«Todos sus futbolistas eran conscientes de cuál era su misión sobre el terreno de juego. La disciplina en las posiciones, la posesión de la pelota como idea básica, el juego de apoyo constantes, el movimiento a dos toques… Y lo hacían todo de una manera tan sencilla como sublime. Me quedaba boquiabierto cuando les veía jugar. Bajo mi punto de vista, hicieron a la perfección todo lo que debería hacer un equipo de fútbol sobre el césped. Hay otras formas de lograrlo pero a mi me gustaba y me gusta aquel modo con el que el Ajax de Van Gaal daba lecciones de fútbol al más pintado», Pep Guardiola.
Louis van Gaal jamás lo ha dudado: «mi ídolo, mi padre futbolístico, siempre ha sido Rinus Michels». Seguramente su afirmación es común en la mayoría de técnicos holandeses que desarrollaron su carrera como futbolistas en los setenta y ochenta, pero en su caso tiene un significado especial porque, en realidad, nunca estuvo a sus órdenes. Mientras Rinus Michels seguía y pulía el enorme talento de un joven Johan Cruyff desde las categorías inferiores del Ajax, Louis se debía conformar con ver los entrenamientos desde la distancia. Alto, habilidoso e inteligente, pero algo lento, se formó como futbolista en el RKSV de Meer, un modesto club amateur de Amsterdam, hasta que sus buenas aptitudes le hicieron recalar con veinte años en el filial de su querido Ajax justo el mismo verano en el que «su padre» ponía rumbo a Barcelona. Louis no había tenido suerte. Y no la tendría. Siempre opacado por las figuras de Johan Cruyff o de Johan Neeskens, van Gaal no llegó a debutar siquiera con el Ajax. Desarrolló su carrera en el Royal Antwerp belga, pasó un año en el Stormvogels Telstar, se consolidó en el Sparta Rotterdam y se retiró en 1987 en el AZ Alkmaar. Como futbolista no convivió con Rinus Michels, no debutó con el equipo del que era aficionado, no logró llegar a la selección y no ganó ningún título, pero el fútbol no se acababa ahí.
Desde antes de su retirada, Louis van Gaal había comenzado a formarse en una idea que siempre le había rondado la cabeza: ser entrenador. O, mejor dicho, ser un gran entrenador. Así, nada más colgar las botas, recaló en las categorías inferiores del AZ. Fue cuestión de meses. Tal era su impacto y magnetismo que pronto se convirtió en el asistente de Hans Eijkenbroek, el técnico del primer equipo. Y ahí no se quedó. Comenzó a cambiar los entrenamientos, a dar pautas tácticas muy concretas, a asumir un gran peso con los futbolistas y a tomar decisiones que, en definitiva, no eran de su competencia. «Incluso nos llegó a decir cómo debíamos organizar nuestras fiestas», recuerdan en Alkmaar. Su carácter autoritario le sacaría de su primer club, pero también le valdría la segunda oportunidad de su vida: volver al Ajax 15 años más tarde.
«Hemos fichado a Van Gaal porque nos gustan las personas arrogantes. El Ajax es también un poco así», comentaba explicando su llegada Ton Harmsen, el entonces presidente de la entidad. Su puesto sería elNadie pudo detener su ascenso como técnico de coordinador de la cantera, pero no de la forma en la que entendemos ahora este rol. Mientras cuidaba su fútbol base y entrenaba al segundo equipo, también ejerció de asistente de técnicos interinos como Spitz Kohn y, poco después, se hizo fijo como ayudante de Leo Beenhakker durante las temporadas 1989-1990 y 1990-1991. En la primera, el Ajax logró frenar parcialmente el tiránico dominio del PSV Eindhoven de Guus Hiddink y Romario, que habían ganado cuatro Eredivisies de forma consecutiva sin que Johan Cruyff o Kurt Linder pudieran evitarlo. Este triunfo, a pesar de no tener su continuación en el segundo año, llevó al Real Madrid a contratar a Leo Beenhakker. El Ajax, sin muchas más opciones, decidió darle el relevo a un Louis van Gaal que, sin una carrera reseñable como jugador ni experiencia como primer técnico en la élite, agradeció la confianza a su particular manera: «Felicidades, has fichado al mejor técnico del mundo». Y muy desencaminado no iba.
En sus seis años como técnico del Ajax de Amsterdam ganaría once títulos.
Acompañado por Gerard van der Lem como ayudante y por Frans Hoek, quien todavía sigue a su lado, como entrenador de porteros, Louis van Gaal comenzó a implantar sus novedosos métodos de trabajo desde el primer día de entrenamiento. Los resultados no le ayudarían mucho durante aquella temporada 1991-1992, llegando incluso a tener que escuchar de forma constante el «Cruyff, Cruyff» en el De Meer, pero la Copa de la UEFA ganada ante el Torino de Martín Vázquez le dio justo lo único que necesitaba: tiempo. Con el crédito ganado por el triunfo continental, van Gaal podría consolidar una idea que, más allá de la mera pizarra, tenía tres ejes fundamentales: la comunicación, el trabajo físico y la importancia del colectivo.
En ese primer año, el técnico holandés había recibido una plantilla insultantemente joven que promediaba poco más de 22 años de edad. Algunos futbolistas ya habían estado a las órdenes de un técnico tan influyente como Johan Cruyff (Danny Blind, Johnny van’t Schip o Dennis Bergkamp), pero la mayoría aún necesitabanVan Gaal involucró al equipo en su propia idea a través del diálogo formarse, aprender y competir (Frank de Boer, Michael Reiziger o Edwin van der Sar). A todos estos nombres, por supuesto, habría que sumarle los canteranos que Louis iría promocionando (Clarence Seedorf o Edgar Davids) y los jóvenes talentos que irían llegando al club en forma de traspaso (Marc Overmars o Jari Litmanen) entre 1991 y 1992. Es decir, por lo general, Louis tenía un terreno en perfectas condiciones para ser abonado por su manera de entender el juego. Para ello, lo primero era involucrarles en su idea. Necesitaba que actuasen, pensasen y obrasen como él, así que fomentó la comunicación en todas las direcciones. En «Coaching Philosophies of Louis Van Gaal & the Ajax Coaches, el holandés explica como los lunes amplió las sesiones de tratamiento médico porque «ésta era una de las ocasiones en las que los jugadores hablaban entre sí de forma espontánea». En los siguientes días, en las charlas sobre lo sucedido en el partido previo, el peso recaía en el cuerpo técnico, pero ese no era el objetivo. Los jugadores debían pensar, participar y dar su punto de vista, cosa que no tardarían demasiado en hacer. Para van Gaal, toda sesión de entrenamiento es una forma de comunicación. «Los ejercicios en sí no son tan importantes, es más una cuestión de lo que haces con ellos. Por eso a menudo me detengo en determinados juegos para desafiar a los jugadores a pensar en los problemas futbolísticos a los que se enfrentan», explica. Una interacción que, como él mismo reconoce, había aprendido a dominar gracias a los once años que había pasado como profesor de gimnasia mientras, a la vez, se intentaba hacer paso como futbolista profesional.
Esta formación en el ámbito de la educación física llevó a Louis van Gaal a tener su propia concepción de lo que debía ser un correcto entrenamiento en un equipo de fútbol. Un aspecto no menor, por más que en más de una ocasión dijera que «correr es para los animales». Y es que, para él, estar en forma no era sólo una cuestión física. «¿Qué es más importante: que tus jugadores estén mentalmente sanos o simplemente garantizar que estén en buenas condiciones?», se preguntaba en su libro. Evidentemente, la respuesta está implícita en la pregunta, pero por si había dudas lo confirmaba con otra de sus frases: «El cuerpo no es tan fuerte como el espíritu». Partiendo de esta premisa, en este plano también cambió la forma en la que entrenaba el club. Sus sesiones se basaban en ejercicios de breves intervalos de tiempo y esfuerzo, que eran más gratificantes para sus jugadores que los largos y tediosos ejercicios que realizaban para mejorar su fondo físico. Él se basaba en su propia experiencia como jugador: «Recuerdo mis días como jugador. Yo estaba siempre en la parte trasera cuando hacíamos el entrenamiento de resistencia e, incluso en un buen día, tan sólo podía mantener el ritmo. En el campo, sin embargo, solía correr más que otros jugadores».
El tercer pilar de su filosofía, quizás el más importante, era la concepción del fútbol como un deporte innegociablemente colectivo. «Es importante que cada jugador sepa lo que los demás pueden y no pueden hacer. Tienen que descubrir las cualidades de los otros y esto, automáticamente, lleva a un buenAunque tardó en calar, el «team building» de van Gaal fue un éxito entendimiento mutuo, que es la base para conseguir buenos resultados. Todos los jugadores tienen que aprender a poner el equipo por delante de sí mismos», reflexionaba. En Amsterdam, Louis van Gaal introdujo el término «team-building» como parte fundamental del futuro del equipo. En principio, los malos resultados llevaron a que los periodistas se mofaran de su mensaje y de los ejercicios que utilizaba para transmitirlo, pero estos pronto tendrían un efecto más que positivo en el vestuario. Y, como mejor muestra, Louis van Gaal cuenta una anécdota con su delantero John van Loen antes de un importante partido ante el Gent. «Cuando le pregunté qué sistema debíamos utilizar para enfrentarnos al sólido equipo belga, John me respondió: ‘4-3-3, entrenador’. Él sabía perfectamente que, de jugar con ese dibujo, no sería titular, pero era un momento importante y John puso por delante el interés del equipo». En el verano de 1993, tras únicamente ganar la KNVB Cup en una temporada en la que el Ajax sólo jugó bien a rachas, el «team-building» se haría más necesario que nunca. Dennis Bergkamp, la gran estrella del Ajax, máximo goleador de la Eredivisie y mejor jugador de la misma por segundo año consecutivo, cambiaba Amsterdam por Milan en un traspaso histórico (1.500 millones de pesetas de la época) que también involucraba a Wim Jonk.
Aunque suene paradójico, con la marcha de su mejor jugador llegó la explosión de su Ajax.
«El sistema es sagrado. Todos los jugadores son iguales para van Gaal. Los grandes nombres no existen para él, y todo está subordinado al equipo y al sistema. Su sistema», revelaba Bergkamp en unas palabras que así dichas suenan mucho mejor de lo que, en teoría, era su intención. Sea como fuere, Louis demostró que su otrora estrella tenía toda la razón. Su respuesta, más allá de los fichajes de Nwankwo Kanú (16) y Finidi George (22) procedentes de la liga nigeriana, fue reforzar todavía más el funcionamiento colectivo del equipo. El gol se diversificó, la importancia de los secundarios creció y, por si fuera poco, apareció Jari Litmanen. La idea inicial de Louis van Gaal era que Dan Petersen, un joven danés de 21 años que había llegado en 1991, fuera quien ocupara el puesto en el once del virtuoso holandés, pero éste sufrió una grave lesión y la responsabilidad recayó en Jari. Curiosamente, un año antes había estado cerca de regresar a casa tras un mal primer entrenamiento, pero Gerard van der Lem convenció a van Gaal de darle una oportunidad. Jugaría poco, pero se quedó. Y, cuando jugó mucho, la rompió. Con el «10» a la espalda y el «9» en las botas, Litmanen demostró ser un futbolista capaz de pararse, asociarse, asistir, llegar y golear. Era la bomba. Y el Ajax estaba a punto de explotar. Sólo quedaban tres piezas por terminar de encajar.
En aquella temporada 93-94, Louis van Gaal conquistó su primera Eredivisie con Litmanen como máximo goleador de la competición (26, como Bergkamp), pero ésta no fue la única noticia positiva que recibió el entrenador ajacied. Frank Rijkaard, queKluivert potenció las llegadas al área rival de los centrocampistas había regresado de su lustro en Milan, fue clave en el despegue del famoso 3-4-3 (o 3-1-3-3 o 2-3-2-3, según el matiz que se le de), ejerciendo de sostén y timón desde el puesto de mediocentro. Un dibujo que vivió su consolidación final en el curso 94-95 con otros dos nombres propios: Clarence Seedorf y Patrick Kluivert. El primero, que ya llevaba tres años aprendiendo, dio un paso adelante en su juego, convirtiéndose en insustituible al aportar dinamismo y calidad en la medular. En el caso del punta, con sólo 19 años subió al primer equipo para quedarse. Anotó 10 goles en sus 9 primeros partidos, le quito el puesto a Peter van Vossen, jugó como los ángeles y comenzó a mostrarse como un complemento perfecto para un equipo en el que los centrocampistas llegaban como diablos. Las cifras goleadoras de Rijkaard (2), Davids (5), Ronald de Boer (5), Seedorf (6) y Litmanen (17) en la Eredivisie del 95, la cual volvieron a ganar sin perder ningún partido, reflejaban que el equipo ya funcionaba como un reloj puesto en hora. «El Ajax no sólo es el equipo de los noventa, sino que, además, acercaron el fútbol a la utopía. Su concepto del juego era exquisito, pero también tenían una gran superioridad física. A la vez eran la Bella y la Bestia», decía un Jorge Valdano que les sufrió como entrenador del Real Madrid. Y tenía razón.
«Yo pretendo decidir cómo juega el rival, no que el contrario decida dónde y cómo tenemos que jugar nosotros», comentaba Louis. Desde esta idea propositiva, ofensiva y agresiva de entender el fútbol, el Ajax de Amsterdam levantó su cuarta Copa de Europa tras ganar por tercera vez al Milan de Fabio Capello. Le había derrotado en los dos partidos de laSu triunfo ante el Milan les coronó cómo el mejor equipo del mundo fase de grupos (2-0 & 0-2), había superado al Hajduk Split (3-0 global) en cuartos, al Bayern Munich (5-2 global) en semifinales y, finalmente, había vuelto a ganar al gran campeón italiano por 1-0 en el Ernst Happel vienés. Fue una actuación impresionante e impactante. Sin mácula. Van Gaal había construido el mejor equipo del mundo. Ganaba, enamoraba y revolucionaba. Con su 1-3-4-3, pues Louis siempre comienza nombrando al portero porque lo considera un jugador más, el Ajax buscaba dominar desde que, precisamente, tenía el balón Edwin van der Sar. Con él, Blind adelantaba su posición dejando atrás a Reiziger y Frank de Boer para unirse a Rijkaard, Davids, Seedorf o Ronald de Boer en la medular. Lo normal es que de estos cuatro jugasen tres, cayéndose por regla general Edgar Davids, pero Louis manejaba una alternativa con los cuatro y con Litmanen en punta, disposición que, de hecho, utilizó en la gran final. Insustituibles eran Overmars y Finidi, fijando bien fuera para dar espacio a Litmanen y Kluivert. Siempre había espacio para llegar y siempre había líneas de pase para asociarse. «Cuantos mas triángulos tengas en tu sistema, más sencillo será jugar porque los jugadores sin pensar ya están en la posición», reflexionaba un van Gaal cada vez más cerca de demostrar que podía ser el mejor entrenador del mundo. La importancia de las transiciones, la figura de Kluivert como poste y el ordenado trabajo colectivo sin balón terminaban por definir a un equipo que, como relataba la crónica de El País, «demostró que su fútbol no era sólo palabrería» ante el gran equipo de la época. Por tercera vez.
El gran Ajax duró relativamente poco, pese a repetir final en la Copa de Europa de 1996.
Sin embargo, su puesto hegemónico como líder del fútbol mundial no duró más que doce meses. Ya sin Frank Rijkaard (retirado) y sin Clarence Seedorf (en la Sampdoria), la temporada 1995-1996 comenzó en la misma tónica brillante y triunfal con la que había acabado la anterior. Ganaron la Supercopa de Europa al Real Zaragoza de Víctor Fernández (1-1 & 4-0), iniciaron su tercer triunfo en la Eredivisie con nueve victorias en nueve partidos (29 goles a favor, 0 en contra), salieron aplaudidos del Santiago Bernabéu en Copa de Europa (0-2) y vencieron en penaltis al Gremio de Luiz Felipe Scolari en la Copa Intercontinental. Era el equipo de moda. El equipo de todos. Por cada campo que visitaba sembraba una extraña sensación entre el terror y la admiración que lo hacían único. «El Ajax no es invencible, lo que pasa es que el Ajax nunca pierde», titulaba el Nieuwe Revu. Los goles, los destellos, las victorias y los elogios se prolongaron hasta llegar a su segunda final de Copa de Europa. Antes habían ganado su grupo, derrotado al Dortmund (3-0 global) en cuartos y al Panathinaikos (3-1 global) en semifinales. Y allí esperaba la Juventus de Marcello Lippi. Aún contando con la baja por lesión de Overmars -entró Musampa-, las molestias de Kluivert -entró Kanú- y la pérdida de calidad tras las dos marchas estivales, el equipo holandés era el indudable y gran favorito para levantar la Orejona. Louis, en este curso, venía alineando un 4-3-3 tramposo, pues con balón Blind o Frank seguían adelantando su posición para formar una línea de cuatro en el centro del campo, pero la Juventus colapsó por completo el juego ajacied. No quedó ni rastro de todo lo que había exhibido durante la temporada. El balón no estaba cómo ni dónde quería el entrenador holandés, sino cómo había dispuesto el estratega italiano. El gol de Ravanelli obtuvo la pronta respuesta de Litmanen, pero nadie pudo evitar los penaltis. Y ahí, desde el punto fatídico, desde los once metros, el gran Ajax de Louis van Gaal se acabó.
No sólo fue la derrota, sino lo que sucedería en el verano de 1996. Es decir, el verano de Jean-Marc Bosman. Las fronteras se abrieron y, casi veinte años más tarde, el fútbol holandés no se ha repuesto. Finidi George se fue por 1.000 millones al Betis, Nwankwo Kanú se marchó al Inter por una cantidad similar, Sonny Silooy partió a Alemania y, de una tacada, el Milan firmó libres a Edgar Davids y Michael Reiziger. En dos meses, van Gaal había perdido a cinco de sus titulares en la pasada final. Y se notó. Ni en la Eredivisie, donde quedó rápidamente descolgado, ni en la Copa de Europa, pese a llegar a semifinales, donde fue arrasado por la Juventus de Zidane (2-6 global), el Ajax volvió a mostrar su juego vistoso, alegre y potente con el que había marcado para siempre a una generación de aficionados al fútbol. Nadie podría olvidarles.
Era el final. El de todos como conjunto y el del Ajax como súperpotencia europea. En la despedida del gran protagonista de esta historia, ya anunciada oficiosamente con meses de antelación, no faltó de nada. Hubo aplausos, elogios, flores y una canción titulada «Number One». Sin duda, Louis van Gaal lo había cumplido.
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LR. 18 julio, 2014
Extraordinario trabajo, Quintana. De verdad. Esta serie es periodismo del bueno. Entre lo que hizo este verano o, mejor dicho, desde 2010 con Holanda – eso que cuenta en ese fascinante video de YouTube – y lo que comienza ahora con el United, Van Gaal 2014 es una realidad lo suficientemente compleja, densa, como para entenderla sin la base de lo que fue Van Gaal en las dos décadas precedentes.
Gracias.
El Ajax de Van Gaal es un poco como el The Wire del fútbol: moderno pero clásico, admirado y alabado pero también con mucho prestigio retroactivo. Cuando emergió el Ajax de Van Gaal, el fútbol todavía quería "parecerse al Milan de Sacchi". Naturalmente, esa clase de influencias se toman su tiempo para manifestarse plenamente, y cuando finalmente lo hacen pues se suscita una especie de redescubrimiento generalizado, cultural.
Todavía en 2014 el Ajax de Van Gaal agradece toda clase de revisión. La merece.
En retrospectiva, ¿Cuál equipo es el heredero natural de aquello? ¿El Barça de Guardiola?