Tras haber logrado superar las terribles secuelas del Maracanazo cuatro años antes, Brasil gozaba por fin de su status de emperador. A ello sumaban la consolidación absoluta del indiscutible mejor jugador del mundo, Pelé. La cosa pintaba inmejorable, hasta que en el segundo partido del torneo, O´Rei caía lesionado. Del problema, la Canarinha haría solución. Fue el Mundial de Mané Garrincha. El mítico extremo, con 4 goles y multitud de acciones inolvidables, condujo a la verdeamarelha al bicampeonato, con la ayuda anotadora de hombres como Vavá o Amarildo (reemplazo de Pelé), autores de un gol cada uno en la final ante Checoslovaquia. Los sudamericanos vencían por 3-1 en el partido decisivo. Los mejores, también sin el mejor.
«El fútbol son once contra once y al final siempre gana Alemania». La sentencia de Gary Lineker, una de las más famosas de la historia del fútbol, parecía no tener fin. Tras ganar el Mundial del 74 y disputar la final de la Eurocopa del 76, llegó el pequeño traspiés de Argentina 1978. Había que resarcirse cuanto antes, y la Euro de Italia-80 era el escenario ideal. Fue la cita de la consagración de nombres como Rummenigge, Balón de Oro aquella temporada, y especialmente, un jovencísimo Bernd Schuster. A sus 20 años, El Rubio impactó por la calidad de su fútbol. En la final, los alemanes derrotaban a la selección belga por 2-1, con dos goles de Hrubesch.
@DavidLeonRon 3 diciembre, 2012
Veremos cuánto tarda Kundera en llegar y decir "Garrincha sobrevalorado":p