«Para el club, la Copa de Campeones Juvenil es casi tan prioritaria como que se salve el primer equipo». En estos términos se expresaba Juan Carlos Álvarez, periodista del Faro de Vigo, a la hora de valorar el futuro del Celta. Esta reflexión que desde la distancia puede resultar extraña, no podría tener más sentido si nos paramos a repasar su historia más reciente. Mientras sus aficionados iban olvidando la letra de la «Rianxeira» porque poco tenían que celebrar de su estancia en Segunda, el club entró en un concurso de acreedores que estranguló sus cuentas. Como en el caso de la Real Sociedad, el futuro deportivo del club se fió a su cantera. Y A Madroa respondió con creces.
Por ello podemos entender que el pan de hoy es responsabilidad del primer equipo, pero que el club no pase hambre mañana depende de la «mejor generación juvenil de su historia». Una idea que, a día seis de junio, parecía estar destinada a liderar de forma lógicamente ilógica Abel Resino. Él había mantenido al equipo en Primera cuando parecía imposible y aún le quedaba un año de contrato, pero su oficiosa ratificación parecía ser tan esclava de los resultados e incoherente con el proyecto institucional como lo fue la destitución de Paco Herrera. Sin tiempo para comprobar lo acertada -o no- de esta compleja decisión, Carlos Mouriño recibió una llamada que lo cambió todo. Luis Enrique, por fin, estaba preparado.
Con Luis Enrique, el proyecto de Carlos Mouriño tiene más sentido.
«Cree en la cantera, apuesta por esa filosofía, le da oportunidades a los chicos y creemos que con él podemos aspirar a conseguir esa estabilidad que ya he dicho nos ha faltado en la parcela deportiva», le afirmaba el presidente vigués al propio Juan Carlos Álvarez horas más tarde de anunciarse la noticia. La seguridad de su respuesta y la mayoritaria aceptación de la masa social sólo tienen cuatro años de experiencias a los que agarrarse, pero parecen suficientes si nos centramos sobre todo en los tres primeros. El técnico asturiano llegó en 2008 al Barcelona Atlètic para sustituir a Guardiola, devolvió al equipo a la Segunda División en 2010 y un año más tarde logró batir su mejor clasificación histórica en la categoría de plata. Sin embargo, el cómo resulta aún si cabe más importante en esta ocasión.
El técnico asturiano heredó de Pep un equipo inmerso en un proceso de renovación que hacía especial hincapié en perfeccionar la doble meta de todo filial: competir lo más alto posible mientras se siguen formando los talentos del mañana. Combinando el fichaje de futbolistasFue dando paso a la generación de Thiago clave para hacer frente a la exigencia deportiva (Nolito o J.Soriano), fue dando entrada progresivamente a una generación juvenil que derrochaba calidad, con Thiago, Marc Bartra, Oriol Romeu, Jonathan dos Santos y Sergi Roberto como máximos exponentes. El resultado de esta unión fue un equipo extremadamente competitivo, cuyo 4-3-3 mezclaba un espíritu innegablemente ofensivo con un pragmático manejo de los tiempos del partido. El balón era lo más importante, pero si había que replegar se replegaba, pues a la la contra eran igual de peligrosos. Aún no se había cumplido su segundo año y Luis Enrique ya había formado un equipo ganador en el campo, fiel a su condición de filial y, como no podía ser de otra manera, totalmente comprometido con la disciplina de vestuario.
Si como jugador su carrera se vio marcada por su fuerte carácter y el alto nivel de auto-exigencia, como técnico pretendía impregnar a su vestuario de la misma personalidad. Muestra de ello, nació una de sus normas más conocidas como técnicoEn su temporada en Segunda hizo historia del filial blaugrana: si un futbolista no entrenaba todos y cada uno de los días de la semana con el equipo, no sería titular. Daba igual que hubiera estado lesionado o que Guardiola lo hubiera llamado para completar un entrenamiento, ésta era su condición para jugar y todos lo asumieron de forma natural. La simbiosis era tan perfecta que, hasta cuando no había nada en juego, el equipo mantenía un hambre voraz. En el que a la postre sería el último año del proyecto de Luis Enrique en el Barça B, fueron 33 los nombres diferentes que ayudaron a conseguir la brillante tecera posición en una de las Ligas Adelantes con más nivel de los últimos tiempos. No podían ascender, pero Lucho se inventó un nuevo objetivo y su plantilla respondió haciendo historia. Sin duda, era el momento de dar el salto.
En Roma únicamente duró un año, pero le conocimos mejor como técnico.
En la AS Roma le esperaba un proyecto ilusionante, una fuerte inversión económica y un capitano que pondría a prueba su personalidad lejos del círculo de confort que significaba La Masia. Porque Francesco Totti representa tanto al clubSu relación con Totti fue de menos a más romano como Luperca a la ciudad, pero en el primer partido de la temporada el entrenador español le relegó al banquillo y las consecuencias no tardaron en llgar. El «10» mostró su decepción, la afición frunció el ceño y el equipo cayó eliminado en la ronda previa de la Europa League. No era un buen comienzo, pero Lucho se repuso. Construyó un 4-3-3 muy ofensivo, de líneas muy adelantadas y con Totti de falso-punta para descargarle de obligaciones. Tácticamente lo más destacado fue su intención de salir en lavolpiana, pero aunque los laterales se proyectaba con acierto y De Rossi disfrutaba en su novedoso rol de mediocentro, ni los centrales ni los interiores estaban capacitados para sostener su idea de juego. El equipo era inocente con balón, sufría cuando lo perdía y los resultados nunca terminaron de acompañar.
Manteniendo su plan hasta el final, Luis Enrique trató de solucionar el problema en el segundo escalón de la jugada metiendo a Gago como interior. El equipo lo notó, los resultados mejoraron y hasta Totti le llegó a declarar su apoyo: «A pesar de que al principio no estaba contento con la posición en que jugaba, él tenía razón. Ahora me divierto yo, se divierte el equipo y se divierte la gente». Los malos resultados no tardarían en volver a llegar, pero tanto él como Daniele De Rossi permanecieron hasta el final al lado de su técnico. Una actitud que, en cambio, no se extrapolaba al exterior. La afición estaba desencantada con el español, la prensa le hacía máximo responsable de los malos resultados y el nombre de Zdeněk Zeman cada vez sonaba con más fuerza. A Luis Enrique le quedaba un año de contrato, pero decidió renunciar.
En Vigo no estarán Iago Aspas ni Roberto Lago. Toca construir un equipo nuevo.
Tras un año recorriendo el mundo en bicicleta y varias respuestas negativas después, Luis Enrique cree que este era el momento y que Vigo era el lugar para volver a los banquillos. El reto, desde luego, se presenta tan complicado como apasionante. El asturiano deberá reconstruir un equipo que ha perdido a uno de sus jugadores más regulares (Javi Varas), a uno de sus capitanes (Roberto Lago) y, sobre todo, a su máxima estrella (Iago Aspas). Y lo de este último, va más allá de no contar con el mejor jugador de la temporada pasada. Iago es el chico de Moaña que se ganó a la afición salvando al Celta del desastre y que se despidió regalando a Natxo Insa el gol de la salvación. Su marcha deja un vacío futbolístico, institucional y anímico que sólo puede rellenar A Madroa. De allí salió Iago, como también lo hicieron Hugo Mallo, Andrés Tuñez y Álex López. O Jonny Castro, Rubén Blanco y Santi Mina, los aventajados de la generación que tiene esperanzada a todo Vigo. Luis Enrique, como si un deja vu sobre 2008 se tratara, deberá darles paso para asegurarse el mañana mientras, quien sabe si con la ayuda de viejos conocidos, sobrevive al hoy. Club, directiva y afición confían en que pueda lograrlo. Parece el hombre indicado.
Este artículo no se hubiera podido construir sin contar con la gran colaboración de Sita Aguilera, David de la Peña y Marc Roca. ¡Muchas gracias por vuestro tiempo y conocimientos!
SharkGutierrez 13 junio, 2013
Cuando terminó la temporada con la Roma, pensé que Luis Enrique, quiso quemar etapas como entrenador. Es como (para que se entienda en términos ciclistas): "subir un puerto de segunda categoría, siendo un especialista en etapas de ruta". Demasiado escalón para tan poco bagaje. Encima, la Roma; bueno no, el AS Totti.
Para mí, Vigo (o equipos como el Celta) debió ser el equipo puente que lo llevase escalando en la élite. Dar saltos de grandes magnitudes, puede marcar un carácter, que tendría en formación aun como técnico. No tanto en su idea de juego, que la tiene bastante clara. Contará con jugadores de A Madroa, seguro. También, con algunos delfines que se marcharán de Can Barça; éstos, querrán foguear a los chavales en la élite. Ahora sí, parece la simbiosis perfecta. Mientras tanto, Vigo disfrutará y Ecos nos lo hará pasar muy bien analizando a Lucho.