Las últimas gotas de sol caían moribundas sobre Da Luz, ahuyentando las serenas sombras que dormían en el césped, como si el estruendo de ilusión proveniente de las gradas fuese el suave susurro de una canción de cuna. Marcó el reloj la hora y el balón estrellado salió al ruedo sabiéndose juez en la corte de la historia. Madrid dividida estaba en trance y quién sabe si ya han despertado. Hay partidos que no se acaban nunca; los goles de este Real-Atlético retumbarán para siempre como ecos en el tiempo.
Atlético y Real Madrid dejaron una gran final para el recuerdo
Si el Real Madrid era el equipo con nueve Copas de Europa en sus vitrinas, no se notó. El miedo se les había metido por la boca, como un beso pasional desesperado, y les había entumecido hasta los sueños. El Atlético, impávido incluso después de que el lagarto rey saliera en el amanecerEl Atleti salió casi sin miedo del juego, congeló las ideas del Madrid con el fuego vital de su entusiasmo y ambición. No eran once hombres sino millones de corazones que empujaban los cuerpos de sus guerreros hacia esfuerzos imposibles. La voracidad atlética llenó de emotividad un partido dominado por ataques inocuos. Sólo un error de Tiago perturbó la ensordecedora avalancha atlética que robaba balones con sólo dirigir su voluntad y permitió al Madrid asomar la vista a la décima; sin embargo, Gareth Bale, esclavo de su leyenda en entredicho, no pudo nunca girar el tobillo y golpear con orgullo a la pelota por culpa de los grilletes que encadenaban sus pies.
Lo que ocurrió después llenó de polvo las copas de Di Stéfano, Gento y Raúl. De la nada, Diego Godín erradicó la intachable lista mitológica que Iker Casillas esculpió en finales durante toda su carrera. El fútbol es un deporte cruel que no perdona la decadencia de sus hombres de oro y los pone en evidencia, casi como burlándose su actualidad funesta, en los momentos más solemnes. El héroe de la novena se convertía en el villano de la décima. ¿Acaso puede haber suerte más desdichada para un hombre? El grito a una sola voz de treinta mil hinchas silenció al Real. Sólo un hombre resistió el golpe: Sergio Ramos, caudillo heterodoxo, invitó a su afición a animar con más vigor que nunca, vaticinio simbólico de lo que pasaría en el último soplo del partido.
El fallo de Iker dolió a todos menos a Ramos. Él nunca duda
Entonces entramos en el Imperio Gabi. Si Diego Simeone es el adalid de lo que es el Atlético de Madrid, Gabi es el escudo, la lanza y la armadura. Su tesón sobrehumano cautivó el encuentro. Lo agarró entre sus manos y lo guardó en el bolsillo. Era amo y señor de lo que pasaba; sangre en las venas del fútbol. Su presencia y sus ganas contagiaron a todos: a los de siempre y a los inesperados. Durante casi una hora, Adrián y Villa fueron dos héroes disfrazados de ladrones, robándole segundos a la vida cuando tenían el balón; cuando no, corrían más con el alma que con las piernas a defender con fiereza en su campo.
¿Dónde estaba el Real Madrid altivo y arrollador de Munich? No estaba en las botas de Isco o Marcelo, tampoco en su tímida afición. ¿Estaba en el traje y el sufrimiento del conmovedor Xabi Alonso? En ninguno de los noventa minutos iniciales pudieron ser lo que son y lo que han sido. Esa última media hora fue una tortura para losEl Madrid no se encontraba blancos. La vehemencia de un Atlético que sentía latido a latido el momento más noble de su historia aproximarse erizaba la piel. El ‘Cholo’ hacía de director de orquesta de su afición y los jugadores entregaban la vida en el verde. La fábula tenía un poder semántico y seductor superlativo. Con los sentimientos a flor de piel y con el cuerpo en horas extras, los rojiblancos se prepararon para resistir la arremetida última. Miranda y Godín, que lo habían rechazado todo, cerraron los resquicios restantes de la utopía merengue: cuando Isco hizo un control en el área de elegido, el central uruguayo bloqueó con su humanidad el disparo del andaluz como quién salva a su madre de una bala. Tenía que estar escrito en el destino que el Atleti ganaría.
La resistencia colchonera volvió a emocionar una noche más
Los segundos que faltaban eran una eternidad. El pulso de la afición Atlética se había acelerado y con el corazón en el puño esperaban el pitido liberador mientras todos los protocolos se perdían. El estupor recorría la afición de al frente, que ya no sabía a qué dios rezar por el gol del empate. Habían perdido la esperanza; habían olvidado que su club era el Real Madrid. Sergio Ramos no. Como un titán se elevó impulsado por el escudo y marcó el gol que siempre anota el Real Madrid, abanderado de una grandeza única. Locura. El más bello de los deportes sacó lo mejor de sí y desnudó a sus hombres: llantos, risas, gritos de redención y Diego Simeone corriendo para no dejar decaer a los devotos que no habían parado de cantarle a su equipo.
El fin del segundo tiempo dio paso a un Simeone rebosado por la situación. Su enojo por los cinco minutos de adición se hizo sentir en sus reclamos al árbitro y en su efusiva arenga a jugadores y afición para que no bajaran la mirada. Del otro lado, Sergio Ramos, capitán de facto, abrazaba a cada uno de sus compañeros y les inyectaba el pundonor y la enjundia que lleva por dentro el Real Madrid. La prórroga, sádica condena, rompe al ser humano y lo reduce a un suspiro de coraje y voluntad. A puro corazón jugaron veinte minutos más en un espectáculo que debió tocar las fibras sensibles de todos. Acalambrados, cojeando, temblando y sin aire, veintidós tipos enaltecieron el significado cultural y estético del fútbol.
La prórroga ofreció los clásicos momentos de épica y magia
A falta de diez minutos, Di María olvidó que es un mortal y violando las leyes de la naturaleza corrió como ninguno otro podría hacerlo a esa altura. Su remate, que fue rechazado por el impecable Courtois, cayó en la humanidad de Bale que se quitó sus cadenas con un gol inmortal. El rugido de liberación del galés fue el bramido de un club que nunca se da por muerto. De todas las tradiciones que salvaguardan las grandes instituciones, es esta, y no otra, la que tiene el vínculo más estrecho con la naturaleza del hombre y su pasión por vivir.
De ahí en adelante, los hombres de cuerpos rotos por el abrumador cansancio se despojaron de ataduras y dejaron salir todas las emociones que, durante cinco años de travesía, habían acumulado hasta la enfermedad. Los abrazos en medio del partido fueron reflejo de lo aplazado del festejo. Las lágrimas de Marcelo y Di María eternizaron el sentir de millones de personas en todo el mundo. La celebración de Cristiano con el cuarto gol fue un homenaje a su lucha y tenacidad; respuesta de su sobrecogedor sentido de la responsabilidad que lo hizo soltar a todo pulmón una desbordada muestra de emoción pura y limpia. La carrera desaforada de Xabi Alonso para ir a compartir con sus compañeros, sus amigos, el premio de una vida puso el punto final a una cadena de reacciones de inmaculada felicidad.
Y el Atlético acongojado dignificó la profesión. Los aplausos del equipo a su afición, y viceversa, le dan un valor más grande a su fantástica temporada. Nunca un gol dolió tanto como el de Bale, pero nunca hubo un equipo tan honorable. La final de la Champions estuvo a la altura de su leyenda. Sus protagonistas nos conectaron con nuestra esencia y los valores que la conforman. Un partido tan sublime que no dio lugar a la tristeza y que ya es nuestro para siempre.
¡Larga vida a la Copa de Europa!
SantiF 25 mayo, 2014
Al fin me he decidido a escribir en esta comunidad que sigo día a día.
Lo primero, felicidades por el trabajo realizado en la previa de esta gran final.
El gran Casillas mantiene su puntualidad, aparece para cometer un error, pero sigue siendo el que alza la Copa para su afición.
Me sorprendió la salida de Diego Costa y su cambio. El conceder un cambio en el minuto 10, al igual que en la final del Camp Nou, y pudiendo ser un partido de 120 minutos me pareció una concesión grande en un partido que se preveía tan igualado.
Del resto, Bale ha puesto su nombre en los dos títulos del Madrid y Ramos… lo de Ramos cuando está centrado al 100% no tiene nombre. Es capaz de hacer de Ramos y por momentos de Alonso (imágenes preciosas las suyas sufriendo en el palco) o incluso de Benzema si se lo propone.
Gracias @Ecos por hablar de fútbol y nada más y gracias Champions por estos partidos finales de esta temporada.