El Fútbol Club Barcelona saltó al césped del Camp Nou con la barba seca, sin remojar, dispuesto a no sufrir una de esas noches que el pasado reciente le ha condicionado en Europa. Como un atajo concienciado por todo lo que no hizo en Roma o Turín en las dos ediciones pasadas, el conjunto de Ernesto Valverde se pasó, de mano en mano, una notita, en la que decía que aquello no podía ocurrir. Con un ‘pásalo’ que caló desde el primero hasta el último, el Barça se olvidó del control excesivo e invirtió todas sus energías en ‘perder’ posiciones, ser agresivo con y sin balón, en todas sus líneas, entendiendo que a nivel anímico, la idea, el bloque, la afición y la Champions necesitaban entender como oportunidad el riesgo de dividir la posesión y que el Olympique de Lyon de Ndombele, Dembélé y Memphis Depay le castigara a la contra.
El Barça atajo sus problemas de ritmo y desbordó al Lyon en base a su agresividad
A las 21.01h de la noche, Bruno Genesio decidió entender la vuelta de estos octavos con una línea de cinco zagueros, seguramente para taponar el chicle que Alba estira como nadie en el carril izquierdo y a Tousart como mediocentro por delante de los tres centrales, una disposición que intentaría horizontalizar el juego del Barça y comprometerlo a tomar riesgos con el paso de los minutos, realizando una presión por pares en el centro del campo y una transición ofensiva ocupando las zonas exteriores. Fuese esa la razón o no, el Barça escapo de toda previsibilidad desde el pitido inicial. Aunque la alineación culé fue memorizada, con Roberto en el lateral derecho, el sistema se hinchó de aire para crear espacios constantemente. En el momento de la verdad, el Barça fue el más líquido y rítmico de la temporada, cuando más fuelle había en el motor de los 22 jugadores.
Dividiendo posesión, Valverde entendió el riesgo como una oportunidad para ‘arriesgando, no hay riesgo’
Entre los indicadores que dibujaron una sonrisa en el aficionado culé, estuvieron Coutinho y Suárez, dos jugadores que, en ida y vuelta, agradeciendo ayuda y aportando auxilio, más relacionados están con la espesura en ataque o la fluidez y la profundidad. Parecieron oírse en cada movimiento de los dos las intenciones y consejos de Valverde en la previa, como si debieran ser del todo incondicionales para poder jugar bien y desbordar al oponente. Como en otras citas importantes, el brasileño estuvo realmente preciso y acertado en aparecer y desaparecer de sus zonas de influencia para la creación de espacios. Aunque se pasaran menos la pelota, él y Alba ocuparon y compartieron el sector con gran sincronización, dándole el aire necesario, entre ellos y al balón, para que la defensa gala no llegara antes a la ayuda y obligara al poseedor a volver a pasarla atrás e iniciar el juego de otra forma.
El Lyon activó una línea de cinco atrás para frenar a Alba, que estuvo finísimo de nuevo
Esa fue la clave principal de la puesta en escena azulgrana: su agresividad en todo lo que hizo. Dividiendo la posesión, 55-45%, el líder del campeonato español se lanzó a las zonas delicadas del sistema francés, la mediapunta y la frontal, sobre el fuera de juego, sin medir el riesgo o pensar en la siguiente oportunidad. El Barça no temporizó ni espero a que apareciera el espacio por repetición de pases, sino que los provocó con insultante verticalidad, lanzando cuchillos en forma de desmarques, de todo tipo, hasta los de apoyo de Suárez eran cruzados al hígado, y en forma de pases que batían líneas, marcas, activando zonas de peligro. El Barça se olvidó del pasado y afrontó su principal problema, el ritmo, con una entereza y responsabilidad propias de quien sabe lo que le pasó.
Dembélé y Vidal fueron cambios determinantes para la goleada final
El encuentro, en la segunda mitad, se abrió más. El Lyon encontró el gol que le hizo participe de la eliminatoria, y adelantó sus líneas. Presionó mucho más arriba y obligó al Barça a sentirse bajo esa presión en salida. Allí, de primeras y después, Arthur dejó constancia de su valor como aglutinador y guardián, reteniendo, atrayendo y soltando para liberar los oídos del Camp Nou. El brasileño fue el punto de partida que convirtió al Barça en el contragolpe posterior. Valverde vio claro a Vidal y Dembélé desde el banquillo, y los culés completaron un encuentro esperanzador por la conciencia adquirida ante el peligro de una vuelta trampa. Sin goles en Lyon, y a un gol de la eliminación, el Barça manejó bien sus recursos y la lectura de las caídas previas.
Albert Blaya Sensat 14 marzo, 2019
Muy certero, Arroyo.
Para mí es clave la frase de Valverde en RDP: " Tenía claro que Arturo iba a terminar el partido, es un jugador que en determinados minutos debe jugar, nos da mucho". Vidal como recurso y no como discurso es un activo que te acerca a la Copa de Europa, por energí,a jerarquía e inteligencia. El otro, Dembélé. El FC Barcelona tiene dos cambios para cambiar cosas, antes no los tenía. Para mí, la gran diferencia frente años anteriores.
Lo de Arthur Melo es bárbaro. 71/72 pases, ganó 5 duelos, dejó ese pase tenso a Suárez. cada día a más, y es que ya es un centrocampista dominante, y lo está demostrando en Copa de Europa.