“Traigan vino, que copas sobran”. Bandera que se colgaba de la vieja visera del estadio de Independiente de Avellaneda.
Luis Cirulli, la persona que le llevó a las inferiores del Belgrano de Zárate, describió el sentimiento de Ricardo Bochini por el fútbol como «una obsesión». El chico jugaba de la mañana a la noche y, cuando no quedaba ningún otro muchacho, jugaba él solo contra la pared. Cada sábado, cuando ya había terminado su partido, hacia guardia esperando por si faltaba algún futbolista en el resto de los encuentros a disputar. Si se daba el caso y le preguntaban que si le apetecía entrar, ni se lo pensaba; pudiendo llegar a disputar tres partidos consecutivos sin mostrar síntomas de hartazgo por la pelota.
San Lorenzo, el club de su infancia, fue el primero en desecharlo.
La familia de Bochini era hincha de San Lorenzo y, puesto que el chico (15 años) jugaba bien y sentía pasión, se animaron a intentar que probase por su club de toda la vida. A través de un conocido bien relacionado obtuvieron una carta de recomendación para Diego García, la persona encargada entonces de las divisiones inferiores de los cuervos. Provistos de tal documento, padre e hijo acudieron a las instalaciones expectantes de lo que, en teoría, parecía una gran oportunidad. El portero les indicó que esperasen a Don Diego en la puerta de entrada, pero por cosas del destino este entró por otra distinta, y a partir de ahí se inicio una comedia de equívocos. Los empleados del club les tuvieron tres horas circulando de puerta en puerta, pero sin llegar nunca a encontrarse con Diego García. Al final se hizo de noche y tuvieron que volverse a su ciudad con un enfado tremendo.
Bernardo Gandulla (Boca Jrs) también rechazó al joven Bochini.
Meses después probarían en La Candela, el que fuera terreno para entrenamientos propiedad de Boca Juniors, y una vez más acudieronBoca apenas le concedió 20 min. a la cita pertrechados con una nota de recomendación. El mismísimo presidente del club xeneize, don Alberto J. Armando, les había escrito una carta por mediación del padrino de la tía del Bocha, con quien se ve que tenía algún tipo de relación. Gracias a este valioso salvoconducto pudo, al menos, llegar a vestirse de corto y ponerse a prueba, si bien apenas fueron 20 minutos en la cancha. Había muchos otros muchachos examinándose, así que le sacaron pronto y Bernardo Gandulla le dijo a su tío que «debía rendir mucho más y que era muy flaquito». Segundo intento y segunda decepción para el joven Richard.
La tercera y última ocasión probó con Independiente, recomendado por Ataúlfo Sánchez, antiguo arquero de Racing, y esta vez elA la tercera, la buena: El Rojo encargado de pasarle prueba, Nito Veiga, si se interesó por él. El Bocha permaneció un mayor tiempo jugando y hasta pudo tirar un penal, lo que le permitió quedar enrolado en la 7ª división del equipo Rojo (1971). Acudía al club los martes, jueves y sábados, tres veces por semana, y en horario de tarde. El trayecto le suponía unas cuatro o cinco horas de ir y otras tantas de volver, tiempo que además debía pasar sin comer puesto que el presupuesto se consumía en los cinco billetes distintos que requería cada viaje. Pero ni siquiera en estas duras condiciones se le acababa el hambre de pelota, y si además había campeonato nocturno en su ciudad también lo jugaba. Sin duda era un loco, un obseso del fútbol, y esto finalmente iba a permitir que le alcanzase la fortuna.
Peucelle lo juntó con Bertoni, su otra mitad, en la nacional juvenil.
A Carlos Peucelle le tocó la tarea de seleccionar (1972), que no entrenar, a un conjunto juvenil para un cuadrangular de selecciones (Argentina, Brasil, Holanda y Portugal) que se iba a celebrar en Cannes a principios de 1973, y Bochini fue de los escogidos pese a no haberse consolidado aun en el primer equipo de Independiente. En aquella nacional se encontró con otro Ricardo, el futuro Daniel Bertoni, proveniente del Quilmes, naciendo así su histórica sociedad, tan rica en títulos que la hinchada llegó a gritar “traigan vino, que copas sobran”.
El primer partido de práctica de la selección juvenil fue en la cancha de River Plate y juntos deslumbraron al entrenador Rubén Bravo. AmbosDe teloneros, a «saboteadores» eran el contrapunto perfecto para el otro, y lo iban a demostrar poco más tarde en su partido de despedida antes de viajar a Francia. Ese día iban a ser los teloneros de un River – San Lorenzo por el título (1972) en la cancha de Vélez Sársfield. Dada la importancia del partido el estadio estaba a reventar, pero Bochini y Bertoni sabotearon a los mayores ofreciendo un recital inolvidable. En la primera pelota del partido se fueron tirando paredes desde medio campo hasta terminar en gol. Acabaron metiendo cinco entre los dos. El público estaba totalmente enloquecido.
Balbuena, ala diestra del Rojo, fue «víctima» de Bochini y Bertoni.
El impacto de aquel juego movilizó a los «teams» de primera por el pase de Bertoni, pero finalmente Independiente se llevó el gato al agua (1973). Así pudieron seguir torturando defensas juntos durante cinco temporadas. La pelota desaparecía de tal manera cuando ambos se movían por la izquierda que el «Mencho» Balbuena, que jugaba en el otro lado, se enfadaba porque jamás la veía. La misma crítica que habían recibido décadas atrás el «Charro» Moreno y el «Maestro» Pedernera cuando conformaron la banda izquierda de River.
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Calameño 5 diciembre, 2014
No podía faltar el bocha un jugadorazo, del que hasta mi viejo me ha hablado de él estando al otro lado de la cordillera y en una zona donde no llegaban muchas noticias de futbo de tal lado, que ganas de haberlo visto jugar en directo
Del futbol más moderno sería una especie de trinidad del 10 el Bocha-Diego-Román de esos que ya casi no existen en Argentina, para que decir en el resto del mundo.
Un saludo Mata, sus artículos deben ser mis preferidos en ecos y vaya que me gustan todos, me alegra que sigan más de estos