1-HERIDA E IDENTIDAD.
“Cuando era pequeño se burlaban de mí y me escondía a llorar en un rincón. Pero eso me ha endurecido y me ha ayudado en la vida. Jamás me haré la cirugía estética porque dejaría de ser yo”, Frank Ribéry.
Prudente en su regreso a casa tras tantas aventuras y penurias, Odiseo prefería pasar inadvertido entre los suyos hasta aclarar cual era la situación de su ansiada Ítaca tras una ausencia de veinte años. Sin embargo, ni siquiera la legendaria astucia del héroe aqueo podía ocultar su condición de elegido, y mucho menos ante la sabiduría de su vieja nodriza. Prácticamente sorda y ciega, Euriclea se dispuso a lavar los pies del forastero recién llegado y descubrió entonces, al tacto de sus manos videntes, la vieja cicatriz que un furioso jabalí había inscrito en el muslo de su monarca -que no es una herida cualquiera sino terrible, causa de la muerte de incontables personajes en lo largo y ancho de la historia y el mito- cuando este era todavía un príncipe adolescente señalado por un brillante destino.
El magistral pasaje homérico fascinó al filólogo Erich Auerbach, que dedicó uno de los capítulos más célebres de su Mímesis a analizar la narración del ataque de la bestia al joven Odiseo como el anticipo de la dimensión heroica del futuro conquistador de Troya. No es el único relato en el que la herida, la tara o el estigma señala al héroe, pues el mito entiende la capacidad de superación como uno de los principales atributos de los individuos escogidos para alzarse por encima de los demás.
Desde que un terrible accidente de coche acuchilló su rostro de dos años, el relato que acompaña a Frank Ribéry es la épica del héroe marcado desde muy temprano por la singularidad de los elegidos. Como la puñalada que recibió Frodo Bolsón en la Cima de los vientos, la marca que el Innombrable impuso a Harry Potter siendo un bebé y la epilepsia que los autores antiguos atribuyeron a Alejandro Magno y Julio César, la herida del futbolista francés ejerce a su vez de señal y causa de su grandeza sobre el césped.
Hábil constructor de personajes, a principios de los años sesenta el guionista Stan Lee ideó en cuestión de unos pocos meses gran parte de los superhéroes más conocidos de la editorial Marvel, y lo hizo siguiendo la misma receta que luce la caprichosa biografía de Frank Ribéry. Sus héroes eran adolescentes tímidos y apocados, médicos con temblores, justicieros de apariencia monstruosa. Individuos que hallaban en las deficiencias de su naturaleza imperfecta el impulso hacia lo heroico. Y de entre todos ellos ninguno acusaba una dificultad tan rotunda como la de Matt Murdock, cegado siendo un niño por el accidente de un camión que transportaba sustancias radioactivas.
Del mismo modo que la efigie deforme de Hefesto le costó la caída desde el Olimpo, los accidentes de Frank Ribéry y Matt Murdock marcaron de forma decisiva su infancia y la formación de un carácter curado de espantos. Hijos de hogares humildes y barrios severos, ambos niños fueron objeto de las burlas crueles de los demás. Y así como el dios griego aprovechó su destierro en la isla de Lemnos para desarrollar una habilidad inigualable en todas las ramas de la artesanía, el oficio que luego le facilitaría su retorno entre los inmortales, Frank Ribéry y Matt Murdock se descubrieron poderosos afrontando la malicia de los demás y acabaron por asumir como emblema de su personalidad los crueles apodos que les atribuían. Así nacieron el futbolista de la cara cortada y el superhéroe temerario. Scarface y Daredevil.
2-CUERPO Y ESPÍRITU.
“A este nivel nunca había visto un jugador de este carácter. Para mí es un honor ser su entrenador, espero poder ayudarle a ser todavía mejor”, Pep Guardiola.
Los héroes marcados por la cicatriz muestran en su propio cuerpo la evidencia de su mortalidad como recuerdo imperecedero de los límites severos que el destino ha impuesto a sus capacidades. No son individuos corrientes, en tanto que su misión es acercarse a los dioses, pero de entre todos los elegidos son los más cercanos al hombre vulgar.
Cuenta el filólogo Carlos García Gual que “la capacidad de soportar la adversidad, el armarse de astucia, el encontrar los rodeos y vueltas para el triunfo” es lo que caracteriza a Odiseo, un “personaje completo, no sólo valiente y fornido, sino inteligente y mucho más humano que otros héroes”. Como Daredevil en medio de un panteón superheroico atestado de figuras excepcionales, el astuto rey de Ítaca encarna un modelo heroico muy diferente al del guerrero prodigioso bendecido con fuerza sobrehumana, invulnerable y capaz de realizar hazañas colosales. Esa humanidad cautivó a Frank Miller, el guionista más importante en la trayectoria del superhéroe ciego: “pensé que Daredevil era bastante guay porque no podía hacer nada. Es decir: es ciego, no puede volar, su gran poder nace de un impedimento. Así que me intrigaba”.
Matt Murdock no luce más superpoderes que los sentidos aumentados que sustituyen a sus ojos ciegos y tampoco reconocemos en Fran Ribéry condiciones equiparables a las de los grandes elegidos de su época. “Provoqué la expulsión de tres jugadores en dos partidos y estuve presente en dos de los tres goles de Francia. Sé que son detalles que se ven menos, pero no tengo miedo. Tengo confianza. He hecho todo lo que debía hacer”, comentaba el futbolista francés sobre sus candidatura al Balón de Oro frente al poder desbocado de Cristiano Ronaldo y la zurda imposible de Leo Messi.
Los cuerpos de estos héroes callejeros sangran y se agotan, su fuerza tiene límites y hay derrotas que no pueden burlar porque luchan contra dioses. ¿Cómo elevarse a esa altura desde la más rotunda mortalidad? Forjando un valor inquebrantable que no teme a la derrota.
«Puede que no marque tantos goles como Cristiano Ronaldo, pero yo incendio defensas». Si algo caracteriza el fútbol de Frank Ribéry es la presencia: futbolista que ni se esconde ni desaparece, su impacto en el partido no se basa en la imposiciónRibery es una presencia permanente en el juego de una jugada indefendible sino en una ascendencia constante sobre el desarrollo del juego que, como la vigilancia nocturna del superhéroe ciego sobre los bajos fondos de su hogar, nunca admite un rival demasiado poderoso para enfrentarlo. Asesinado por unos sicarios al negarse a hincar la rodilla en un combate amañado, el boxeador de segunda fila Jack “batallador” Murdock legó dos grandes lecciones a su hijo: que las normas deben asegurar la justicia entre semejantes, y por eso Matt Murdock estudió derecho, y que Daredevil nunca debe darse por vencido.
Tan vulnerables como arrojados, los jóvenes Frank Ribéry y Matt Murdock nunca rehuyeron una pelea y su fogosa temeridad agradeció con el tiempo el abrazo de una espiritualidad que sosegara la llama que consumía su alma. Devoto católico en un mundo de protestantes, el justiciero neoyorquino halla en su fe el báculo que lo acompaña en su complicado ascenso hasta el cielo del mismo modo que Frank Ribéry abrazó el Islam porque llevaba “una carrera difícil y estaba determinado a encontrar paz y tranquilidad mental».
3-INFIERNO Y MUERTE.
“A los hombres los dioses los apabullan con largo peregrinaje, e incluso a los reyes los empujan a la miseria”, La Odisea.
Es un principio fundamental del mito que el héroe debe visitar el infierno para regresar cambiado, ya listo para afrontar los mayores retos de su epopeya. La muerte del héroe, a veces literal y a veces metaforizada como un viaje hacia las oscuras profundidades de la tierra, no es otra cosa que una visita al pozo del inconsciente, que es donde mora el mayor enemigo de cualquier individuo: sus propios miedos, aquellos que hay que afrontar para desatar la fuerza que habita en el propio espíritu.
Los grandes héroes clásicos buscaban ese enemigo interior en las cuevas que conducían al inframundo, allí donde Eneas se topó con el desprecio de Dido, a la que había traicionado para escapar de Carthago, y Odiseo descubrió que su larga ausencia había llevado a su madre a la muerte. También Luke Skywalker se internó en una oscura gruta para descubrir que una parte de si mismo habitaba en su mayor enemigo y Aragorn tomó el sendero de los muertos para asumir sobre sus hombros el legado maldito de su linaje. Los futbolistas pasan por “un auténtico infierno” durante la recuperación de una grave lesión y los superhéroes caen y se levantan, dispuestos a luchar de nuevo.
Matt Murdock no fue la mejor ocurrencia de Stan Lee. Por entonces su creatividad ya había dado forma a muchos superhéroes y para terminar de poblar el joven panteón marvelita puso el piloto automático. De este modo Daredevil,Daredevil salía a la luz de forma algo modesta cuyo diseño original -con chaleco negro y mangas amarillas– tampoco fue demasiado afortunado, nació como un simple trasunto de Spider-Man. El justiciero ciego no era un adolescente, pero sus acrobacias y los chascarrillos que amenizaban sus peleas remitían a su modelo arácnido. El personaje fue protagonizando entregas mensuales sin pena ni gloria hasta que su marginal desempeño comercial permitió algo poco habitual: que una serie de superhéroes se convirtiera en una obra de autor. La cabecera fue entregada a un joven Frank Miller, un guionista visceral, con muchas ideas y escaso bagaje, que halló en Daredevil la materia prima ideal para desarrollar un gran contenido. Para hacerlo, no obstante, el héroe debía morir, porque ese personaje que había caído en sus manos no tenía personalidad.
Tampoco la tenía en demasía el joven Frank Ribéry, que alternaba el trabajo de albañil con partidillos en solares y descampados, peleas callejeras y una creciente dependencia del alcohol. Pero el fútbol se le daba bien, y eso le abrió las puertas del fútbol base de Boulogne-sur-mer, iniciando de este modo un tortuoso ascenso hasta la élite futbolística, siempre amenazado por lo conflictivo de un carácter inestable. Muchos clubes presidieron su trayectoria hasta alcanzar la primera división del fútbol francés, siempre a lomos de un talento lo bastante ilusionante como para tenderle una nueva mano tras cada tropiezo, siempre demasiado sometido a sus propios fantasmas como para triunfar.
Carl Jung dejó escrito que “uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”, pues es en la sombra del propio espíritu donde se hallan no sólo las mayores amenazas del individuo sino la posibilidad de enfrentarlas y emerger triunfante del encuentro. Los orígenes humildes, una infancia complicada, grandes traumas y dificultades alimentan las fantasías alrededor de una biografía que, de imponerse a tantas trabas, será contemplada en adelante como un inspirador relato de superación.
4-REGRESO Y CAMBIO.
“La cura fue dolorosa”, Herman Hesse en Demian.
De vestiduras grises y carácter taciturno, Gandalf ya era un héroe extraordinario antes de caer en un oscuro abismo sin fin. Sin embargo, estaba lejos de poder afrontar el gran reto que aguardaba en su camino. Firme en medio del estrecho puente de Moria, se opuso al enemigo descomunal que tanto temía y este le arrastró con él hacia las profundidades del mundo mientras sus compañeros lloraban su pérdida. Pero este no fue el fin. Derrotado su adversario y desnudo de todo apego por el hombre que había sido, el mago recibió de nuevo el aliento de la vida y regresó. Vestido de blanco y risueño, más poderoso de lo que nunca había sido.
Frank Ribéry también necesitaba su propia catarsis y no es de extrañar que la encontrara al descender hasta las entrañas de la tierra, el reino de los muertos: los infiernos del Ali Sami Yen turco, al que llegó tras un sorprendente fichaje de última hora, y el Vélodrome marsellés, donde recaló tras su breve pero intensa estancia en Istanbul, marcaron un punto de inflexión en su carrera. La evolución hacia un fútbol más sólido y constante ofreció al delantero el mismo sosiego que Frank Miller proporcionó a Daredevil a través de las artes marciales, no sólo un medio para combatir el crimen sino también un foco de descarga y concentración para un espíritu impetuoso.
El impactante rendimiento con los blanquiazules y la primera convocatoria internacional refrendaron el cambio en el futbolista francés, más centrado que nunca, que emergió reforzado de su epopeya del mismo modo que el superhéroe ciego fue reconocido como un personaje renovado y fascinante tras superar las duras pruebas a las que lo sometió su nuevo guionista en un sufrido arco argumental de título significativo: “Born again”.
“Se alzará de nuevo”, reza la lápida de Jean Grey, también conocida como Fénix, en el cementerio donde moran los caídos de la Patrulla X. Un guiño de la industria del cómic de superhéroes hacia sus lectores, muy dados a bromear sobre las constantes resurreccionesLa resurrección es casi una constante vital deus ex machina a las que los guionistas someten a sus personajes favoritos con el objetivo de refrescar series limitadas por márgenes creativos muy conservadores. Decidido a reivindicar la trascendencia del renacimiento heroico, Alan Moore juega con este cliché en Promethea, donde un extraño viaje a lo largo de la simbología del Tarot reserva a su heroína una dolorosa sorpresa: confiada ante una purga simbólica de sus imperfecciones, Promethea avanza sin temor hacia la negra guadaña de la Muerte, que acto seguido destroza su cuerpo sin piedad. Reconstruida en la siguiente página, la protagonista comprende entonces que tocar fondo nunca es un trance placentero.
Tras la etapa fundacional de Frank Miller es frecuente que los nuevos autores de Daredevil diseñen nuevos descensos al infierno para el superhéroe en forma de amores asesinados, amigos enloquecidos, identidades reveladas y todo tipo de cercos implacables a las debilidades de su vida mundana. El trágico justiciero siempre encuentra algún nuevo fantasma al que afrontar para regresar reforzado de la experiencia del mismo modo que, de forma inevitable, cualquier referencia a la trayectoria de Frank Ribéry se sumerge en el emocionante relato de superación que preside su leyenda.
5-REDENTOR Y GUARDIÁN.
“Crees que puedes convertirme en un manojo lloriqueante apelando a mis miedos. Pero ya los he enfrentado… ¡y he salido por el otro lado! Sé lo que soy, sé quién soy… ¡y no tengo miedo!”, Daredevil.
“Se decía que Daredevil había crecido en la Cocina del Infierno, un nombre increíble para un barrio” que alimentó la imaginación de Frank Miller en su redefinición del justiciero ciego. Oscuro y conflictivo, por entonces el barrio neoyorkino de Hell’s kitchen hacía honor a su nombre rimbombante y el joven guionista aprovechó la anécdota para reforzar el peculiar imaginario que rodeaba al alter ego de Matt Murdock, un ferviente católico que se vestía de diablo para combatir el crimen. “Solo un católico puede asumir la contradicción de ser abogado y justiciero”, asegura el autor, que mezcló los rasgos superheroicos con la estética del género negro para ofrecer un defensor a los sufridos vecinos de la Cocina del Infierno.
El héroe es, ante todo, el redentor de la sociedad que lo acoge, y en consecuencia el constante proceso de autorrealización que caracteriza su biografía se enfoca al esculpimiento de un guardián que sea capaz de oponerse a los peligros que acechan su mundo, como aquel joven pastor que se presentó ante el rey dispuesto a enfrentarse al formidable enemigo de Israel con la honda y el cayado con los que defendía cada día a su rebaño de los ataques de las bestias salvajes.
“No podemos perder”, afirmaba Frank Ribéry ante la repesca mundialista, echándose de este modo un equipo, un país entero a su espalda. “Debemos ir a Ucrania a ganar. Tenemos equipo para eso”. Como en su juego tenaz y valeroso,Ribery habla desde la seguridad en sí mismo en las declaraciones del futbolista francés es frecuente observar esta mezcla de convicción en las propias posibilidades, que le ha conferido el triunfo sobre sus propios temores, y el deber hacia la comunidad, inherente al poder que calzan sus piernas. Ante tal perspectiva importa poco la enjundia del rival: “El Barcelona es un equipo distinto, con otra plantilla, otra filosofía y otra organización. Pero nosotros no somos menos y sinceramente no me importaría que nos encontráramos ya en cuartos de final” aseguraba en 2013, anticipando el triunfo del Bayern en las semifinales de la Liga de Campeones, aunque no es la victoria lo que legitima su discurso.
Frank Miller contó en una entrevista que Daredevil debía perder “por lo menos, una de cada tres peleas en las que luchase”, porque es un héroe que toma más sentido al levantarse que al imponerse. En una constante reedición del enfrentamiento entre David y Goliath el héroe callejero se muestra confiado y temerario ante su enemigo por imponente que sea. “Debemos jugar sin presión y sin miedo”, reclamó el futbolista de la cara cortada a sus compañeros. No es una cuestión de bravuconería: Frank Ribéry y Daredevil no son tipos orgullosos porque sus capacidades no se lo permiten. “No hay nada que temer. Yo no pienso en lo que dejo atrás, no pienso en nada en absoluto. Sólo ando”, dijo Daredevil. Saben que perderán muchas batallas, pero eso no les asusta, porque conocen mejor que nadie cuán dura es la senda que conduce hasta el triunfo, y que el triunfo no es otra cosa que el camino andado en pos de un fin inalcanzable. «No hay gloria más ilustre para el varón en esta vida que la de luchar por la obra de sus pies o de sus manos», reza La Odisea.
¿Cómo temer el fruto del propio esfuerzo?
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Abel Rojas 21 enero, 2014
Confesión personal: veo con otros ojos a Ribèry desde la eliminatoria contra Ucrania.
Jugadorazo impresionante, por supuesto. Titular en cualquier equipo del mundo (o a lo peor todos menos uno), no lo dudo. Pero noté cierta falta de autosuficiencia que me dejó algo desencantado. Con Mandzukic y Müller "su jugada" es la leche, e insisto en que el jugador me encanta, pero dejé de verlo como el jugador total que creía que era.
Dicho de otro modo: Ribèry en el Bayern me parece casi indefendible e insustituible, perfecto, pero no creo que dote a Francia de la credibilidad que le aportaría otro tipo de jugador en su lugar. Un Ibra o un Luis Suárez, por ejemplo. Y eso le ha quitado un poquito de grandeza en mi mente.
Siendo un mega crack del que disfruto como el que más.