
Ese 25 de mayo de 1983, Ormaetxea formó con Arkonada, Celayeta, Gajate, Górriz, Olaizola, Diego, Larrañaga, Zamora, Bakero, Uralde y López Ufarte. Enfrente, la poderosa Juventus de Platini, Boniek, Bettega y los seis campeones del mundo. El marco, un Estadio Olímpico de Atenas abarrotado. La primera final de la Copa de Europa para la Real Sociedad. Nunca sucedió, es fútbol-ficción, pero lo cierto es que estuvo mucho más cerca de ser realidad de lo que podamos pensar en 2013.
La Real Sociedad, un clásico del fútbol vasco y español, rondaba ya los 70 años cuando Alberto Ormaetxea tomó el relevo del que fuera su jefe, Jose Antonio Irulegui, y fue nombrado entrenador del equipo donostiarra. A lo largo de esos 70 años la Real se había consolidado como un habitual de la Primera División, aunque en sus vitrinas sólo lucía un título nacional: la Copa de 1909.
Sin embargo, la falta de títulos no resta un ápice de importancia a la aportación de los txuriurdin a la historia del fútbol español. Empezando por su rivalidad con Athletic y Real Unión en los primeros años de la Liga, que ya venía desde la época de los campeonatos regionales. Uno deBenito Díaz, entrenador de la Real Sociedad en los 40, introdujo en España la WM británica los 10 clubes fundadores del campeonato estará esos primeros años unido al nombre del goleador Paco Bienzobas, el primer Pichichi. Los 40 serían del guardameta Ignacio Eizaguirre y del goleador Epi, que pasarían luego al Valencia donde alcanzarían las más altas cotas de sus carreras. Sin embargo, el gran personaje de esta etapa será Benito Díaz, un entrenador exiliado en Francia –dirigió al Girondins de Burdeos-, que cuando volvió a España se trajo consigo toda una revolución. Durante sus primeras temporadas la Real fue un equipo ascensor, alternando la Segunda y la Primera división, pero en la 46-47 el tío Benito decidió introducir en España la WM que tanto éxito había tenido en Inglaterra la década anterior, y que se estaba imponiendo como sistema estándar en todos los clubes de Europa. Aunque al principio la aparición del tercer defensa –que no era más que el resultado de retrasar al center half– causó polémica y fue tachada de excesivamente conservadora –el autobús del tío Benito-, pronto fue adoptaba por la inmensa mayoría de clubes e, incluso ,por la selección nacional, a la que el propio Díaz acabaría entrenando con gran éxito en el Mundial de Brasil 50. En ese equipo estaban también Eizaguirre, que comenzó como portero titular pero perdió el puesto ante Ramallets, y otro ilustre jugador de la Real, el interior Silvestre Igoa, que sería elegido en el once ideal del torneo.
Los 25 años posteriores serían de consolidación en Primera, aunque divididos por un impasse de cinco años en Segunda a mediados de los 60. El período 67-78, bajo la dirección de José María Orbegozo, el presidente más longevo y a la postre más exitoso de la historia del club, sentaría unas bases que producirían éxitos impensables en la década de los 80.
La llegada al banquillo de Alberto Ormaetxea cambiaría la historia del club.
En el verano de 1978, José Antonio Irulegui, hasta entonces entrenador del equipo, se marchaba al Español –todavía con ñ- y, como ya comentamos, su segundo, Alberto Ormaetxea, tomaba las riendas. La plantilla ya contaba con la presencia de jugadores como Arkonada, Kortabarria, Olaizola, López Ufarte, Idígoras, Zamora o Satrústegui. Periko Alonso había debutado el año anterior y, en esa pretemporada del 78, se unían al primer equipo ni más ni menos que Górriz, Celayeta y Uralde. Así pues, cuando Ormaetxea cogió el timón, el grupo humano que marcaría la siguiente década de la vida en San Sebastián ya estaba formado.
Siguiendo el estilo de Irulegui, la defensa era la línea capital de cualquier posible éxito de la Real. El muro formado por los Kortabarria, Olaizola, Górriz y Celayeta se convirtió en la mejor línea defensiva de España y, por si fuera poco, atrás tenían a la gran figura del conjunto, Luis Miguel Arkonada, un portero que tras unos años a la sombra de Artola y Urruti se había consolidado como titular. Con una agilidad increíble, sería el mejor portero de España por más de una década y se convertiría en un símbolo de la selección.
En la temporada 78-79 la Real ya dio un pequeño aviso de lo que se avecinaba, terminando cuarta y consiguiendo la clasificación para la Copa de la UEFA. El año siguiente será uno de los más recordados por toda la afición de San Sebastián: 1979-80, el año de la imbatibilidad de la Real. La temporada empezó muy bien, con el equipo acumulando buenos resultados e ilusionado por su aventura europea. El bombo les emparejó en la primera ronda con el potente Inter de Milán. La Real pagó la novatada en San Siro, donde fue derrotada por un abultado 3-0 que parecía dejar sentenciada la eliminatoria. Pero en Atocha, con un equipo vasco envalentonado por el ambiente en el pequeño estadio, a punto estuvieron los milaneses de salir trasquilados. La Real consiguió ponerse 2-0, aunque no fue quien de completar la remontada. El Inter no iría mucho más lejos, ya que el Bayern le eliminaría en la segunda ronda –así era la vieja UEFA-, pero para la Real la eliminación abría las puertas a una temporada histórica en Liga.
Desde la jornada 10, el campeonato español vio un duelo titánico entre los donostiarras y el Real Madrid, que buscaba su tercer título consecutivo. Los de Ormaetxea acumularon una racha que les llevó hasta la jornada 32 invictos –lo que unido a los 6 últimos partidos de la temporada anterior marca un record, aún vigente, de 38 partidos sin perder-, pero aún así no lograron descolgar a un Madrid que les mantenía el ritmo. En la penúltima jornada el Sevilla derrotó a la Real –el famoso gol de Bertoni- y el Madrid tomó un liderato que ya no dejaría. Había estado muy cerca de caer el título y lo mejor de todo es que había material para pensar en que no era una casualidad. La Real volvería más fuerte en la 80-81.
Con un nuevo viaje por Europa, via Copa UEFA, como premio y el título de Liga en mente, los txuriurdin, que tenían en Bakero a su gran novedad, no consiguieron comenzar el año tan bien como el anterior. Aún así, el equipo de Ormaetxea nunca se descolgó demasiado de la lucha por el primerLa Real le birló una liga al Madrid que parecía imposible 2 meses antes puesto, mientras lidiaba con sus compromisos europeos. La primera ronda de la UEFA les deparó un duro enfrentamiento con el Ujpest Dozsa húngaro, superado gracias a la victoria cosechada en Atocha. La Liga, mientras, se estaba desarrollando de manera muy diferente de la anterior. Mientras en la 79-80 la Real y el Madrid se distanciaron rápido de los demás, en la temporada 1981 un grupo de equipos que incluía, además de a los dos anteriores, a Atlético, Valencia y Barcelona parecían tener opciones al entorchado liguero. Los donostiarras mantenían las distancias a la vez que despachaban al Brno checoslovaco en Europa –una vez más, empate fuera y victoria corta en casa-. No fue hasta mediados de diciembre, cuando la Real caía eliminada contra el Lokeren –otro de los numerosos clubes belgas que vivían un gran momento-, que los de San Sebastian se metieron de lleno en la lucha por la Liga. Sin embargo, una mala racha de cuatro partidos sin ganar parecía dejarles sin opciones a falta de 10 jornadas. Estaban a seis puntos del líder y séptimos en la clasificación. Pero, increíblemente, se obró el milagro y la Real encadenó seis victorias y un empate que le ponían líder mientras todos los demás equipos, excepto el Madrid de los Garcías –que jugó la final de la Copa de Europa ese año-, se desinflaban. En la última jornada, el ya mítico gol de Zamora en Gijón daba a la Real un título que parecía imposible dos meses antes.
La Real Sociedad juega con los mayores durante dos años.
Los txuriurdin aportaban en la temporada 81-82 una nota exótica en la Copa de Europa. Habían roto con la hegemonía del Real Madrid en España sin contar con extranjeros. El continente se hacía eco de la hazaña de un equipo formado sólo por jugadores vascos y en el que destacaba su columna vertebral: el segurísimo Arkonada, el racial e incansable Periko Alonso, el cerebral Jesús Mari Zamora, el ariete Satrústegui y el pequeño diablo Roberto López Ufarte, quizá la gran figura del fútbol español a un año vista del Mundial que se celebraría en suelo patrio. Por supuesto, la sólida línea defensiva de Ormaetxea seguía ahí, así que una larga campaña en la Copa de Campeones no sería descartable.
Europa vive una época de dominio del fútbol británico. Los clubes ingleses ya encadenaban cinco trofeos consecutivos (tres del Liverpool y dos del Nottingham Forest), y en Europa se admiraba y se imitaba su estilo. Se puede decir que el fútbolEn Europa primaba el fuerte estilo inglés continental vivía en una exhaltación contínua del juego físico y, sin duda, la edición de 1982 será una de las más duras en este aspecto. A lo largo del continente surgen nuevos equipos que se convertirán en huesos duros de roer. El Aberdeen y el Dundee cuestionan la supremacía de Celtic y Rangers en Escocia, los rocosos Dinamo de Bucarest y Universitatea Craiova están al alza en Rumanía, el Bayern, más allá de Rummenigge y Breitner, acumula camiones de carga y marca tendencia entre los equipos de la Bundesliga –especialmente Kaiserslautern, Moenchengladbach y Eintracht- y en la propia selección, y los ingleses presentan a su sorprendente campeón, el Aston Villa, otro conjunto basado en el tradicional kick and rush.
Sin duda, uno de los mejores exponentes de esta nueva ola del fútbol europeo es el rival que el bombo depara a la Real en primera ronda: el CSKA de Sofía. Los búlgaros son grandes, agresivos y tienen un fortín en el estadio Vasil Levski de Sofía. En la ida los búlgaros marcaron hombre a hombre a Zamora y López Ufarte, desactivando así el juego de los de Ormaetxea. El empate inicial no era un mal resultado, pero a falta de un minuto, Ionchev marcaba el único gol del partido y de la eliminatoria. En Atocha tampoco aparecieron los mejores jugadores de la Real Sociedad y los vascos, en su primera aparición, decepcionaban a Europa. Los críticos al estilo del juego arcáico de Ormaetxea se llenaron de razones, aunque no es que el CSKA fuese precisamente el Ajax de Cruyff.
Era septiembre, quedaba la Liga y la Real tuvo que luchar contra Barcelona y Real Madrid por revalidarla. Se inició bien la campaña, aunque un pequeño bache puso a los dos grandes por delante. En una lucha a tres bandas la Real llegó de nuevo a la última jornada como líder y la celebró en casa derrotando al Athletic. ¡Una manera inmejorable! La Real conseguía un increíble segundo título de Liga, el billete para tomarse la revancha con la Copa de Europa y, como fin de fiesta, seis de sus jugadores –Arkonada, Alonso, Satrústegui, Zamora, López Ufarte y Uralde- formarían la columna vertebral de España en el Mundial de casa. Sin embargo, la Copa del Mundo fue un fiasco para los hombres de Santamaría y muchas de las críticas recibidas fueron a parar a los jugadores de la Real.
La histórica Copa de Europa de 1983 aún se recuerda en todo San Sebastián.
Para la 82-83 la Real estaba metida en cinco frentes. En la Liga le fue imposible mantenerse arriba y luchar por un tercer entorchado consecutivo, pero se ganó la primer Supercopa de España moderna ante el Real Madrid, incluyendo un 4-0 en Atocha. La Real tampoco llegó muy lejos ni en la Copa del Rey ni en la recién creada Copa de la Liga, pero era la Copa de Europa, tan esquiva el año anterior, lo que centraba la atención de los donostiarras. Europa no había cambiado mucho y, de nuevo, en la pomada estaban el Liverpool, los sorprendentes campeones del Villa, el potente –en todos los aspectos- Hamburgo, los Dinamos de Kiev y Bucarest, la Juventus de Platini, los desconocidos polacos del Widzew Lodz –que habían reforzado el equipo con lo obtenido tras la marcha de Boniek- o el Celtic.
La primera ronda llevó a la Real a Islandia, para medirse al Vikingur. En Reikjavik, Satrústegui marcó el primer gol de la Real en la Copa de Europa. Internacional y fijo en las convocatorias de Santamaría, su poderío en el juego aéreo y su oportunismo le convirtieron en uno de los mejores nueves de España y en el más legendario de la historia de la Real. Fue uno de los damnificados por el Mundial, pero en la Real seguía siendo un ídolo. En la vuelta volvió a marcar y fue decisivo, junto al doblete de Uralde, en la victoria 3-2 ante unos islandeses que se subieron a las barbas de los vascos.
El Celtic de Glasgow, que venía de eliminar al Ajax, fue el rival de los de Ormaetxea en octavos de final. Esta vez la Real debía jugar primero en casa y sacar un buen resultado se antojaba capital para el viaje a Celtic Park. En apenas cuatro minutos, los enrachados Satrústegui y UraldeSatrústegui no podría ser parte del equipo desde cuartos de final dejaron un 2-0 fantástico a favor del conjunto vasco. En la vuelta, Uralde adelanta a la Real y prácticamente sentenciaba la eliminatoria, aunque el Celtic consiguió remontar el partido merced a dos goles de McLeod. La eliminatoria había sido muy dura a nivel físico, una más de las que conformaron estos octavos de final, especialmente las CSKA – Sporting de Lisboa, Dinamo de Bucarest – Aston Villa o Rapid de Viena – Widzew Lodz. Por el contrario, el Dinamo de Kiev ni siquiera había tenido que jugar, ya que el Nentori albanés se negó a competir contra un rival soviético. Eran más papistas que el Papa o, mejor dicho, más estalinistas que los blandengues de Moscú. Esto también era Copa de Europa. Esperaban guerras en las siguientes eliminatorias y, para más inri, apenas una semana después del partido de Celtic Park, Satrústegui se rompía el menisco y los cruzados, una lesión terrible que le mantendría alejado de los terrenos de juego lo que quedaba de temporada y también la siguiente. Nunca volvería a ser el mismo.
Así pues, los cuartos de final midieron a la Real con el Sporting de Lisboa. En los portugueses destacaban especialmente el portero húngaro Meszaros, un bigotón con una agilidad comparable a la de Arkonada, y el atacante Jordao, que años atrás había sido designado como sucesor de Eusebio por su velocidad y capacidad goleadora pero al que una lesión de rodilla en su etapa en el Zaragoza dejó simplemente en un excelente jugador. El buen conjunto portugués marcó su territorio en la ida ganando 1-0 y anulando el juego de la Real, pero en la vuelta en Atocha, el pequeño terreno de juego y la fogosidad de los donostiarras propiciaron la remontada con goles de Larrañaga y un joven Bakero que tomaba el relevo de Satrústegui. Dos a cero y ¡a semifinales! Junto a los vascos se clasificaban también el Hamburgo, el Widzew Lodz del portero Mlynarczyk –ganaría la Copa de Europa con el Porto- y el atacante Smolarek, y la Juventus. Los polacos habían eliminado al poderoso Liverpool y los italianos habían terminado con el reinado del Villa.
Mientras Widzew y Juve dirimían un finalista, Real y Hamburgo se jugaban la otra plaza en la final de Atenas. Atocha reventó para apoyar a su equipo en una de las citas más importantes de su historia. El gol de Wolfgang Rolff fue un tremendo varapalo, pero la afición txuriurdin siguió empujando y creando ese ambiente tan especial que se daba en su histórico campo. El gol del pundonoroso Gajate igualó el partido y dio esperanzas a los realistas de cara al partido en el Volksparkstadion. Eso sí, el reto era impresionante, ya que la Real se presentó en Hamburgo con las bajas de cuatro de sus puntales: Kortabarria, Gajate, Zamora y la ya consabida de Satrústegui.
Arkonada, Celayeta, Murillo, Górriz, Olaizola, Diego, Zubillaga, Larrañaga, Orbegozo, Uralde y López Ufarte formaron el once ese día. Enfrente estaban los Manfred Kaltz, Feliz Magath, Lars Bastrup –la sensación de la temporadaEn Hamburgo, los de Ormaetxea estuvieron cerca de sorprender en Europa- o Horst Hrubesch. Al descanso se llegó con empate a cero y un linier lesionado. Fue sustituído por uno de los suplentes, un juez de línea nacido en Hamburgo, en una decisión que hoy nos hace llevarnos las manos a la cabeza pero que antes era normal. Los hombres de Ormaetxea dieron la cara y estuvieron a punto de dar la sorpresa. A falta de 15 minutos, Dietmar Jakobs parecía sentenciar la eliminatoria, pero apenas cinco después Diego empataba y daba ánimos a los vascos. Desgraciadamente, la alegría duró poco, ya que en el 83 Von Hessen, en claro fuera de juego, marcaba y decidía el pase del Hamburgo. Bruno Galler, el trencilla suizo, uno de los favoritos de UEFA y FIFA durante ese período, concedió el gol a instancias del juez de línea hamburgués. Volaba la final de la Copa de Europa, aunque la imagen que había dado la Real había sido buena durante todo su viaje europeo.
Tras el trienio dorado de Ormaetxea, todavía quedaba un lustro de satisfacciones.
Una vez concluída la temporada 82-83, la Real entró en el período de decadencia que afecta a todos los grandes equipos. Aún así, los cinco años siguientes fueron más que dignos y el conjunto de San Sebastian envejeció de forma muy digna. Poco a poco los miembros del equipo iban retirándose o abandonando el mismo, incluyendo al presidente Orbegozo o al propio Ormaetxea, que en 1985 dejó paso a un joven entrenador galés, John Benjamin Toshack, que daría un último impulso a las carreras de alguna de las leyendas txuriurdin. Al igual que durante todo el ciclo, la suerte de la Real estuvo unida a la de Arkonada.
El gran guardameta donostiarra había perdido el puesto en la selección nacional en 1985 y, un año más tarde, sufrió una grave lesión que amenazó su carrera. Se recuperó y jugó dos años más a buen nivel. En estas temporadas la Real, con una nueva generación encabezada por Bakero, Txiki Beguiristain, López Rekarte o Loren que acompañaba a los ilustres Arkonada, Górriz, Larrañaga, Gajate, Zamora o López Ufarte, que en su último partido como realista sería protagonista en la victoria en la Copa del Rey del 87 ante el Atlético de Madrid. Al año siguiente, la Real fue subcampeona de Liga y Copa, lo que convirtió en piezas muy cotizadas a sus jugadores. Bakero, Beguiristain y López Rekarte se fueron al Barcelona, pero aún así la Real completó una buena temporada de 1989, llegando a cuartos de final de la UEFA, donde fue derrotada por el Stuttgart. Al final de esta campaña, Arkonada se retiró y Toshack se fue al Real Madrid, poniendo fin a la década dorada de la Real Sociedad.
@migquintana 27 noviembre, 2013
Qué bonita historia, Vil!
Hace un tiempo, investigando sobre las ligas de los equipos vascos a comienzo de los 80, me puse a ver varios vídeos de los partidos finales de las Ligas de la Real Sociedad y la verdad es que son increíbles. El de Atocha, venciendo al Athletic, es una pasada. Y sólo era el prolegómeno de lo que luego sería una de las últimas Copa de Europa de la historia, con ese formato tan romántico que siempre nos impacta. Vaya días se debieron vivir en Donosti.
Pensando en lo de hoy, la verdad es que los de Arrasate lo tienen en chino. El gol en Leverkusen estropeó demasiado incluso las opciones de estar en Europa League, pero si Carlos Vela demuestra que ha vuelto a coger ese puntito diferencial… ojo que puede hacer mucho daño con los espacios que dejará el Shakhtar. Veremos.