Hubo un momento, allá por enero, en el que parecía que la filosofía del Rayo 2013-2014 se había vuelto extrema. Aunque los resultados nunca fueron nefastos y los madrileños seguían en la lucha, por Vallecas se estaban contemplando escenas medio inexplicables. El Villarreal, por ejemplo, había sido capaz de ponerse 0-2 en menos de un cuarto de hora casi sin hacer nada para lograrlo. Pero lo peor quizás fue la visita del Atlético de Madrid. Aquella tarde el Rayo se exprimió a sí mismo y comenzó a decir basta.
El Rayo ha cambiado menos de lo que parece. Solo se hizo lógico
Habían transcurrido apenas ocho minutos de juego y sucedió hasta dos veces. Simeone, consciente del plan para forzar el fallo de su rival, había colocado con gran inteligencia a sus hombres. Villa y Costa, los delanteros, teníanEl 0-1 de Villa, punto y aparte que forzar a Rubén (portero) a entregársela a Baena, que ese día actuaba como mediocentro. Como el Rayo sentía obsesión por salir por dentro, los extremos colchoneros debían ayudar contra los laterales. De esta manera, el balón siempre volvería al citado Baena, al que habría que presionar cuando no tuviera opción de soltarla. Así, el Rayo perdió dos pelotas decisivas en un santiamén. La segunda, culminada con el gol de Villa, iba a ser una herida imposible de ocultar.
Semanas antes, Paco Jémez había expuesto en rueda de prensa un concepto interesante. “No me importa el error de ejecución. Dar un pase y fallarlo. Eso es normal. Me preocupan más los errores de elección, cuando elegimos mal el pase que tenemos que dar”. Todo es opinable en fútbol pero si se repasan las pifias del día del Atleti encontramos más carencias tácticas que técnicas. Cuando Baena recibe, la pérdida es una enorme posibilidad siempre, por más que el catalán no sea un especialista (lo que, por otro lado, aumenta el riesgo). Ahora bien, ¿ha cambiado tanto el Rayo desde aquellos días?
Larrivey diversificó al Rayo de Jémez pero no lo ha modificado
Pues la verdad, no. El Rayo de Paco ha seguido jugando a lo mismo. Ciertas apariciones, como la de Zé Castro, Rochina o el subidón de Falque han aportado, pero el principal cambio se ha localizado en el uso del “9” argentino, Joaquín Larrivey. El Rayo en ningún momento ha construido un sistema alrededor de su tanque sino que se ha agarrado a él cuando su peligrosa salida de balón activaba las alarmas. El Rayo sigue bajando al mediocentro, continúa abriendo a los centrales y se siguen produciendo pases por dentro que asustan a propios y extraños. Sin embargo, cuando la amenaza de la pérdida es alta, los vallecanos sí que miran arriba. Ninguno de los mediapuntas realiza un trabajo específico a la hora de recoger segundas jugadas porque los franjirrojos, insistimos, no juegan para Larrivey. El Rayo se ha salvado siendo el Rayo. Joaquín solo contribuyó a que los oponentes perdieran la fe en que la presión alta era victoria segura. Que no es poco.
vi23 13 mayo, 2014
Y, señores, hay que sacarse el sombrero con Jémez. Dos años seguidos salvando con un margen de varias jornadas al equipo con menor presupuesto de la liga.
Y jugando al fútbol como los ángeles. Hay partidos del Rayo que son puro caviar.
Es un milagro