Quedaron 4-4 y el Sevilla ganó en los penaltis. No fue así, es verdad, pero sólo asimilándolo de tal manera tendremos la opción de recordar la Final de Turín como lo que fue, un espectáculo repleto de secuencias súper divertidas obradas por futbolistas inspirados. Si el 0-0 se instaura en nuestra memoria, borrará la realidad del juego, aunque también es cierto que ayudará a rendir homenaje a cuatro centrales que firmaron una noche de otra esfera. Luisao, Garay, Fazio y, por encima de todos, Nico Pareja lograron blindar a sus porteros pese a que durante muchos minutos combatieron solos. Administraron con maestría situaciones de seis para dos una y otra vez hasta que desaparecieron por decisión del crono. Tras ese octavo pitido del árbitro, Beto y Oblak se quedaron sin escudos y cara a cara, y Beto ganó para el club de las UEFAs su tercer título en una década. El Sevilla se transforma cuando ve una copa cerca, algo en su código genético se activa y le provee de fuerza, resistencia, precisión y suerte como a pocas instituciones más. Se tardó poco en descubrir que anoche no sería diferente. Que le pregunten a Sulejmani, por ejemplo.
Sulejmani tuvo un inicio brutal contra AlbertoCometió la imprudencia de amenazar el triunfo sevillista y el trofeo se lo quitó de en medio a las primeras de cambio. El ex-Ajax, tercera opción de Jorge Jesus para la posición de extremo derecho, saltó al campo, analizó el choque y descubrió que Alberto Moreno se había mareado entre tanto foco. Y fue a por él, más con alejamientos que con acercamientos. La debilidad del canterano causaba daño especial porque atentaba contra la idea de su equipo. Emery, de partida, seguramente buscó un encuentro cerrado, de cero errores y pocas ocasiones que quedó obsoleto ante el nerviosismo del zurdo, cuyo mal control del espacio provocó una tarjeta para él y otra para un compañero. La lesión de Sulejami fue suplida ingresando a Almeida y adelantando a Maxi Pereira, que al ser más un futbolista de recibir que de ir al hueco, relajó a Alberto y alivió al Sevilla. Entonces empezaron a emerger Lima y Rakitic con más poso para darle al partido un nuevo rumbo. Todo estaba más sujeto, sin ser el colmo de la solidez. Apenas se desquebrajaba con la agresividad de Rodrigo o la magia de Ivan, y luego los centrales apagaban el fuego.
En cuanto aparecieron los espacios, Rakitic subió un peldaño su posición y dos su nivel futbolístico.
El segundo tiempo careció de estructuras -no de esfuerzos-. Quizás el Sevilla siguió esperando un poco más y viceversa, pero a los de Emery se les notó que nacieron para transitar y a los de Jorge Jesus que les faltaban Fejsa y Enzo Pérez. Aunque André Gomes dejó detalles de calidad -alguno de ellos más innecesario de la cuenta-, se vio claro que no tiene ni continuidad ni sabiduría para darle a un ataque como el del Benfica una coherencia y una pauta fija, que es lo que hace, sobre todo, el mediocentro serbio, aunque sus pintas digan otra cosa. Y evidentemente, en ese otro contexto, Rakitic tomó un papel de protagonista de excepción. El croata posee técnica para lo que quiera, pero, al menos a día de hoy, entre su versión contragolpeadora y la estática hay tres saltos de calidad. Rakitic como lanzador de contragolpes es, simplemente, uno de los tres-cuatro mayores especialistas del momento. Con la Final rota, cada uno de sus controles orientados, conducciones cortas o pases entre líneas crearon una ocasión. No se le puede permitir contraatacar. Ivan está en ese punto. Si corre, su equipo suele ganar. En este caso solo empató porque Bacca y Vitolo fallaron y por la calidad táctica del triángulo defensivo lisboeta: Garay, Luisao y Oblak.
Su equipo no se lo puso fácil, estaba roto por el centro, pero Pareja completó la noche de su vida.
En cuanto a los ataques del SL Benfica, que durante casi toda la noche fueron más en número que los del Sevilla, se debe apuntar que la cojera les hizo daño. Siqueira y Gaitán producían, tuvieron muchísima más presencia que los del otro lado, pero Coke estaba cerrando más y mejor su zona que Alberto Moreno y lo que allí nacía lucía menos peligroso. Lo jugoso se daba en pequeñas transiciones o en recepciones por dentro de Lima y Rodrigo, que sin ser nada virtuosistas y demostrando incluso en un notable partido por su parte que se quedan un poquito cortos contras los mejores, ofrecieron soluciones a sus compañeros. Las suficientes como para constatar que Fazio sería una roca en su área y donde se le pidiera y que Nico Pareja estaba para inmortalizar el gran momento de su carrera deportiva. Despejes, anticipaciones, cortes en banda, tackles en última línea y hasta un gol salvado bajo palos fue el desglose de su épica actuación; la que terminó de convencer al título de lo a gusto que iba a vivir en la sala de trofeos del club de Nervión. La tanda de penaltis no pudo resultar más tajante. Cada lanzamiento del Sevilla era imparable. Pero imparable. Como parece ser esta camisa cada vez que uno de los espectadores de sus partidos está hecho de metal.
Salva 15 mayo, 2014
Me alegro por Emery. Ya le tocaba.