Los dos sistemas más desarrollados de la Liga se enfrentaron en un partido muy completo en el que los suplentes del Villarreal estuvieron más inspirados que los titulares del Madrid y compensaron así que el fútbol blanco fuese, por norma, el superior. Lo más reprochable del espectáculo fue su bajo ritmo, especialmente durante su primer tiempo, pero la vertiginosa sucesión de argumentos futbolísticos maquilló el déficit. El primero en hacer acto de presencia fue favorable al Submarino: Cambpell y Giovanni empezaron sueltos.
Los amarillos salían por JoelEn parte se debió a la excesiva calma con la que saltó el Madrid a jugar. Quizá como consecuencia de haber revertido demasiado rápido su situación con respecto al segundo, o puede que relajado por encontrarse un once amarillo plagado de bajas, el líder arrancó el choque demasiado seguro de sí mismo, convirtiendo la parsimonia en más defecto que virtud. Cuando esto sucede, a Marcelo, por su estilo despreocupado, se le nota mucho, y ayer no fue una excepción. Su espacio defensivo careció de una intensidad que ni Isco, por su baja calidad defensiva, ni Varane, perfectamente trabajado entre Dos Santos y Moreno, pudieron corregir. Joel Campbell atacó libre hasta el minuto 15. En la primera jugada tras el descanso se notó el cambio de chip de Marcelo, a todas luces aleccionado por su técnico, pero ya del 16 al 45 el Real había sufrido poco por ahí. El fútbol de Kroos había desconectado al gunner.
Toni Kroos dominó a su antojo tres cuartas partes del partido.
La ventaja decisiva para el juego del Madrid fue que Kroos dirigió sin marca pese a que el Villarreal deseaba otra cosa. Tras el fichaje de Lucas Silva, que es un futbolista de muy buen nivel táctico, el sistema blanco ha recuperado la altura en su flanco derecho que Illarramendi no le daba por miedo e Isco no le daba por vicio. Con Lucas Silva a su derecha, Kroos tiene una línea de pase diagonal que el oponente se ve forzado a cubrir y que, al final, desemboca en que el alemán se queda solo y pasa a jugar un escalón más arriba. Encima, cuando Kroos lo sube, Lucas, cuya posición alzada ha creado el plus, retrocede y le cubre la espalda. A partir de aquí, Kroos, que en esas proximidades y administrando un contexto tan positivo se transforma en una máquina de dominar, fue habilitando según le convenía bien a Bale o bien al dúo compuesto por Marcelo e Isco. Estos tres jugadores, capaces de matar a cualquier oponente incluso siendo mal alimentados, recibieron una y otra vez, una y otra vez sin descanso, en la línea lateral del área con el Villarreal girado sobre ellos y con Toni, Lucas y el del otro lado controlando la frontal. No abrieron la lata por lo mismo que no sumaron los tres puntos: técnicamente fallaron cada último toque que intentaron. En cualquier caso, la superioridad táctica parecía tan importante que el triunfo blanco figuraba ser cosa de tiempo. Antes o después, atinarían.
Cristiano fue un problema mucho más que serio para Eric Bailly.
Desde la banda, CR7 sumó másLa vuelta de los vestuarios trajo como novedad la ya mencionada marcha de más, especialmente visible en la actitud defensiva de Marcelo, y a un Ronaldo más móvil. Cristiano había sido con Kroos el merengue más fértil del acto inaugural, pero ocupando zonas muy interiores, siendo sólo mediapunta y delantero. A partir del 46, comenzó a ser también extremo. Con Isco sacando de zona a Costa, el portugués -ojo a cómo va a llegar a la parte decisiva de la temporada- hacía lo propio con el rapidísimo Bailly y aprovechaba para darle su primera lección: no todo depende de la velocidad. Se pegaba al mismo, rotaba usando como eje el contacto entre sus hombros y le ganaba la espalda con la facilidad que sólo se le puede ganar a un niño. En esa acción el Madrid tuvo la sentencia más de una vez, pero Ronaldo compartía la ceguera técnica de sus compañeros. Casi todas sus finalizaciones le salieron al centro.
Y llegó el punto de inflexión de la noche; entraron Trigueros y Vietto. El lúcido y finisísimo argentino clavó su pequeño aguijón dos veces seguidas, rompió la paz que rodeaba a Pepe y Moreno hizo el empate a uno. Seguramente, la reacción de Ancelotti le costó el traspiés a su equipo. Quitó a Lucas Silva y metió a Jesé Rodríguez. No parecía haber necesidad, el encuentro era blanco, no hacía ni cinco minutos desde las últimas ocasiones nítidas de Cristiano y Bale, el Madrid no demandaba tocar nada. Pero invitado por la aparente falta de pólvora, Carletto dio ingreso a uno que tiene mucha. Lo que pasó a continuación fue que su Madrid se partió, perdió el centro del campo -por lo tanto a Kroos- y ayudó a Trigueros a protagonizar un cuarto de hora de categoría excelsa. El Villarreal dista bastante de ser el rival ideal contra el que partirse. Sabe alternar jugadas profundas -muy bien defendidas por el Real- con posesiones más horizontales -no tan bien contrarrestadas-, y dominó la escena en una etapa clave del choque. La propia inercia del Bernabéu, unida al fantástico momento físico que atraviesa su plantilla, volvió a girar el timón inclinando la cancha contra Asenjo en los últimos minutos. De nuevo pudo marcar el Madrid, pero, más allá de su carencia de ritmo en el primer tiempo o los fallos de Ancelotti en el segundo, sencillamente no era el día de los merengues.
Iker 2 marzo, 2015
El partido de ayer de Lucas Silva fue malísimo. Si lo que hizo ayer lo hace Illarramendi le caen palos por todos los lados. Y el cambio de Isco por Illarra fue el que evitó que el Madrid perdiese el partido, como admitió el propio Marcelino. Pero como decir que Illarramendi hace algo bien es casi delito, pues no se dirá nada en ningún sitio. Se está siendo tremendamente injusto con Illarra.