Cuatro años son una eternidad en fútbol. Tantos que ese es, por sí mismo, un argumento indiscutible para explicar el peso emocional que supone cada acción a ejecutar sobre el césped en una Copa del Mundo. Neymar explotó emocionalmente tras la victoria contra Costa Rica, precisamente porque a sus 26 años sintió que el tiempo se le acababa, después de perderse los partidos decisivos de Brasil 2014 tras aquella fatídica falta de Zúñiga, y tras afrontar el comienzo de Rusia 2018 después de cuatro meses sin haber disputado un solo partido oficial.
El inicio de campeonato del mundo del genio brasileño dejaba dudas, precisamente, por esta circunstancia. Brasil, sin su chispa para desbordar, quedó condenada a una preocupante falta de desequilibrio, resuelta de forma puntual gracias al devastador golpeo de Philippe Coutinho, que deshizo los 0-0 de los encuentros contra Suiza y Costa Rica con sendas finalizaciones, y puede decirse que también contra Serbia, después de asistir con maestría a Paulinho. Sin duda una solución de emergencia más que válida en un Mundial, pero quizás insuficiente como para lograr el Hexacampeonato.
Coutinho, desde la pegada, ha arreglado los problemas de desborde de Brasil
Contra México, apareció el Neymar que deja la sensación de ser imparable, y ese sí es un argumento como para considerar a un equipo brasileño con un amplio número de alternativas, más allá de la del futbolista del PSG, principal candidato al título. Y es que el planteamiento de Juan Carlos Osorio, de nuevo adaptado al rival, puso en apuros a Brasil en el inicio de partido. El técnico colombiano modificó el once habitual en los tres primeros encuentros para dar paso a un 4-3-3 en el que la intención era robar sobre el primer pase de Brasil para, con una transición veloz y vertical, llegar al área de Alisson.
Osorio lo buscó con dos matices. El primero fue introducir a Rafa Márquez como pivote, para poder adelantar a Guardado y Héctor Herrera en busca de esos robos, y la segunda fue comenzar con Carlos Vela en izquierda e Hirving Lozano en derecha, a pie natural, quizás pretendiendo aprovechar el espacio que iba a quedar a espalda de los laterales brasileños, y además obligar o bien a un central a salir a esa ayuda, además de huir de Casemiro, ya que en caso de haber buscado diagonal interior en conducción de sus dos hombres de banda, la defensa hubiera sido más cómoda para el mediocentro del Real Madrid.
Aunque México empezó mejor, Brasil cambió el guión por sistema y calidad
México dominaba, pero Brasil demostró una cintura tremenda para resolver problemas, y probablemente ese es uno de sus grandes valores como conjunto. La defensa de la canarinha pasó a realizarse en 4-4-2, y ahí Brasil empezó a encontrar caminos hacia la portería rival. Coutinho abierto sobre izquierda y Neymar totalmente descolgado, como segundo punta, pasaron a ser la principal amenaza. Brasil saltó así la presión mexicana, con el culé a una altura y el jugador del PSG en la siguiente, y la presencia de este último en el último tercio comenzó a hacer comprender al equipo norteamericano que, cualitativamente, estaba por debajo.
Con Brasil estirándose y metida en campo rival de forma más constante llegó el flujo de ocasiones, fruto por un lado de la tremenda capacidad de desequilibrio individual, donde, además de Neymar o Coutinho, destacó especialmente un excelso Willian, y por otro del ritmo asociativo que la canarinha encontró en varios momentos de la segunda mitad. Si presionas al poseedor, el atacante brasileño sale con un regate, y si decides conceder menos espacio, una buena versión de Neymar genera una serie de ventajas que al final acaban aprovechando sus compañeros. Hasta el momento, la victoria más rotunda de estos octavos de final, por fondo y forma. Enorme trabajo de Tite.
Carlos 3 julio, 2018
"Neymar explotó emocionalmente tras la victoria contra Costa Rica, precisamente porque a sus 27 años sintió que el tiempo se le acababa"
Bueno, en mi opiniòn y tratando de ser objetivo, Neymar ya ha dejado en 2 Mundiales mas momentos memorables que Messi y CR7 en 4