». Pasaría mucho tiempo en repliegue y contragolpe para competir una eliminatoria que, como se ha confirmado tras su disputa, ha decidido la enorme diferencia de calidad individual que existe entre catalanes y castellonenses. En una vuelta con guión revuelto por el concepto remontada, la diferencia se acentuó más.
El Barcelona volvió a castigar la exposición del rival
El Villarreal de Marcelino es, por encima de todo, y al igual que sus predecesores, un sistema puro y duro, que ha conseguido competitividad en todos los contextos y dificultades. Sin embargo, entre grandes y merecidisimas alabanzas a la gran temporada de su principal y jovencísimo atacante -Luciano Vietto-, o de sus escuderos más cercanos, Faltó claridad en el submarinocuando estos conjugan o deben conjugar el verbo crear por encima de memorizar, ofreciendo su calidad individual desde la libertad o el ingenio, como es lógico, les cuesta más de lo que parece. Los amarillos arrancaron con una presión alta, un gol en contra en el 2′ y mucho ataque frenético cerca de ter Stegen. A diferencia de los Senna, Riquelme, Sorín, Pires, Forlán, Cani, Nilmar, Rossi, Nihat o incluso Ibagaza, si uno se para a pensar detenidamente en las virtudes de sus ofensivos, echa en falta regate, pausa e improvisación para marcar la diferencia en el último tercio. Tan sólo el disparo a puerta de Cheryshev o el más potencial que concreto de Gio Dos Santos se acercan a la amenaza. A los de Marcelino siempre les faltó claridad en la definición o desequilibrio imprevisible de manera individual para convertir la agitación en intimidación.
Este tema fue tratado en ‘La Última Nota’ de los ataques posicionales, hace ya tres meses, donde se argumentó que aunque su facilidad para acelerar y profundizar es muy notable, los últimos toques no estaban a la altura, fuese por exceso de vértigo o por defecto de inspiración, de ahí que el contragolpe potencie las mayores virtudes de todos sus hombres. Tras la baja de Bruno Soriano, falta un punto de fantasía en los seis últimos hombres para traducir las fases de dominio en ventajas en el marcador o acoso sostenido. En esa fogosidad obligada con la que El Madrigal jugó la vuelta, el Barça volvió a castigar. Luis Enrique alineó de nuevo a ter Stegen, sostuvo a sus laterales más de lo habitual y actuó siempre en consecuencia del guión de la eliminatoria y de la no escapatoria formal del submarino: espacios a la espalda de la última línea, Messi jugando su propio encuentro y ventaja en el electrónico desde el primer momento. Un contexto que agrandó sus calidades y matizó la puramente individual de los delanteros locales bajo situaciones de iniciativa ante un rival superior.
hola 5 marzo, 2015
La expulsion de Pina(justa) termino de liquidar a un buen Villarreall. El resultado final pues me parece demasiado castigo para el equipo de Marcelino..